LA PALESTINA OCUPADA Y LA PALESTINA ERRANTE

Por Isaac Vásquez Cruz

 

El conflicto árabe-israelí se ha mantenido por algunos medios de divulgación tan solo como una guerra antagónica entre dos sectores religiosos opuestos, en donde se satanizan a unos y se santifican a otros, pero, los objetivos económicos y políticos sobre el hemisferio de Oriente Medio se ocultan bajo intentos de paz, discursos alentadores y guerras previamente diseñadas.

A causa de la creación del estado judío, en 1948, por la Organización de las Naciones Unidas, sobre la tierra de Palestina, esta se dividió en tres partes: la zona árabe o la Franja de Gaza, con más de un millón de palestinos, Jerusalén como ciudad internacional libre para las tres religiones más grandes del mundo; y por supuesto, el estado judío, con más de 600 mil habitantes y un 55% de territorio palestino asignado. Por consiguiente, el debate religioso se transformó en problema de consenso entre musulmanes, cristianos y judíos con respecto a Jerusalén, considerada una ciudad santa que les pertenecía a todos.

Antes y durante la Primera Guerra Mundial, la zona palestina era un punto de estrategia británico en la contención del Imperio Otomano que amenazaba expandirse hacia Europa del Este. Pronto, se planteó la conocida Declaración de Balfour, la cual enunciaba crear un estado judío en palestina, una zona de influencia para el predominio ingles. Luego de creado el estado israelí, Inglaterra desgastada por la guerra ya no pudo controlar el conflicto entre judíos y palestinos, delegando el control del territorio a Estados Unidos, quien desde 1948 se convirtió en el principal aliado de Israel e impulsor de las estrategias de control sobre Oriente Medio. La importancia israelí en el hemisferio era principalmente político, debido a que la Unión Soviética había comenzado con la expansión del modelo socialista, y no existía mejor espacio territorial que Israel para neutralizar el avance soviético hacia Oriente Medio, de donde la Casa Blanca temía que el socialismo se expandiera hacia el norte de África.

Por otra parte, un punto estratégico en este espacio continental era el canal de Suez, donde Francia e Inglaterra buscaban mayor influencia en el medio oriente, tratando de sobreponerse a un recalcitrante nacionalismo árabe, a la vez que también cobraba más fuerza el episodio de la Guerra Fría entre la URSS y Estados Unidos. No obstante, la contienda por el control del canal de Suez en 1956 fue un fracaso para franceses e ingleses quienes no lograron su objetivo sobre esta zona de influencia, porque Egipto terminó bloqueando el canal y protegiéndolo de la invasión franco británica.

En vista de que en 1973, durante la Guerra del Yom Kippur, las naciones que forman la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), redujeron los suministros de petróleo en un intento por frenar a Estados Unidos y los países de Europa Occidental favorables a Israel, causando una seria escasez de crudo que provocó una crisis energética con altos porcentajes de inflación sobre los combustibles y sus derivados. De manera que las potencias mundiales, específicamente Estados Unidos, reconocieron su relativa debilidad en el abastecimiento energético y decidieron crear una política que les permitiera el control total sobre el 55% de las reservas de petróleo de todo el planeta localizadas en cinco países de Oriente Medio, de los cuales Arabia Saudí e Irán poseen el 32% de reservas de crudo en el hemisferio arábigo.

La maniobra geopolítica norteamericana para dominar Oriente Medio se conocería como: La Doctrina Carter, la cual literalmente sostiene que: “Cualquier intento de parte de otra fuerza [ajena a los EE.UU.] de obtener el control del Golfo Pérsico, será considerado como ataque a los intereses vitales de los Estados Unidos y será rechazado por todos los medios necesarios, incluyendo los militares”. Tan pronto como fue posible, Estados Unidos realizó un despliegue militar conocido como Comando Central de los Estados Unidos para conducir operaciones militares en Oriente Medio, contando con bases aéreas en Bahréin, Océano Indico, Omán, Arabia Saudí y el archipiélago Diego García que arrenda a Inglaterra.

No obstante, la aplicación de esta doctrina podría consentir una posible reorganización del mapa en Oriente Medio, por uno donde las reservas petroleras de Arabia Saudí, Irán y Kuwait, estén bajo una poderosa “Zona de influencia Americana”, creando un Israel con mayor alcance territorial que incluya los Altos del Golán, Cisjordania, parte de Siria y la Franja de Gaza. Por lo tanto, no es extraño que el estado hebreo no acepte una firme negociación de paz para evitar la guerra.

Todo lo contrario, el objetivo geopolítico de Israel es ser una “bomba detonante” para provocar un conflicto a escala hemisférica que comenzaría con la agresión a Palestina, quie posiblemente pudiese ser auxiliada militarmente por naciones árabes como Irán, Turquía, Siria y Líbano.

Luego, con prontitud actuarían los aliados israelíes conformados por Estados Unidos, Inglaterra y Francia, bajo la bandera de la OTAN, para frenar el levantamiento árabe, con el objetivo de posicionarse de toda la región medio oriental. Por lo tanto, no es una casualidad que el estado judío siempre esté provocando guerras bajo cualquier método estratégico, como la invasión a la Franja de Gaza a finales de 2008 y principios de 2009, genocidio en el que murieron más de mil palestinos civiles y unos 400 niños inocentes; luego, el asalto a la Flotilla de la Libertad el pasado 31 de mayo, barco turco que transportaba 10 mil toneladas de ayuda humanitaria para un pueblo que vive más de tres años un fuerte bloqueo económico por parte de Israel, hecho que fue calificado por el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, como un “acto inhumano de terrorismo de estado”, también la representante de Brasil, María Luiza Ribeiro, señaló que el ataque israelí pone de manifiesto “la necesidad de levantar el bloqueo de Gaza” por ser “violatorio del derecho internacional”, asimismo la Comunidad Internacional ha condenado estos hechos calificándolos como terroristas y genocidas. Desde el análisis de la Teoría Idealista de las Relaciones Internacionales, se califica una intromisión geopolítica por una potencia imperialista, como violación a los principios del derecho internacional de la soberanía de los pueblos; en cambio, la Teoría del Realismo Político, nos explica con claridad que los imperios diseñan las leyes internacionales para defender su soberanía territorial y desquebrajar la de los estados débiles.

En conclusión, cualquiera que sea la teoría utilizada para analizar los fenómenos internacionales, la realidad presenta el problema árabe-israelí como una amenaza latente para el progreso y la paz mundial, donde existe la posibilidad de explotar un conflicto nuclear nocivo, no solo para Oriente Medio, sino para todos los seres vivos del planeta que no tenemos parte en las incisivas ambiciones de poderosos sectores económicos mundiales que actúan con la máxima de Maquiavelo: “El fin justifica los medios”.