CAGADA FRANCO-SIONISTA

por Disidencias

 

Hace una semana, los parlamentarios franceses (parlamentarios... y franceses ¡Menuda combinación!) aprobaron la criminalización de la negación del genocidio armenio impulsado por Enver Bey en 1915 en plena I Guerra Mundial. Así pues, equiparan el cuestionamiento del genocidio armenio con el revisionismo del «holocausto» (único y verdadero): el sufrido por los judíos europeos a manos de los M.A.S.P. (Malvados Absolutos Sin Parangón).

Los sionistas suelen ser muy dados a montar unos escándalos de cuidado cuando alguien equipara el drama de los judíos europeos durante la II GM con cualquier otra masacre o genocidio presente o pasado (a no ser que las víctimas fueran también judías, claro). Cuando en Auschwitz, por ejemplo, alguien establecía una equivalencia con los polacos muertos en campos de concentración, aunque los malos eran los mismos (los M.A.S.P.), los «guardianes» del carácter «único» y «especial» del holocausto judío se enfurecían hasta extremos bíblicos.

Pero esta vez ha sido diferente. Que en esta ocasión una equiparación semejante haya molestado muy poco a los «hermanos mayores» sionistas se demuestra que el parlamento sionista ha sido el segundo del «Mundo libre» en discutir del asunto, y en general de forma favorable. Así pues, por primera vez en la historia, los sionistas están dispuestos a «solidarizarse» y compartir una «victimización por genocidio» con humanos que no son judíos. Todo un sacrificio (y no es una broma: lo es desde el principal paradigma fundacional del Ente Sionista: el carácter único del genocidio judío a manos de los M.A.S.P.).

Evidentemente, todo esto lo han hecho parlamentarios franceses y sionistas con objeto de tocarle las narices a Turquía. La respuesta de Erdogan ha sido contundente: espera que Sarkozy se aplique el cuento y condene con penas de prisión a los franceses que nieguen las sistemáticas matanzas de civiles cometidas por la Monarquía de Luis Felipe durante la conquista y ocupación de Argelia entre 1830 y 1848 (masacres, por cierto, celebradas por Engels como positivas para «el Progreso») y las represalias colectivas cometidas por la República durante la Guerra de Independencia entre 1954 y 1962. Sarkozy ha declarado excesiva la respuesta de Erdogan.

Y lo que puede decir Erdogan de los sionistas ya pueden imaginárselo

Pero el asunto ya no es Erdogan: el asunto es nacional, porque esta ley francesa ha mosqueado a todas las fuerzas políticas turquesas, incluyendo a los grandes enemigos internos de la política no tan pro-occidental (que lo sigue siendo, pero mucho menos) del liberal-islamista Erdogan. Con esto, lo único que han conseguido los franchutes (que no por vivir al norte de los Pirineos son necesariamente más listos que los españoles) es dar otro empujoncito a Turquía para que abandone definitivamente su «Atracción por Europa», que, entre unas cosas y otras (como la crisis política y económica que sufre esta Unión que no es unión) van a acabar por enviar a paseo. Con la Primavera Árabe (que lo es, en Túnez, en Egipto, en Libia, en Yemen, en Siria, en Jordania... está riendo por fin la primavera) a Turquía se le abren posibilidades hasta hace un año insospechadas. Que los sionistas vayan y hagan lo mismo que los parlafranchutes, no va a tener otro efecto que confirmar a Turquía en la senda antisionista.

Esto nos demuestra que demócratas franchutes y los sionistas funcionan a veces más con las tripas que con el cerebro. Si existían posibilidades que los «laicos» de Turquía (mucho más «nacionaleros» que los liberal-islamistas) retomaran el poder y «corrigieran» la orientación de Erdogan, esas posibilidades se han reducido.

Y los sionistas están dispuestos a perder su condición de «Gran Víctima Única y Verdadera, Especial y Mayor» de Todos los Tiempos, sólo para vengarse por la posición turquesa ante la vergüenza de Gaza. Lo único que van a conseguir es que la totalidad de los turqueses les tenga más coraje, y hacer más difícil la labor al principal partido de la oposición de Turquía.

O sea, los sionistas están dispuestos a sacrificarse pa ná.

Como diría Napoleón (un francés listo porque no era del norte de los Pirineos): «yo no soy quien para corregir los errores de mi enemigo»