El juicio llevado adelante contra un militar israelí acusado de maltratar a un palestino ha permitido ventilar, a través de las declaraciones del inculpado y de otros testigos, el lado oscuro de una fuerza que cada día parece responder más a las directivas de rabinos y colonos que a sus propios mandos.

EL EJÉRCITO ISRAELÍ, AL DESNUDO

por Daniel Kupervaser

 

El striptease es un espectáculo de dudoso contenido artístico o cultural aunque muy popular y ampliamente difundido como medio de distracción y esparcimiento. El público disfruta de la función en donde los o las strippers (al menos en este campo ya tenemos igualdad de sexos) se despojan espectacular y provocativamente de sus prendas exteriores y permiten “deleitarnos” de una visión directa de sus “autenticidades interiores”.

La esencia de la diversión se basa en la participación de esbeltas y seductoras mujeres o bellos y esculturales jóvenes, pero, cuando el stripper es nada más y nada menos que el ejército de Israel, el espectáculo se transforma en un verdadero drama o una tragedia.

En septiembre del 2008, el joven teniente Adam Malul comandó un pelotón en una rutinaria misión de patrullaje en la aldea Kadum, localizada en el centro de Cisjordania. Muy compenetrado de la importancia de su misión, el pelotón detuvo a un palestino, y en su afán de obtener información en el interrogatorio, el teniente Malul, aparentemente, se sobrepasó cuando recurrió a apremios y violencia física. La información trascendió y la fiscalía militar acusó a Malul de uso indiscriminado de violencia y fuerza contra un indefenso detenido. La apertura del juicio y los acontecimientos que se suceden dentro y fuera del foro judicial distan mucho de ser una causa procesal y el accionar de sus partes lo convirtió en un verdadero show de striptease del ejército.

Ante las graves acusaciones del fiscal militar, el inculpado teniente Malul dio rienda suelta a su lengua detallando el accionar de las unidades en las calles de las aldeas árabes: “Yo no me avergüenzo de haberle dado una cachetada a un palestino, pues eso era lo que había que hacer. Mis comandantes en los operativos -el jefe de la escuadra, el jefe del batallón y el comandante de la brigada- apoyaron mi accionar pues eso es lo que me enseñaron mis superiores” .

En un gesto de solidaridad y protección, el mismísimo comandante de la brigada del teniente Malul, coronel Ytai Vairov, se presentó ante el juzgado y declaró: “Una cachetada, a veces un golpe en la nuca o en el pecho, a veces un rodillazo o acogotar para tranquilizar, son medios razonables. Como antítesis de expresiones universales según las cuales un juez prefiere diez acusados libres a que un inocente entre en la cárcel, nosotros irrumpiremos en mil casas para encontrar un rifle Kalachnikov. Nosotros detendríamos, interrogaríamos y emplearíamos apremios físicos acordes a cada persona para poder llegar a un solo terrorista”. Posteriormente, el coronel Vairov confesó: “Toda la coacción que aplicamos, en su mayor parte, está destinada hacia población que no esta involucrada”.

Estas declaraciones arrastraron paralelamente enormes olas de censura y apoyo. Los grupos civiles que luchan por los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados exigieron enjuiciar al coronel Vairov, así como que se aplique una severa sanción al teniente Malul. Por lo contrario, los sectores allegados a la colonización judía de Cisjordania aclamaron el arrojo y valentía de estos oficiales y demandaron la suspensión del juicio.

En una clara manifestación de rebelión contra la autoridad del ejército de Israel, el 28 de julio último un grupo de activistas autodefinidos como “Alumnos del rabino Guinzburg” se instalaron nada menos que en la puerta del Departamento de Alistamiento de Tzáhal y distribuyeron un panfleto a los nuevos soldados enrolados “instándolos a no contar a sus comandos los casos en los cuales lleguen a usar violencia contra palestinos y no colaborar con la policía militar si es que sospechan de ellos”. Por supuesto que no se tomó ninguna medida contra esta patente provocación. El rabino Guinzburg es un sobresaliente líder espiritual de los colonizadores judíos de Cisjordania y autor del libro “Baruch, el macho”, que no es más que una apología a Baruch Goldstein, quien años atrás cometió un horrendo crimen asesinando a decenas de inocentes palestinos que estaban rezando en la mezquita de Hebrón.

El asombro y el desconcierto se apoderaron del alto mando del ejército hasta que el comandante de la región centro, general de división Gadi Shamni, citó al coronel Vairov inscribiendo una seria amonestación en su foja de servicios. Posteriormente, y en declaraciones públicas, el general Shamni agregó: “El comandante de toda patrulla tiene la autoridad de evaluar el uso de distintos medios en su operativo, pero de ninguna manera se puede permitir trasgredir límites muy claros que le fueron demarcados. Si así ocurre se lo debe enjuiciar. Al comandante de patrulla no le está permitido, de ninguna manera y en ningún caso, el uso de la fuerza cuando interroga a palestinos”

Este show de striptease de Tzahal llegó a su máximo éxtasis y el país a un asombro total, cuando en forma insólita el joven teniente Malul se refirió a las declaraciones del veterano general Shamni con las siguientes expresiones. “El general Shamni vive sentado en el mirador de su fortaleza, alejado de sus soldados para conservar limpia su hermosa cara. Tzahal está metido en la mierda y alguien se tiene que ensuciar las manos. Me eligieron a mí como chivo expiatorio de todos los casos que ocurren en Cisjordania. El general Shamni no tiene idea de lo que ocurre en las calles de las aldeas árabes pues está totalmente desconectado. El solo trata de mejorar la imagen de Tzahal”.

Lo que se desnuda delante de la platea del mundo no es una vedete o un joven modelo dotados de siluetas despampanantes y gestos muy eróticos, sino las contradicciones de un ejército tratando de controlar a una población civil para permitir a otra que conquiste y colonice sus tierras. En su actuación en Cisjordania, Tzahal se desprende de sus confusos uniformes de humanismo y moralidad, tal como permanentemente garantiza el ministro Barak, para mostrarnos su verdadera figura y cuerpo de ensañamiento y crueldad.

Una parte importante de los oficiales de niveles medios y bajos están cada vez más relacionados con los colonizadores judíos y con el tiempo prefieren seguir sus instrucciones y no las del alto mando militar.

Si no se presta suficiente atención, no cabe duda de que en Cisjordania estaremos en presencia de un Tzahal que está perdiendo la verticalidad de los mandos, que están pasando a ritmo acelerado a manos de los rabinos y líderes de los colonizadores judíos de Cisjordania. Ojalá me equivoque.