REVISTA SIEMPRE, domingo 29 de enero 2006

Fue latifundista, intolerante y sectario
En Juárez no hay ninguna grandeza

Por: José Luis Ontiveros

Ninguna nación que se deforme por la falsificación histórica podrá tener redención, este es el caso de México y del culto a Benito Juárez con motivo del bicentenario de su nacimiento.

En lugar de proceder al revisionismo sobre esta figura que Ignacio Ramírez, El Nigromante, describe en términos lapidarios el más odioso de nuestros personajes es Juárez, se reúnen una serie de lugares comunes cursis que proclaman desde la ignorancia supina del rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, hasta el testimonio senil de La Monchi, bajo los auspicios de López Obrador, en tributo servil de quien traicionó a México, mostró crueldad y arbitrariedad, colonialismo ideológico, creó el latifundismo y el liberalismo absolutista.

Juárez no es un mito, en el sentido del griego mythos (fábula, leyenda) que Eliade reivindica en su significado de historia intemporal; es una forma estridente de mitote: bulla, aspaviento, alboroto, chisme. De ahí que sea imperioso atreverse a disentir de este festejo que es más bien recuerdo fúnebre de la Patria entregada al yanqui en el Tratado Mac Lane-Ocampo, suscrito en Veracruz, el aciago 14 de diciembre de 1859 por Robert Mac Lane, ministro de los Estados Unidos en México y Melchor Ocampo, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Juárez, cuyas cláusulas nos reducían al coloniaje al dar a los yanquis el paso a perpetuidad por el Istmo de Tehuantepec, la venta de Baja California, el dominio de la línea fronteriza, ello se une a que estando ya cercado y en derrota el ejército liberal en Veracruz, fueron dos fragatas de la marina de Estados Unidos las que impidieron que el general Miguel Miramón, herido en la defensa del Alcázar del Castillo por los invasores, cuando era cadete del Colegio Militar, diera la puntilla a un jefe de facción que de acuerdo a Bulnes durante los 14 años que gobernó nunca fue votado, esto es, fue un gobierno de facto, basado en la burla a la ley y sin ninguna legitimidad. Su gobierno en huida perpetua se hubiera desplomado sin el yanqui al que tuvo como amo.

No hay en Juárez ninguna grandeza, destrozó el sistema de educación y de salud, y otorgó grandes extensiones de tierra a la oligarquía liberal. Su laicismo fue de índole intolerante y sectario. Nunca fue magnánimo ni en la victoria ni con sus propios generales. El culto a Juárez que aún padecemos es obra de Porfirio Díaz. Resulta desolador que el país siga una carpa fársica de jacobinos de época terciaria.

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