CHACHARA O EDIFICACION

por el prof. Pedro Godoy P.

Centro de Estudios Chilenos CEDECH   -    director@cedech.cl

 

La controversia valórica engolosina. Discutir abstracciones es atrayente. Aquí se polemiza en torno a la "la inmortalidad del cangrejo" así como los líderes de Bizancio se enfrascaban en la controversia de "cuántos ángeles cabían en la cabeza de un alfiler". Ello mientras la amurallada ciudad estaba sitiada por los jenízaros del Sultán. Aquí la II mitad del XIX se estropea en la querella político-teológica que escinde la ciudadanía en un debate importado de París entre "laicos" y "pechoños". Luego el entrevero es "british" entre los fanatizados por el parlamentarismo y los que se aferran al presidencialismo.

Sabemos: el forcejeo desemboca en guerra civil. Se abandona la meta de convertir al país en república industrial. Entre lo teórico y lo económico se opta por lo primero. Es "in" eso de participar de debates que conmueven al I Mundo. Durante la II Guerra Mundial los criollos se escinden en "aliadófilos" y "germanófilos". Ellos mientras se vende  "a huevo"  nuestras materias primas a EEUU, entonces "campeón de las democracias en combate contra el nazifascismo".

Se desaprovecha el "salitrazo". Luego, con motivo de aquel conflicto global,  se pierde otra oportunidad de lograr una sólida capitalización que nos catapulte al verdadero desarrollo. Consecuencias de ambas torpezas: perdura el atraso. Piensen en el Japón: con la revolución meiji se margina de la epidemia ideologizante forastera, empeñándose en el montaje de la estructura fabril, sustento de su poderío. Con un siglo de retardo, inspirados en el modelo nipón, los Jóvenes Dragones del Pacífico sur se empeñan con dinamismo y disciplina en la tarea y triunfan. Apenas de ayer es el milagro taiwanés, malayo, coreano, tailandés... 

Por eso discrepo de la opinión del Presidente Piñera -vertida en su discurso del 21 de mayo- en orden a que Chile "llegó tarde a la revolución industrial". No hay tal. Lo que hubo fueron ocasiones estragadas. Por otro lado, nunca es tarde para dejar atrás la pobreza, pero se advierte que ello pasa por abandonar esa agenda "valórica" que desgasta y  debilita. Esas propuestas presentadas como modernizantes son veneno para nuestra identidad.