FRANCISCO ANTONIO ENCINA

 

por el prof. Pedro Godoy P.  (*)

 

 

Fue Premio Nacional de Literatura. En su momento no existían los otros galardones. Debió haber sido Premio Nacional de Historia y también por cierto Premio  Nacional de Educación. Lo primero no sorprende, pues allí están solemnes y controvertidos sus 20 volúmenes de Historia de Chile. Sin embargo, ¿por qué juzgarlo merecedor de la recompensa  que distingue a la docencia? La respuesta está en su contribución a la pedagogía. Paradoja: no es hombre de aula. Estudió derecho en la U de Ch. Se titula de abogado y jamás ejerce. Se desempeña por un periodo como diputado. En torno al I Centenario –con Guillermo Subercaseaux, Luis Galdames, Tancredo Pinochet y otros notables chilenos- funda el Partido Nacionalista extinguido en 1920. Se debe insistir: ese  nacionalismo es libertador y  antagónico a la patriotería.

 

La duda persiste ¿por qué Premio Nacional de Educación? En 1912 interviene en una asamblea sorprendente por su solvencia científica. Critica la escuela tradicional como una institución extraña a los intereses y anhelos del país. Postula, en consecuencia, otro tipo de plantel nacionalizador que adiestre para el trabajo productor y la aventura pionera. Es la ytesis de Simón Rodríguez. El mensaje de Encina es hasta hoy campana de palo. Los centros de preparación del magisterio cierran  las puertas a su doctrina. Allí ingresan “en gloria y majestad”  los teóricos euroyanquis y nunca el discurrir de este criollo que equivale aquí, con las diferencias del caso, a Jauretche. Sus obras “Nuestra inferioridad económica” y “La educación económica y el liceo” conservan vigencia. Hoy enriquecerían el debate pedagógico.

 

 

 

(*) Centro de Estudios Chilenos CEDECH