Nota: La siguiente reedición aporta algunos datos y conceptos coincidentes con el artículo recientemente difundido del doctor Juan de Dios Romero "Sobre la construcción de un organismo de inteligencia hábil en la Argentina". Servirá también como base de una breve consideración posterior de una hipótesis de conflicto interior relacionada con la llamada Ley Antiterrorista.

 

  

 

Archivo Carta Argentina, 24/3/06

 

2ª Edición

 

ESPIONAJE NAVAL. DOBLE IDENTIDAD

 

Por Carlos M. Duré

cmd@cartaargentina.com.ar

 

A la hora en que se esté recordando el golpe civil y militar de 1976 probablemente el buque de la Royal Navy HMS Endurance, que participó de la guerra de Malvinas, ya haya concluido sus reparaciones en Puerto Belgrano, provincia de Buenos Aires, y estará zarpando hacia su apostadero en Puerto Argentino.

 

Simultáneamente, se supone que el juez federal de Rawson, Dr Pletger, y el jefe de estado mayor de la Armada, almirante Godoy, estarán desentrañando el por qué y el para qué el jefe de inteligencia naval recopilaba información sobre ciudadanos argentinos entre los que se encontraban el gobernador de Chubut, la ministra de defensa y el propio juez ya citado.

Es decir, estarán ocurriendo dos hechos que explican parcialmente el golpe del 76.

 

Que la marina comedida le cambie alguna pieza defectuosa a un buque de guerra - cuya misión es mantener por la vía de la disuasión (o a cañonazos) la ocupación británica de territorio argentino - se justificaría si fuera señal de que ambas partes se están amigando para una futura restitución de las Malvinas.

 

Que la marina haga espionaje interior aunque lo prohíba la ley de defensa nacional no es una excepción en el mundo entero (ni siquiera es una excepción bajo el gobierno de Néstor Kirchner o de sus predecesores, pues en el 2004 pasó lo mismo en el cuerpo de ejército III) desde que las guerras se han quitado el uniforme y las fanfarrias, desde que oficiales británicos o israelíes entrenan mercenarios locales disfrazados de custodios de bancos.

 

Pero ni el Endurance viene a reconciliarse para devolver el archipiélago ni el contraespionaje busca sicarios del imperialismo. El buque inglés hace acto de presencia a manera de apriete. Y aprieta de tal manera que el "oreja de goma" que debería haber aprovechado la ocasión para espiar a los marinos británicos se puso a confeccionarle carpetas sobre el enemigo interior.

 

Ese tipo de obediencia debida al imperialismo no es una cuestión simplemente militar sino un rasgo de debilidad de la identidad nacional de ciertos sectores sociales adulterados por la propaganda, en el caso de la clase media pudiente, y la coparticipación en la prosperidad norteamericana (como diría Harry Trumman), en el caso de sus empleadores.

 

En Estados Unidos pasaron dos cosas exactamente iguales a las que se relaciona al principio, mas sus efectos fueron los contrarios

 

Aun con escándalo de por medio, la ratificación del espionaje interior por el presidente Bush no altera el pulso de la nación ni con los peores efectos (hay 10 000 desaparecidos desde el 11 / 9 / 01) ya que a nadie – mucho menos al presidente - se le ocurriría pensar que la medida afectará la soberanía ni los intereses de USA ni a su sistema de valores.

 

El otro hecho fue el intento inglés de vender la administración de puertos norteamericanos a un grupo árabe. La ponencia del Congreso de USA fue tan terminante que primero disuadió a los ingleses y después obligó a los árabes a vender sus acciones portuarias. Como todo el mundo sabe EE UU mantiene una situación de guerra en el mundo árabe por lo que no distingue árabe amigo de enemigo.

 

En resumidas cuentas: el espionaje anti musulmán de Negoponte y la veda de puertos a los árabes están fuera de toda sospecha en Estados Unidos; la estadía de un buque de guerra inglés en una base naval argentina y el espionaje político de la inteligencia naval están dentro de todas las sospechas. La fuerza de la identidad nacional hace que sean bajísimas las probabilidades de que un militar norteamericano traicione a su patria. La flacura de la identidad nacional hace que sean bajísimas las probabilidades de que un espía de la marina argentina traicione a Estados Unidos.

 

 

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