ISRAEL DESATÓ EL GENOCIDIO EN PALESTINA

Fuente ABC de España

publicado en Weblogs Libres - http://comunidad.libreopinion.com/

Gaza fue un matadero. Para aproximarse siquiera a la dimensión de la carnicería monstruosa que sufrió la franja palestina, era ayer necesario ver a los sanitarios del hospital central de Shifa limpiando sin descanso, hora tras hora, con fregonas pestilentes, los chorros de sangre que iban derramando las camillas de los heridos hasta encharcar la entrada de urgencias. Durante la madrugada, los heridos desventrados, los que escaparon salvajemente amputados, pero todavía con un hilo de vida, a los primeros ataques aéreos israelíes, que a las nueve de la mañana ya habían dejado 14 muertos. Más tarde aparecerían en un goteo continuo y espeluznante los heridos por las balas. Hombres jóvenes con medio cráneo reventado por los disparos de la infantería hebrea.

Decenas de hombres con el cuerpo cuajado de agujeros de metralla, que proferían desgarradores alaridos al grito de “Allah es grande” al ser bajados de las ambulancias, que retornaban de nuevo al campo de batalla sin esperar apenas a que la víctima estuviera del todo en brazos de los médicos.

El hospital de Shifa fue lo más parecido a un degolladero, un hediondo escenario de sacrificio de animales, donde las fuerzas de Hamas trataron a ratos de contener en las puertas la histeria de la gente, que se desataba según llegaban las noticias de la morgue: veinte muertos, treinta muertos.

Recitar versículos

Los imanes de las mezquitas recitaban con furia por los altavoces versículos de guerra y de lamento sacados del Corán. Más de 55 cadáveres, entre ellos cinco niños, de ellos, dos bebés, cuando todavía no había terminado el sábado primero de marzo. Las 24 horas en que la franja de Gaza registró la mayor matanza desde la Guerra de los Seis Días, según destacó ayer un portavoz sanitario palestino.

Si Israel había amenazado el viernes a Gaza con un holocausto en un presunto desliz semántico del viceministro de Defensa, Matar Vilnai, el presidente palestino, Mahmud Abbas, retomó ayer el lapsus para condenar la matanza. “Esto es más que un holocausto”, sentenció. Al final del día, el jefe de su equipo, que negocia con Israel el proceso de paz posterior a Anápolis, Ahmed Qureia, hablaba de suspender el diálogo ante la indiferencia del Gobierno hebreo. “No afectará a la operación”, sentenciaba la ministra judía de Exteriores, Tzipi Livni.

La brutal campaña militar desarrollada ayer por Israel arrancaba al filo de las dos de la madrugada hora local. Tras el espejismo de un viernes en relativa calma, y de los 32 muertos acumulados entre el miércoles y el jueves más uno en Sderot, la Brigada Givati reforzada por tanques penetraba en la franja por el este. Tenía orden de “atacar las áreas donde están las organizaciones terroristas y lanzan sus cohetes”, en una operación presuntamente quirúrgica a la caza de milicianos.

Los combates, apoyados por helicópteros y F-16 que no pararon de rugir en toda la noche, dejaron en su avance hacia el campo de refugiados de Jabaliya dos soldados judíos muertos y la primera decena de bajas en las filas palestinas. La mayoría eran combatientes de Hamas y la Jihad Islámica, pero entre ellos también se contaron dos hermanos de 15 y 17 años -Jacklyn e Yhad Abu Shbak-, que fueron abatidos por sendas balas que atravesaron la ventana de su casa y les alcanzaron respectivamente en la cara y en el pecho. Poco más tarde, otras dos hermanas, de 13 y 17 años, fallecerían víctimas de un misil que destrozó su hogar.

Batalla encarnizada

En medio de la batalla encarnizada, que en torno a la una de la tarde llegó al entramado urbano de Jabalya convirtiendo a sus habitantes en rehenes, los milicianos siguieron lanzando cohetes. En su frenesí, uno de los kassam golpeó una vivienda en la zona centro de la franja, matando a un bebé judío de un año. A lo largo del día, 40 de estos proyectiles artesanales impactarían en territorio israelí, doce de ellos en Ashkelon, donde se registraron dos heridos víctimas de un katiusha y varias personas fueron atendidas por “shock”.

En el día, en el hospital palestino de Shifa ingresaron 164 heridos, 16 en un estado tan crítico que el Ministerio de Sanidad, a través de su portavoz, los dio prácticamente por muertos.

Testimonios de la masacre

“No podemos ponernos de pie ni para mirar lo que está pasando… mi familia se arrastra por el suelo lo más lejos posible de las ventanas, están matando a nuestros vecinos a través de las ventanas. A los hermanos Abu Shbak los ha matado un francotirador en su propia casa… están disparando por todas partes, las balas pegan en la fachada…llevamos así desde anoche”. La voz de Kamal Abu Yussef, miembro del Cuerpo de Defensa Civil de Gaza y padre de cuatro hijos, sonaba ayer desesperada a través del teléfono, cuando maldecía su suerte de sentirse prisionero en su propio hogar.

Si Israel entró ayer a fuego en la franja en nombre de la defensa de su ciudad de Ashkelon y de sus 120.000 habitantes, su operación condenaba ayer al miedo y a la humillación de convertir en rehenes inocentes a otras 120.000 personas: los vecinos del campo de refugiados de Jabaliya. Palestinos bajo tutela de la ONU que, como Kamal Abu Yussef, vieron cómo, desde la madrugada, el fuego cruzado se intensificaba poco a poco en sus calles, hasta alcanzar al filo de la una de la tarde y para el resto del día la categoría de una batalla campal. “Los niños gritan, no sabemos qué hacer ya por ellos, -clamaba-, los tanques retumban a la derecha y a la izquierda, ¿cuánto va a durar esto?”.

Jabaliya se convertía ayer en objetivo de la furia israelí en atención a las informaciones militares que apuntan a que, entre su área éste y el terreno de 2,5 kilómetros que separa el campo de la frontera, se concentran las lanzaderas de cohetes artesanales que las milicias de Hamas y la Jihad Islámica utilizan contra Israel.

Armas ligeras y lanzagranadas

Antes de que la ciudad quedara atrapada e inaccesible bajo los combates, ABC pudo comprobar cómo en sus esquinas se acumulaban los combatientes islamistas, pertrechados con armamento ligero y lanzagranadas RPG a la espera de los soldados judíos que, en efecto, llegarían horas más tarde hasta sus posiciones. “Estamos aquí para matar a cualquier sionista que se acerque”, anunciaba un encapuchado, “la resistencia palestina se ha desarrollado y nuestros últimos cohetes pueden ir más allá de 20 kilómetros, es la primera vez en nuestra historia que lo conseguimos”. El sobrevuelo feroz de un F-16 directamente sobre sus cabezas les hizo hervir de ira. “Acabaremos con ellos”, rugían.

Al cierre de esta edición, el campo de refugiados de Jabaliya permanecía sitiado por las tropas hebreas, que sólo concedían permisos a las ambulancias para retirar cuerpos y heridos.