AGUINIS: MENTIROSO DESDE EL PRINCIPIO

    por Antonio Caponnetto

 

"Vosotros sois hijos del diablo. Él ha sido homicida y mentiroso desde el principio"

                                                                                                                        Juan 8,44-47

 

             En La Nación Revista del domingo 28 de marzo (LNR, Nº 2125, p. 20-25), Marcos Aguinis es reporteado largamente, incluyéndose en la tapa de la publicación un primoroso fotoshop de su imagen. El reportaje discurre por los carriles habituales; esto es, la adulación servil de la reportera Any Ventura y la petulancia del entrevistado, quien se exhibe con una fatuidad cristínica, desbordante e invasiva, tanto en el triple look elegido para sus poses, como en la pretensión de una inexistente solvencia intelectual.

                  Recuérdese al respecto, a guisa de ejemplos cercanos, el grueso papelón que cometió en Perfil, a principios de mayo de 2009, reinventando el texto sofocleano de Antígona y torciendo con brutalidad el verdadero carácter de Edipo. O ese otro gazapo sobre Hypatia de Alejandría, movido por su proverbial odium Christi, y asentado en La Nación del 7 de agosto de 2009. De ambas salvajadas culturales hemos dado cuenta en su momento, el Dr. Bernardino Montejano y yo, mientras desde las irreconciliables antípodas pero con percepción concurrente, su cofrade Verbitsky lo desnudaba llamándolo  "pavo real", en inquietante nota del 2 de agosto de 2009 aparecida, claro, en Página 12. Ya se sabe el proverbio escolástico sosteniendo la validez de la verdad cualquiera sea su procedencia: "Veritas, a quocumque dicitur...".

              Pero volvamos a los dichos del neuronovelista en el precitado reportaje de La Nación. Ya in fine, la desventurada Ana le da pie espetándole: "Ha padecido actos de antisemitismo". Y el pavezno regio responde sin hesitar: "-Sí. Por ejemplo, la revista nazi Cabildo me sacó en tapa diciendo: Subversión a sola firma. Los siete pecados capitales de Aguinis. El primer pecado capital es ser judío. El segundo es ser democrático. El tercero, ser intelectual. El cuarto, psicoanalista, y así seguía. Pero el primer pecado era ser judío. No te olvides de que en esa época se hablaba de la sinagoga radical".

                 Aguinis miente por lo que calla, y miente por lo que dice.

             Calla que nuestra frontal oposición a su persona desde las páginas de Cabildo fue la reacción legítima, no sólo a su desembozada y ruin ofensa a la Iglesia Católica y a Su Divino Fundador, sino a ese plan totalitario y despótico que concibió como Secretario de Cultura del alfonsinismo, y al que puso el bombástico nombre de PRONDEC: Programa para la Democratización de la Cultura. El Prondec, digámoslo de una vez , era un grosero lavado de cerebro estatal, de neto corte gramsciano y neomarxista, antecedente y ensayo del ominoso Decreto 1086 del kirchnerismo. Casi como un símbolo trágico del objetivo insurreccional del Prondec, o acaso como un guiño endiablado de la absoluta impunidad para subvertirlo todo de la que gozaba el funcionario del abogado defensor de Santucho, Aguinis exhibía en su firma la estrella erpiana. No; no era él la víctima de ningún antisemitismo. Era y sigue siendo el victimario ritual de la Argentina Católica. No era el objeto de ninguna persecución nazi. Era el sujeto de una persecución  hebrea a la Cruz, que aún no ha cesado.

              De todo esto dimos prolijo y solitario testimonio en Cabildo, principalmente durante el año 1986. La respuesta del déspota, asentada en el órgano sionista Nueva Presencia, el 29 de agosto del mismo año, fue exigir "la eliminación de ese veneno que infecta a la sociedad". Poco tiempo después, su mandante accedía al drástico pedido, cancelándosele a nuestra revista las franquicias postales para obstaculizar e impedir su libre circulación. Extraño ejercicio de la libertad de prensa el que concibe este "democratizador de la cultura".

                Pero el destronador de las glorias de Edipo, decíamos, no sólo miente por lo que calla sino por lo que dice.Y dice que en Cabildo escribimos una nota titulada "Los siete pecados capitales de Aguinis", en la cual , "el primer pecado capital" que se le señalaba, era ser judío.

                No hay absolutamente nada de eso. Lo comprobará el lector, pues a continuación de estas líneas reproduzco textual y lealmente la nota de mi autoría, que apareció en Cabildo, el Nº 102 de la 2da. época,  Buenos Aires, 15-7-1986, p. 6-7, bajo el título de Aguinis: Mala Letra, seguida del largo y fundado análisis que otro colaborador hacía del "proyecto totalitario" del Prondec.

                    Una vez más, Marcos Aguinis ha mentido. Es que él es "el socio del éxito", como lo llama Any Ventura con razón, aunque en su ignorancia crea que lo está ponderando. Nosotros sabemos,desde Aristóteles, que el éxito no es criterio de Verdad; y nos seguimos preguntando con Balzac: "¿De cuántas infamias se compone un éxito?".

                     Una vez más, reiteramos, Aguinis ha mentido, cumpliéndose en él la sentencia irrevocable asentada por Jesucristo contra los fariseos, que recuerda nuestro epígrafe joánico.

                      No habrá derecho a réplica desde las logiadas páginas de La Nación. Nunca lo ha habido para nosotros, ni aún cuando fuimos vilmente atacados con nombre y apellido, en una noteja cobarde que escribió el exaltador de las gestas marranas el 3 de octubre de 2008.

                      Nada de esto importa ahora. Lo que importa es que sus declaraciones nos confirman que estamos en el buen camino. En efecto, más allá de las trapacerías en las que incurre, sabiendo la lenidad de la que goza como "intelectual" del sistema, es absolutamente cierto que hace 24 años desenmascaramos reciamente las trapisondas contraculturales de Aguinis. 

                      A pesar del tiempo transcurrido, el hombre no se ha olvidado de la paliza recibida.

                      Sigamos entonces. Por la Nación contra el caos. Porque alguien tiene que decir la Verdad

 

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AGUINIS: MALA  LETRA

por Antonio Caponnetto

                                                   Cabildo, 2da. época, Nº. 102, Buenos Aires, 15-7-1986, p. 6-7

 

 Ya nos hemos ocupado algunas veces del Sr. Aguinis. Desde los tiempos en que  servía en un modesto segundo plano bajo las órdenes del inolvidable Go­rostiza, hasta los de su encumbra­miento sigiloso al actual cargo que detenta. Ya nos hemos ocupado de registrar sus juicios temerarios y sus ges­tos despóticos, sus poderes discre­cionales y sus melifluas maneras, sus proyectos de colonizador cultural y sus desplantes de cancerbero advene­dizo. Es que Aguinis las tiene todas consigo, y como diría el buen Trócco­li, no se priva de nada. Pero ¿qué co­sa es, realmente, este sujeto de la re­volución contracultural emprendida por la socialdemocracia vernácula?

 

 Es un intelectual. De esos del “partido de los intelectuales" que zahería Peguy. Es decir, transido de materialismo y de naturalismo, de fa­tua autoproclamación de glorias, de inflado narcisismo y tono irreverente, siempre pronto para profanar u oscu­recer lo más sagrado. Alguien que ha cambiado el amor a la sabiduría por el apego a la fama. La soledad del es­peculativo por la clientela electoral, el claustro de estudio por el bufete de burócrata, el tratado reflexivo por el  “best seller" playero, el Plan Salvífi­co por el Plan de Alfabetización, la ciencia por los eslóganes ideológicos. Intelec­tual del sindicato de la "intelli­gentzia"; un gremio particularmente intranquilo y huelguista cada vez que la Patria está en pelea.

 

        Es un demócrata; y de los ob­servantes más ultramontanos. De los que queman incienso al proferir el nombre de la urna y practican la nu­merolatría como un rito iniciático. De los que plugan al Bajísimo y se entre­gan en latréutica ofrenda al culto de la soberanía popular. De los que an­teponen el cuadernillo del '53 a la ley eterna, el sufragio universal al honor patrio, el elector al guerrero, el candi­dato al santo, la duración guberna­mental a la perennidad nacional. La democracia es el pan con el que se debe comulgar obligatoriamente, co­activamente, a riesgo de quedar exco­mulgado de los tiempos modernos. El nuevo maná y la nueva Arca, que se ha de "internalizar" unánimemente si no se quiere ser un impío autoritario. La moral de los más, la rebelión de lo inferior, la tiranía de la cifra, la primacía de la inconsciencia, la desencialización de la realidad, la desontologización de la Criatura, la omisión de Dios Padre; y todo ello y tanto más, por decreto, bajo severa fiscalía y reglamentación estatal: éso es la democracia para el Secretario de Cultura.

 

Es un alfonsinista; subespecie ésta dentro de los demócratas que aunque en vías de extinción especifica al gé­nero. El alfonsinismo es la democra­cia de oferta, de ocasión. Una verda­dera oportunidad; barata y casi una pichincha. Se envuelve como para re­galo o se lleva puesta. Para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero, y por si esto fuera poco, la Agencia Ratto otorga garantía de afiliación hasta 1989.

 

        Es un psicoanalista. Esto es, al­guien que no tuvo infancia sino etapa esfinteriana. Que no creció ni se hizo joven, ni se enamoró ni sufrió o se alegró a risotadas, ni quiso a sus padres o hermanos, ni soñó un impo­sible ni soñó ser de grande soldado o sacerdote. A cambio de ello, como se sabe, los psicoanalistas tienen complejo de Edipo, trauma de naci­miento, desarrollo evolutivo, pareja, catarsis, proyecciones oníricas, super yo, libidos reprimidas, paranoias y duelos varios. Psicoanalista Aguinis: alguien para quien la Argentina no es un misterio ni una tradición, ni una estirpe ni un destino, ni una victoria, pendiente, sino una sociedad neuróti­ca y conflictuada por resabios autori­taristas de los que debe liberarse.

 

            Y es un judío. Lo que equivale a decir -hablando claro- que es un enemigo de la Ciudad Cristiana, ene­migo mortal de Cristo y de Su Reale­za, hijo de los hijos del padre de la mentira. Judío y sionista, como se ha cansado de proclamarlo. Lo que suma a la enemistad teológica contra la identidad nacional una ene­mistad política y económica, una extranjería invasora y expoliadora de los pueblos, un racismo agresor y ofensivo. Hasta uno de esos organis­mos internacionales en los que cree con devoción laicista, reprobó el racismo sionista ante evidencias incuestionables.

 

          Intelectual, demócrata, alfonsi­nista, psicoanalista, judío, sionis­ta: he aquí alguien para quien parece haberse creado el Infierno. Sin embargo, es uno de los artífices del pa­raíso democrático. Es uno de los artífices de la subversión dominante y abarcadora.

 

         Pero está haciendo mala letra. Tan mala que delata sus intenciones y sus propósitos, su enrolamiento ideológi­co y sus afinidades crapulosas. Tan mala que la grafía denuncia pública­mente su biografía, y las letras se estrellan pentagramáticamente sobre los papeles públicos para rubricar los planes siniestros de la destrucción es­piritual de la patria.

 

        No prevalecerá la caligrafía de la subversión. Porque estas tierras fue­ron descubiertas por un hombre que estampaba en su firma un CRISTO FE­RENS: El que va con Cristo, el que lleva a Cristo. El Señor de los Ejérci­tos no permitirá definitivamente que ultrajen sus posesiones. El  Verbo hecho carne, palabra de vida eterna, letra sagrada y nombre de los· nombres, borrará todas las obras del Maligno y pondrá a todos sus enemigos bajo sus pies (1, Cor. 15,25). Effunde frameam. Desenvaina tu espada, Señor. Y déjanos firmar con ella Tu Victoria.