LA PATRIA HISPÁNICA

por Luis Erraiz   -   http://patriayresurgir.wordpress.com

 

Somos conscientes de que la idea de Patria tiene en la actualidad unas connotaciones ideológicas normalmente negativas; connotaciones que, por otra parte, son completamente ajenas a su verdadero sentido histórico. De ellas, solo admitiremos una: la defensa de una identidad contra el ataque internacionalista homogeneizador de las Culturas. El resto de nuestras ideas será fruto de una afirmación rotunda, de una construcción doctrinal ajena a toda lo arcaico, retrógrado, anticuado o antirrevolucionario. Defenderemos el dinamismo creativo frente a el estatismo de la mera supervivencia ideológica.

Constantemente hablamos de que se impone, entre otras cosas, reestructurar la economía, pero eso no sería más que una faceta de nuestra cosmovisión: el socialismo. La otra es el patriotismo y este nos impone además una reestructuración territorial y la reconsideración de ciertas cuestiones. Nosotros, que nos consideramos herederos de los que veían a “España como problema” frente a los que veían a “España sin problema” o a los que, directamente, no la veían, buscamos el Ser más profundo de España y pretendemos mejorar esta Vieja Patria con el único patriotismo posible, que es el crítico.

 

Sobre España, la Patria y la Nación

La Patria podría ser definida de muchas formas: en lo territorial, como República, o Estado, cuyos miembros somos[1] o “lugar, ciudad o país en que se ha nacido[2]; y en lo espiritual, como “la augusta religión de mis abuelos, sus costumbres, su hablar, sus santas leyes[3] o “hecho natural y social, fisiológico e histórico[4]. La Nación, en cambio, atendería más al concepto de plena identidad cultural, lingüística e incluso étnica, atendiendo a la herencia que recogemos del romanticismo decimonónico. Como se ve, ambos términos atienden a conceptos diferentes como fruto de una evolución.

¿Qué es España? ¿Es una Patria, una Nación, una Nación de naciones, nada,…? Hay que reformular la definición de España. El documento “Patria”[5] -y a él me remito para buscar la argumentación necesaria- de Línea Antagonista trata el tema y es la definición que tomaré como buena de aquí en adelante: “España es una patria plurinacional”. Hablar de naciones españolas no menoscaba en absoluto la realidad y vigencia de la Patria hispánica y, con cierta actitud nominalista, podemos hablar de Nación española sin caer en contradicción.

Somos por tanto patriotas cuyo patriotismo, revolucionario en la medida en que asume un proyecto sugestivo de vida en común[6] y lo adopta como un quehacer diario -la “gimnasia revolucionaria” de Ramiro Ledesma-, está en la línea de la definición como espíritu. Aceptamos España como una, pero a la vez la aceptamos como una comunidad que es en tanto que alberga en su seno a diferentes pueblos.

A la hora de defender la idea de España, se nos presenta la duda de la españolidad de determinadas zonas. Que lo que hoy conforma el Estado español es España es indudable. Lejos queda de nosotros tener que volver a razonar y demostrar por qué determinadas regiones de España lo son. Quizá antes la lucha estaba en el reconocimiento de las culturas españolas contra el cierto centralismo catellano, pero hoy está en la defensa de la existencia de España; las naciones españolas, o regiones si se prefiere, ya están en la conciencia de todos.

Más adelante niego toda legitimidad al Sistema actual y al Estado. Con esta premisa, realmente no importa que determinadas zonas no estén hoy bajo el Estado español y cobra sentido la ruptura como forma de llegar a la realización definitiva de la Patria. Las “naciones españolas”[7], según tesis del futuro jonsista Montero Díaz, deberían separarse para después volver a unirse, porque esto “no destruiría, ni mucho menos, la unidad hispánica. La robustecería por contrato[8]. Le doy la razón y por eso no tenemos miedo a la separación formal y jurídica, porque seguirán siendo España, siempre que no se siga con la manipulación constante y diaria de la Historia y de la Cultura desde las cúpulas de gobierno para seguir obteniendo beneficios de todo tipo. Y nos reafirmamos después de ver que los nacionalismos españoles separatistas no quieren defender su propia identidad, sino la independencia por diferenciación, aunque sea artificial[9]. “El neofeudalismo no actúa, en realidad, por la defensa de una identidad “no reconocida suficientemente” (…), sino por la construcción de un Estado propio[10].

Surge un problema: la búsqueda de naciones en España podría llevarse a niveles casi comarcales, lo cual no dejaría de ser absurdo; aunque sí es cierto que la comarca es fácilmente constituíble como ente administrativo que sobresale por su utilidad, eficacia y conveniencia económica, cultural y política. En cuanto a la organización interna de estas, manifestamos nuestra oposición a la polarización en torno a las capitales de las regiones, comarcas o naciones. Volvemos a la idea del municipio fuerte para construir una Patria fuerte.

Somos conscientes de que no podemos ambicionar la verdadera unidad formal de la Patria con este Sistema y de que la Patria termina de hacerse con la libertad. En esta línea, nos presentamos en defensa de la República hispánica, construcción derivada del patriotismo socialista. Contra la monarquía solo cabe decir que no se puede fundamentar la Patria en una persona, porque “tanto el Individuo-Rey (ese fantoche) como el individuo-persona (esa realidad) sólo existen en la mediada en que el lenguaje ya está ahí, el pensamiento ya dado, las instituciones ya creadas, el sentido de las cosas ya abierto…[11], con lo que nos quitamos de golpe tanto el absolutismo monárquico del pasado como el individualismo característico de nuestra sociedad.

 

Allende nuestras fronteras

Gibraltar[12] y Portugal son dos tierras cuya hispanidad, en el más ibérico sentido del término, es innegable, y que no son parte de nuestro Estado por malas actuaciones de distintos reinados y gobiernos. Abogamos, por tanto, por un iberismo mantenido en el pasado por Latino Coelho y hoy, con muchos matices, por Saramago o el oportunista Günter Grass. Por eso, “hay que dialogar con Portugal. El Imperio hispánico necesita, antes que nada, articular la Península entera[13].

En cuanto a América del Sur, la relación debe ser de patronazgo cultural y político, en tanto que contrajimos una obligación histórica con aquellos pueblos en el momento en que pusimos un pie allí. Igual ocurre con un pueblo abandonado por nosotros ante el peligro, el del Sáhara Occidental. Tenemos la obligación de ayudar a ese pueblo a lograr la independencia de las fuerzas invasoras. No son parte de nuestra Patria, pero esta tiene un compromiso con ellos. Tanto el bien como el mal que hayamos podido hacerles ya están hechos. Es la hora de la cooperación, dejando fuera de lugar toda búsqueda de hegemonía imperialista sobre ellos.

Con esto no estaríamos más que contribuyendo a la reconstrucción de la Europa de las Patrias y a un mundo organizado según los principios inheridos a cada pueblo, toda vez que se haya derrocado el régimen atlantista del tándem UE-USA. El apoyo a los pueblos contra el actual imperialismo useño, en términos de Pío Moa, va de la mano de la ayuda que nos debemos prestar para alcanzar una Revolución Patriota y Socialista. Actualmente “se están asociando países que no tienen nada más en común que el deseo de mantener su libertad, independencia y soberanía[14]. Y esa es nuestra lucha en el ámbito internacional.

 

Nota sobre el actual Estado español

La España de comienzos del siglo XXI vive inmersa en un sistema político determinado, nacido de la Constitución Española de 1978, y esa es la realidad de donde deben nacer las respuestas. Esta, marco legal del actual Estado Español, dice fundamentarse “en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”, garantizando “el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran[15].

Pero la visión constitucional de España no se reduce a esta mera fórmula jurídica, sino que se expande a todo el derecho que de ella ha nacido: el Estado constitucional (la “España constitucional”[16]), que ha conseguido sustituir la idea de España como Patria por la idea de España como ente constitucionalizado o realidad constitucional.

Por lo tanto, la España de la Constitución no es más que la realidad que hoy vemos: un Estado fragmentado en parcelas insolidarias, dominado por una élite económica, que ha perdido su identidad y cuya comunidad no encuentra nexo alguno que la mantenga unida. La Patria ha dejado de ser una aspiración para ser la máscara de una clase dominante, es decir, la excusa del poder. Las llamadas al patriotismo o la afirmación de España se hacen “precisamente [para] disimular las numerosas acciones que le descalifican como gobierno de España[17].

La estructura político-económica del Estado utiliza, por tanto, la idea de Patria como reclamo, convirtiendo al Estado en una macroempresa a gestionar por unos partidos políticos que se presentan a concurso público cada cuatro años mediante insultantes campañas publicitarias. No son más que el medio por el que la élite económica dirige la política según sus intereses. Esa es la única conspiración que hay; que nadie la busque en nuevos órdenes mundiales para el control de la mente[18]. Pero al final, quien gobierna en España no son esos dos partidos, sino los bancos que les hacen préstamos a fondo perdido, las constructoras que les compran las recalificaciones del terrenos, las farmacéuticas,…los intereses económicos de las grandes corporaciones.

Quien todavía tenga fe en el sistema político actual o está ciego o saca beneficio de él, porque queda claro que, aun estando en contra de la representación como principio de la organización política de la comunidad y abogando por la participación[19], lo que hoy hay no es representación, ya que ni el Gobierno ni el Parlamento nos representan, y mucho menos Su borbónica Majestad. Se amparan en unas elecciones en las que solo pueden ganar dos partidos y, sin llegar a los tristes ejemplos que nos da la Historia de España, como el pucherazo, se reparten el control de las instituciones.

Hay que denunciar la ilegitimidad del Sistema, del Estado y de toda construcción paralela a ellos.

Y en estas, para terminar, lanzo un grito que ya lanzó Emiliano Aguado:

¡Liberales, esa es vuestra obra!

¡Jóvenes, esos vuestros enemigos!


[1] Feijoo, Benito Jerónimo. Teatro crítico universal, Tomo tercero, 1729.

[2] Diccionario de Autoridades, 1737.

[3] Quintana, Manuel José. Pelayo, 1805.

[4] Bakunin, Mijaíl. Patria y Nacionalidad. También la definía como el “derecho incuestionable y sagrado (…) a vivir, sentir, pensar, desear y actuar a su propio modo”.

[5] http://antagonistas.blogia.com/2007/082201.php

[6] Ortega y Gasset, José. España invertebrada, 1921.

[7] Baltasar Gracián, en su Agudeza y arte de ingenio, habla de “las cuatro naciones de España”.

[8] Montero Díaz, Santiago. Los separatismos”, 1931.

[9] Conmovedora es la denuncia que hizo en 1901 don Miguel de Unamuno en su serie de artículos El Bizkaitarrismo y el Vasco, en Los Lunes de El Imparcial.

[10] Aguilar, Juan Antonio. Los patriotas socialistas no temen al referendum.

[11] Ruiz Portella, Javier. Morir por la patria…o por nada. Elija usted, El Manifiesto, número 6.

[12] Erraiz, Luis. Gibraltar, o de la vergüenza.

[13] Nota aparecida en La Conquista del Estado, número 11.

[14] Urioste, Diego. La Internacional Capitalista y la respuesta lógica.

[15] Artículo 12 de la Constitución Española de 1978.

[16] Erraiz, Luis. Crítica del constitucionalismo.

[17] Rodríguez Pardo, José Manuel. España como logotipo y los múltiples sudores que provoca, El Catoblepas, número 68.

[18] Erraiz, Luis. El Gran Hermano, las conspiraciones y la idiotez humana.

[19] Erraiz, Luis. La participación, I y II.