Con todo el poder revolucionario

Hora de enfrentar a la plutocracia usurocrática

El corporatismo, que tiene sus antecedentes revolucionarios en el anarco-sindicalismo, ha sido uno de los rasgos del sistema político. No se trata —en una visión reduccionista— de la alianza entre el capital y el trabajo, teniendo como árbitro al Estado, a fin de preservar la paz social.

En su sentido genuino y autogestionario —que ha evolucionado con pensadores como Hugo Spíritu—, consiste en que: “El trabajo sea el factor de unidad, de participación de los operarios tanto en el capital accionario de la empresa como en sus decisiones”.

Mas en el país, el corporatismo viciado se transformó en una forma de control político verticalista, cuando su estructura es suficientemente flexible para hacerse horizontal, en cuanto responde a la integración por ramas productivas, a su vertebración sindical, y a la unidad que proporciona la vocación profunda de la actividad de los operarios, para evitar así su atomización, en intereses individualistas, sujetos a la explotación del capital y del Estado burgués o del capitalismo de Estado (marxismo).

La actual movilización sindical en el país, debida a la decisión que la partidocracia para cargar impositivamente las prestaciones de los obreros, ha conformado un bloque anarco-sindicalista (Georges Sorel). Cabe señalar que el corporatismo excluye la lucha de clases, ya que el Estado tutela y protege los derechos de los obreros y es muestra de la unidad nacional; en cambio, el anarco-sindicalismo enfrenta por la lucha de clases al Estado-policía-burgués.

En este sentido, el sindicalismo ha sufrido por la globalización una desarticulación sistemática, para dejar en la indefensión a los obreros, sujetos a la “mano invisible del mercado”; en realidad, a una sobreexplotación, que igualmente afecta a la clase media.

Fox, al promover cargar fiscalmente a los operarios con modificaciones al ISR, ha potencializado un tipo de anarco-sindicalismo, que consiste en la confluencia de centrales obreras de distinto signo ideológico, que ha sido una de sus características, al revés del sindicalismo marxista que obedece a un comité central y que es clasista, en cuanto niega el sentido identitario y comunitario de los obreros, por una falsa conciencia de clase.

Vuelve a erguirse el mito revolucionario de la huelga nacional, que hoy representa una posibilidad real.

Es la hora de enfrentar a la plutocracia usurocrática con todo el poder revolucionario.

José Luis Ontiveros

robinsonliterario@prodigy.net.mx