| AYOHUMA
      - EL
      NACIONALISMO NUNCA MUERE SAN
      MIGUEL DE TUCUMAN Y NUEVA TIERRA DE PROMISIÓN  www.ayohuma.com.ar    
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 por
      Ernesto Damián Sánchez Ance Con
      esto de la reforma constitucional, que como primer objetivo tiene
      eternizar en el Poder a Alperovich y a su familia, la población de Tucumán
      se está enterando de que en el territorio de la Provincia existen
      comunidades denominadas indígenas. Se habla de las comunidades indígenas
      de Amaicha, del Nogalito, de Tafí del Valle, de El Mollar, etc.  Todo
      esto no es mas que una farsa, ya que si bien estos vivos están
      reconocidos legalmente como comunidades indígenas, ni desde lo étnico ni
      desde lo cultural pueden ser llamados indios, indígenas, ni originarios.
      Por el contrario… tratase de mestizos acriollados, ya que en Tucumán no
      hay descendientes puros de indígenas, como sí los hay en Bolivia y Perú,
      países en los que conservan  vigencia
      su estructura socioeconómica, sus idiomas, sus mas diversas
      manifestaciones culturales y su espiritualidad.  En
      nuestra provincia nada de eso existe, ya que ninguna persona nacida y
      criada en los límites de Tucumán habla el Quechua (mucho menos el Kakan, el Lule ni
      el Tonocoté) como idioma nativo, ningún tucumano conserva la
      espiritualidad prehispánica sino a través del Sincretismo religioso
      (los que se llenan la boca hablando
      de espiritualidad indígena conocen sobre el tema solamente desde su interés
      intelectual y no por genuina herencia cultural), nadie en nuestra
      provincia (ni siquiera los líderes
      de las pretendidas comunidades indígenas) tiene
      claros conocimientos de lo que es un ayllu. No solo eso, sino que muchos
      de quienes ahora se hacen llamar indígenas, originarios, o indios, hasta
      hace 10 ó 15 años nada querían saber con que así los calificaran, y no
      tenían idea de lo que era una bandera a cuadros de siete colores (me pregunto si sabrán lo que es en realidad la Wiphala). Pretenden
      hacer creer a la población mas desinformada que por el solo hecho de ser
      morochos son indios. Eso es tan ridículo como que los tucumanos que
      tenemos apellidos españoles y descendemos de inmigrantes llegados de la
      península Ibérica digamos que somos españoles. Trátase de un pueril
      infundio, ya que si bien por cuestiones legales podemos llegar algún día
      a obtener la Nacionalidad Española y a viajar por el mundo con pasaporte
      español, somos poseedores de elementos culturales (y
      en muchos casos étnicos) que ningún individuo nacido y criado en
      ese país posee, lo que nos lleva a ser argentinos e hispanoamericanos,
      pero no españoles. De igual modo, los pretendidos indios de Tucumán,
      tierra colonizada por los españoles, tienen tanta influencia española en
      lo cultural, en lo espiritual y en lo étnico que bajo ninguna
      circunstancia se los puede considerar “indios”, sino mestizos
      acriollados, lo que se refleja en sus líderes cuando hablan por radio o
      TV, donde uno que alguna idea tiene de cultura regional, se da cuenta que
      le están queriendo “vender un buzón”. No
      tienen idea de lo que es la auténtica cultura andina, y solo se evidencia
      en ellos el interés por obtener réditos que van desde subsidios de miles
      de Pesos a la obtención de tierras que habitaron sus supuestos
      antepasados y que algún día venderán, ya que son occidentales (mas
      allá de su piel oscura)
      que difícilmente manejen el principio filosófico de que “el hombre
      pertenece a la tierra” y  que
      “la tierra no es propiedad de quien la haya comprado”. Algunos
      de sus líderes se jactan de “logros” que ningún indigenista
      medianamente serio puede aceptar. Así, en La Gaceta del 5 de Septiembre
      de 2005, en su página 12, el ¿cacique? (1)
      Santos Pastrana, quien aparece posando en la foto que ilustra la nota como
      si fuera un actor de cine, en una pose netamente marketinera, nos miente dándonos
      a entender que en Tucumán hay mas de 45.000 descendientes de diaguitas.
      No sé a que le llamará este supuesto cacique que nada tiene que ver con
      Juan Calchaquí, ni con Chelemín ni con Viltipoco, “descender de
      diaguitas”, porque en realidad en nuestra provincia a los descendientes
      de indígenas (la
      mayoría de la población) sería harto complicado encontrarle su
      auténtico origen por la alta mezcla racial experimentada a través de los
      siglos (2). Pastrana,
      que se asemeja mas a Pedro Bohórquez que a Tupaq Amaru, dice que sus
      “logros” consistieron en obtener 30 becas para EGB 3 para luego
      prolongarla a la universidad. Para cualquier indigenista consciente de la
      delicada situación de la cultura originaria, 
      esto es un grave error, ya que para ellos la escuela y la
      universidad son formadoras de personas competitivas e individualistas,
      totalmente alejadas de los conceptos de hermandad y reciprocidad que rigen
      la convivencia de los pueblos originarios que de por sí están
      organizados de forma comunitaria. Paradójicamente, entre los pueblos
      prehispánicos solo tenían acceso a la educación los niños de la
      nobleza. Esto está muy mal visto en la cultura occidental, pero a
      diferencia de lo que sucede en la Argentina republicana, democrática,
      europeizada, y aún hoy con altísimos índices de alfabetización, todos
      los miembros de los ayllus originarios tenían sus necesidades básicas
      ampliamente satisfechas, a pesar de no haber sido educados en ninguna
      escuela. Las
      supuestas comunidades indígenas legitiman su existencia en ciertos puntos
      de la Constitución que los reconoce como comunidades originarias con
      ciertos derechos. Se trata de una grave contradicción, ya que ellos
      sostienen que el Estado Argentino procuró exterminar a los mapuches y
      otros pueblos originarios de la Patagonia.  También,
      le echan la culpa a España de todos los males de nuestra tierra, cuando
      mas allá de las malas políticas que pudo haber implementado la Corona en
      América, hay que decir que a nuestro país no lo esquilmaron los españoles,
      sino los gobiernos liberales (ya de facto, ya constitucionales). Tienen
      un discurso totalmente tendencioso desde lo histórico… dicen que a los
      aztecas y a los inkas los “derrocaron” los españoles, cuando en
      realidad no fueron estos los ejecutores de la caída de ambos imperios
      sino los tlaxaltecas en México y los Wankas en el Perú, que se aliaron
      con los españoles con la falsa expectativa de liberarse del yugo imperial
      de aztecas e inkas. Los españoles fueron los autores, si se me permite el
      término, “intelectuales”, de estos dos hechos históricos, pero los
      ejecutores fueron los pueblos indígenas que eran oprimidos por los
      emperadores de Tenochtitlan y Cusco. Pretenden
      hacer creer que en América no hubieron guerras, ni pueblos fuertes que
      oprimieran a los mas débiles. Esto es un error; basta con leer al Inka
      Garcilaso de la Vega y a Felipe Waman Puma de Ayala para entender que en
      el antiguo Perú sí hubo esclavitud y sí existieron reinos que dominaban
      a pueblos vecinos, pero ambos autores son tachados por los indigenistas
      como que tenían algún interés “ajeno” al rigor histórico para
      afirmar esto. Simpatizan
      con los autores que pretenden hacer creer que, previo a la llegada de los
      españoles, América era el paraíso terrenal, y descalifican a aquellos
      que objetivamente intentan detallar la realidad política de nuestro
      continente previo a la llegada de Cortés a Mexico y de Pizarro a Perú,
      llegando a negar algunos indigenistas que haya habido una batalla entre
      Waskar y Atawallpa, ambos hijos de Wayna Qhapaq que se enfrentaron por el
      dominio del Imperio Inkayko. Pretenden
      dejar entre los occidentales (obviamente para estar en sintonía
      con sus amigos progresistas) la idea de que Aztecas e Inkas fueron
      reinos ejemplares que solo conquistaban (principalmente por la vía diplomática)
      para difundir sus adelantos culturales entre los pueblos vecinos. Esto es
      menospreciar a estos dos grandes reinos, toda vez que la aspiración de
      cualquier pueblo antiguo (América
      no es la excepción por mas que ellos lo nieguen) era la de
      convertirse en un imperio. El pensamiento de muchos de estos indigenistas
      es tan occidental como el de los militantes de organizaciones de Derechos
      Humanos.  Muchos
      intelectuales indigenistas niegan, cuando no intentan ocultar, que Tupaq
      Amaru II, héroe de la historia peruana e hispanoamericana, era un hombre
      tremendamente adinerado y que profesaba como todo habitante del Perú
      colonial la Religión Católica, y no admiten que su levantamiento estaba
      dirigido solamente contra los encomenderos, y no necesariamente contra la
      Corona. Tampoco aceptan que encontraba gran apoyo y asesoramiento en
      varios miembros del Clero cusqueño de aquella época, en cierta forma
      debido a la formación cristiana del gran caudillo. A los indigenistas
      también les cuesta admitir que ciertos sectores indígenas jugaron un
      papel determinante para la derrota de José Gabriel Condorcanqui. Su
      pretendido revisionismo es tan poco honesto como el enfoque histórico de
      aquellos que pretenden buscar excusas para justificar a la corona española
      que se enriquecía con el oro que no les pertenecía y que condenaba al
      indio a pésimas condiciones de trabajo, o bien que sostienen que la única
      misión de España en América era la de hacer conocer el Evangelio. Muchos
      indigenistas no quisieron reconocer que era una herencia cultural (en mi opinión sana y digna de imitar) de los pueblos
      andinos ejecutar a los gobernantes deshonestos, cuando el 26 de Abril de
      2004 en Ilave (Puno, Perú), el pueblo aymara de esa localidad ajustició
      de la manera mas implacable al corrupto alcalde Cirilo Robles, costumbre
      perdida por las políticas de Derechos Humanos que en este caso protegen a
      los funcionarios corruptos. Dicho sea de paso, la comunidad de Ilave (indígenas
      con todas las letras, no como
      los que tenemos en Tucumán) no hizo otra cosa que ajusticiar a un
      ladrón de guantes blancos. Pregúntome… nosotros los tucumanos y
      nuestros sacha indígenas, ¿tendríamos ese coraje cívico?. Lo dudo. Es
      mas… nos hemos acostumbrado a ver caminar por las calles haciendo gala
      de su impunidad a un buen número de politiqueros que se aprovechan de la
      falta de actitud y la escasa sed de justicia del “correcto” pueblo
      tucumano. Se
      equivocan también los indigenistas al afirmar que los viriles
      enfrentamientos rituales de las alturas de Ch’iaraqe (Departamento Cusco) y del
      “Tinku” de Macha (Potosí),
      reservados para hombres valientes que no le temen a la muerte o que
      consideran que la sangre derramada sirve para hacer beber a Pachamama, son
      resultado de la brutalidad cultural de los españoles. Creo
      que nuestros aspirantes a indios tendrían, antes que solicitar subsidios
      y exigir “devoluciones” de tierras, saber lo que es la cultura nativa,
      ya que no basta con ser morochos para ser indios. También
      está plenamente vigente la idea de algunos pueblos “originarios” de
      independizarse y romper todo lazo con las repúblicas en cuyos territorios
      se encuentran asentados.  Estoy
      totalmente en contra de todo intento de balcanizar nuestro país, pero en
      caso de otorgárseles a estas minorías su independencia, debería quitársele
      a cada uno de sus integrantes la Nacionalidad Argentina, no pudiendo hacer
      uso de los derechos ni cumplir con las obligaciones que a los ciudadanos
      comunes nos competen, como así también deberían entrar a la República
      Argentina (que
      tanto repudian los
      mapuches mas extremistas)
      con pasaporte y visa como a cualquier extranjero le corresponde presentar
      en puestos migratorios de cualquier país del mundo. Tampoco debieran
      tener acceso al sistema educativo argentino, ni hacerse atender en
      hospitales financiados por el estado argentino en la provincia que fuere. La
      incorporación de patrones culturales prehispánicos (3)
      (totalmente
      en las antípodas del Progresismo
      reinante en la actualidad),
      es una opción digna de ser tenida en cuenta, pero no la fragmentación de
      la República Argentina por los caprichos de algunos pretendidos indios,
      muchos de ellos formados dentro de la cultura occidental y que vaya uno a
      saber cuales son los reales intereses que tienen detrás de todo ésto. No
      quiero terminar esta nota sin antes decir que, mas allá de que el
      surgimiento de las pretendidas comunidades indígenas en Tucumán no
      busque el rescate de la cultura prehispánica y todo lo que en torno a
      ella existe, sí es el resultado de una situación económica y laboral en
      extremo precaria debido al desinterés de los sucesivos malos gobiernos
      tucumanos. La desatención de los gobiernos democráticos y militares a
      amplios sectores del Tucumán rural ha generado una situación que en el
      futuro puede ser mucho mas grave de lo que hoy parece. Si no lo consideran
      así, fíjense que sucede en Neuquén y en Chile con los mapuches.  Poner
      fin a los problemas laborales, ambientales, sanitarios, de alimentación y
      de educación de los tucumanos excluidos debiera ser prioridad de nuestros
      gobiernos que utilizan a los sectores mas humildes unicamente con fines
      electorales. Pero es una verdad de perogrullo que al sistema no le
      conviene tener ciudadanos en buenas condiciones físicas, mentales ni
      espirituales. Personalmente
      creo que si en Tucumán las necesidades básicas de los sectores rurales
      hubieran estado satisfechas, a nadie se le hubiera ocurrido inventarse una
      identidad indígena.   (1)    
      Entre nuestros indios, el cacicazgo era
      hereditario, muy a diferencia de lo que sucede ahora con  estos
      neocaciques, que son elegidos en elecciones o por consenso. (2)    
      Pretenden hacer creer que, porque la mayoría
      de los pueblos diaguitas habitaron los valles de Tafí y Amaicha, los
      actuales mestizos de esas zonas son diaguitas; también se hacen llamar
      Lules aquellos que residen en los antiguos territorios de los Lules y se
      autodenominan Tonocotés los que habitan en las tierras donde moraba el
      pueblo tonocoté, sin que se pueda fehacientemente comprobar sus orígenes
      lule y tonocoté. En realidad se trata de 
      mestizos o bien de criollos. (3)  
      Me refiero a las duras penas que recibían  violadores y quienes realizaban abortos, como así 
      también las prácticas sodomitas, cada vez mas toleradas en
      nuestra sociedad. Especial admiración siento por la cultura inka que
      castigaba hasta con la muerte a quienes faltaran el respeto a sus 
      divinidades (lo que nosotros calificaríamos como “blasfemias”).  
      Aunque no se pongan de acuerdo en determinados castigos para
      ciertos delitos, los investigadores serios de la cultura inka en ningún
      momento ocultan la existencia de la Pena de Muerte que, a no dudarlo,
      debiera ser instaurada en el Código Penal Argentino.        |