CRIA CUERVOS...

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El Dr. Farini visitó como médico al hijo de Mitre. Después Divus Bartolus lo invitó a pasar a conversar a la sala, y en lugar privilegiado, Farini descubrió una miniatura de Rosas.

Extrañado el Dr. Farini de que Mitre, antirosista acérrimo, tuviera una miniatura de Rosas, le pidió explicación:

- ¿Y esta miniatura?
- Don Juan Manuel – dijo Mitre - ¿le extraña?
- No es para menos – sin salir de su asombro - ¡ Un retrato de Rosas en su casa ?
- ¿No sabe Usted que yo le debo al vida a don Juan Manuel?
- ¿Cómo? – preguntó Farini.
- Le explicaré – dijo Mitre – cuando yo era chico y vivía en al estancia de Gervasio Rosas, a cuyo lado me crié, cierta vez éste me envió a una estancia vecina ubicada en la margen opuesta del Salado. Había llovido bastante y el río estaba algo crecido. Yo no era baqueano en los pasos y buscaba el más aparente para vadearlo, y ya iba a intentarlo por donde mejor me pareció, cuando surgió de improviso un jinete muy apuesto y muy bien aperado que me gritó:

- Chiquilín ¿que vas a hacer?
- Voy a pasar el río, Señor.
- Por ahí no, criatura, te vas a ahogar – y agregó imperativo, dando espuelas a su caballo - ¡Sígueme!
- Yo le obedecí – dice Mitre – y anduvimos silenciosamente varias cuadras costeando el río, hasta que en determinado paraje me dijo:

- Ese es el vado más seguro. Agarrate bien de las crines de tu caballo y andá tranquilo, pero fijate bien para no errarle en el regreso.
- Gracias señor, le respondí.
- ¿Y como te llamas? – me preguntó entonces el providencial personaje.
- Bartolomé Mitre, señor – le respondí.
- ¿De donde eres?
- De lo de don Gervasio Rosas, señor.
- Ahjá, Decile a Gervasio que dice su hermano Juan Manuel que no sea bárbaro, que no se envía a una criatura como vos a cruzar el Salado. ¡Y dale recuerdos míos!

- Con este antecedente, imagínese, mi querido Farini – terminó Mitre - que tengo razón para tener al efingie de Rosas en mi escritorio, debiendo advertirle que esa ha sido la única vez que he visto personalmente al terrible don Juan Manuel, contra quién debí escribir tanto después.
(Cesar Grass: “Rosas y Urquiza – Sus relaciones después de Caseros. Bs.As. 1948)

El joven Mitre no logra adaptarse a la férrea disciplina de la estancia "El Rincón de López", regentada por Gervacio, y cuando tenía 14 años es devuelto por Rosas a su padre con estas palabras:

"Dígale a Don Ambrosio que aquí le devuelvo a este caballerito, que no sirve ni servirá para nada, porque cuando encuentra una sombrilla se baja del caballo y se pone a leer."

Moraleja: cría cuervos y te sacarán los ojos.