El fin de lo malo y el comienzo de lo peor

     En 1991 se declaró el comienzo de lo que se conoce como período especial en tiempos de paz. En febrero de 2003 se dio a conocer el fin de dicha etapa. En fecha reciente Fidel Castro anunció un crecimiento económico del 7 por ciento. Muchos opinaron que debía tratarse de alguna broma o de un rebuscado acertijo. No es así.

     Para el imaginario gubernamental y sus retorcidas nociones sobre nación, patria y sociedad, Castro tiene razón. En ese contexto, y bajo esas premisas la tiene. La economía, según la filosofía gubernamental cubana, abarca sólo las parcelas estatales. La vida de cada ciudadano y sus más caras aspiraciones son ajenas a la óptica del estado.

     El llamado período especial comenzó en 1991 cuando llegó a su fin el generoso subsidio soviético. Es coherente que concluya con el inicio de otro subsidio. Esto es lo que ha pasado. Cuando Castro habla del fin del período especial se refiere al fin de una situación que afectó las necesidades del estado y su supervivencia. No se refiere para nada a las expectativas del cubano promedio.

     El crecimiento de un 7 por ciento en los indicadores económicos no está relacionado con una mejora en la canasta básica o en cualquier otro indicador de interés para el ciudadano. Se refiere a la capacidad de maniobra del estado-patrón. Se trata de una ampliación de sus posibilidades adquisitivas. Una victoria en su "guerra contra todo el pueblo". Nuevas potencialidades para endurecer el discurso represivo.

     Los generosos subsidios recibidos y por recibir de Venezuela marcan esta interesante pauta. Determinan el fin de un período especial y de algunos dolores de cabeza para el régimen.

     Esta ayuda canalizada por el caudillo populista Hugo Chávez le ha permitido al régimen endurecer su discurso externo e interno. También la regresión a esquemas económicos de los años sesenta y setenta. El puño represivo que amenaza a opositores, disidentes, periodistas y pueblo en general, se nutre de ellos.

     Mientras, la calidad de vida del cubano continuará por debajo de los patrones normales aceptados. Inclusive de los conocidos en Cuba antes del triunfo de la revolución. La ayuda concedida por el caudillo Chávez será usada para reforzar los amarres totalitarios que pesan sobre Cuba.

     Para el cubano, tanto el fin del período especial como el crecimiento económico de un 7 por ciento son el fin de lo malo y el comienzo de lo peor. No se trata de una imagen literaria. Es algo más terrible y concreto. Es la certeza de estar frente a un estado caníbal. Estado dirigido por una élite que insiste en mantener a Cuba bajo arresto. Todo para perpetuar las prebendas del poder absoluto. Pobre Cuba !

Juan González Febles