VILLA AZUL

por Alberto Morlachetti

para Agencia de Noticias Pelota de Trapo  -  http://www.pelotadetrapo.org.ar/

 

(APe).- Lo que entra profundamente en crisis -dice Massimo Pavarini-es el mito del liberalismo económico: ahora parece imposible creer que a la riqueza de las naciones corresponda el bienestar generalizado de los ciudadanos. Precisamente la revolución industrial había enseñado que a una cada vez mayor acumulación de riquezas acompañaba una cada vez más amplia y generalizada acumulación de miseria. Quizás nunca, como entonces, el espectáculo de la pobreza propagada por las grandes ciudades industriales y las inevitables tensiones sociales que esta realidad conllevaba debieron preocupar tan profundamente a las conciencias vigilantes de la época. Hoy seguimos tropezando con cadáveres. En vano los poetas deshojan ruiseñores.

Quizás, sólo quería encontrar una promesa que nunca le habían hecho desde el primer recuerdo. Tal vez, un verbo que hiciera de su infancia una entidad imprescindible arrimada al vaivén de los trigales. Sin embargo, la muerte se derrumbó en su cuerpo donde anidaban -como palomas breves- 13 años de olvido.

Sucedió hace unos días, el jueves 20 de noviembre, cuando ya la noche había desplegado su pollera de luto, cuando la pequeña Aldana de 13 años -que vivía en Villa Azul, en la zona llamada el Triángulo de Bernal- salió junto a Iván de 9 años, para ir a comprar a un quiosco del barrio. Aldana para salvar a su hermano del alambre electrificado -que separa a los hambrientos de los saciados- recibió una fuerte descarga eléctrica. Murió días después.

La crónica no pone el apellido del propietario de la casa letal que con veleidades de verdugo hundió a Aldana en el pozo frío de la muerte. Así de cortas suelen ser las crónicas de los pibes de Villa Azul. De una muerte que siempre es maldita, pero a veces es más. Porque aprieta a una infancia marcada por un tiempo desangelado.

La exclusión es una cueva donde llueve el silencio. Es por eso que la muerte no hizo más que reintegrar a Aldana a la misma oscuridad que inauguró su desamparo. Seguramente, al fondo de la noche, ladraban unos perros, como sonidos vanos. No había país de ceniza que precisara de ninguna niña nacida en la pobreza. ¡Tengo un nudo en la garganta!