¿EXISTIÓ BEN LADEN?

por  Alberto Buela (*)

 

Los yanquis acaban de matar a Ben Laden después de diez años de tratar de cazarlo. Poco menos que parece que mataron al diablo. Pero hasta ahora no se vio ni una foto ni un indicio del cuerpo y para colmo el cadáver lo arrojaron al mar.

En todos estos años hemos visto siempre, más o menos, las mismas filmaciones de Ben Laden: tirando unos tiros con su ametralladora, rodeado de otros combatientes musulmanes, caminando por una cuesta o sentado delante de una pared oscura.

Pero nunca lo vimos dándole la mano a un occidental. O posando en una foto junto a algún blanquino y rubión. Nunca vimos un reportaje de la BBC o de esos extraordinarios periodistas que tienen los yanquis para reportear a los más sanguinarios dictadores de África y América. De eso no vimos nada.

Ninguno de los miles de dirigentes revolucionarios de Occidente lo vio jamás ni nunca nadie se entrevistó con él.

¿Existió Ben Laden? O mas bien fue una creación norteamericana. ¿No será uno de los tantos espejitos de colores que nos venden a los bolis?

Seguramente que dentro de unos días nos van a sobrellevar con datos de ADN, cifras de cantidad de balas empleadas y helicópteros utilizados, barcos y aviones, radares y marines. Y todo va a volver a la normalidad. Pero lo cierto es que “nadie lo vio”.

Bueno, ahora bien, suponiendo que haya existido ¿se justifica festejar la muerte de un hombre?  No. Su magnicidio es duelo para todo el tercer mundo, afirma nuestro buen amigo Pedro Godoy. Porque si lo pensamos un poco Ben Laden era un impedimento, un katéchon, a la realización universal y sin trabas del “american way of life”.

Seguro que alguno me va a retrucar, pero Ben Laden era anticristiano y así se presentaba él en los videos que nos mostraban. Afirmaba que W. Bush era un cruzado y cosas por el estilo. Le respondo: nunca habló del Papa.

Se impuso, sin que medie la acción de nadie, en política internacional la distinción entre el cristianismo católico y el cristianismo protestante. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

 

(*) alberto.buela@gmail.com   -   www.disenso.org