EL DEGÜELLO DE AVELLANEDA

por Félix Reyes  (*)

 

Respecto de las cartas de Constanza Terán de Colombres y Carlos Botteri sobre el degüello de Avellaneda, quiero agregar que cuando Avellaneda cae prisionero de Oribe en Metán, tras la derrota de Famaillá, se le forma un consejo de guerra, en el cual se le formulan las siguientes preguntas: ¿Con qué objeto le prestó el caballo rosillo al teniente Casas, uno de los asesinos del general Heredia, con el cual se encontraba el día del asesinato? ¿Con qué motivo salió el día del asesinato de Heredia y se encontró con un integrante de los asesinos de nombre Robles, quien le comentó que con sus propias manos había asesinado al gobernador Heredia? ¿Quién lo conminó a que, como presidente de la honorable Sala de Representantes, llamara a reunión para hacer una nueva elección de gobernador? Por lo tanto, se deduce que Avellaneda prestó su caballo a uno de los asesinos y que se encontró con ellos después del crimen aprobando su conducta.

Pero hay más, en una carta enviada a Pío Tedín, Avellaneda dice lo siguiente: "Si nos engañamos en la elección de los que han de suceder a los que hoy mandan, volveremos a sufrir tiranos, y no se encuentra siempre hombres como robles". Si bien es cierto la palabra robles está escrita en minúscula, a ojos de buen cubero, se adivina el sentido de la frase. Tras la derrota del combate de Famaillá y el posterior apresamiento en Metán, el doctor Marco Avellaneda es declarado "instigador y principal culpable de la muerte del general Heredia". Ejecutado en octubre de 1841, entregado por el jefe de su escolta, Gregorio Sandoval, que tentado por la promesa de una buena recompensa, se convierte en un traidor. El general Oribe los juzga después de apresarlos y ordena ejecutarlos en el tiempo más corto posible. Los entretelones del juicio se desconocen pero se supone que deben haber sido sumarios y arbitrarios. Más de cien prisioneros fueron pasados por las armas. Posterior a ese día sería degollado el entregador, Gregorio Sandoval, cumpliéndose el principio de que "Roma no paga traidores".


(*) 
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