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      MUERTE Y LOS INTERCAMBIABLES por
      Oscar Taffetani  -  Agencia de noticias Pelota de Trapo
 (APe).- Los medios de masas y la dirigencia política argentina (pronto no
      sabremos distinguir qué es una cosa y qué la otra) acuñaron hace tres años
      el término borocotización, para referirse al súbito cambio de
      bando de alguna figura o referente, sin otra explicación que el soborno.
 
 Eduardo Lorenzo, alias “Borocotó”, médico con mucha presencia
      televisiva que revistaba en las filas del macrismo, se pasó al
      kirchnerismo diecisiete días después de haber sido votado en las
      elecciones porteñas de 2005. Allí nació la palabra borocotización.
 
 Pero el intercambio de cuadros y dirigentes entre partidos y
      organizaciones comprometidas con el orden vigente (es decir, con este
      orden de injusticia y exclusión que padecemos) data de mucho antes.
 
 Borocotización, entonces, es una máscara que oculta la
      compatibilidad de esos dirigentes y funcionarios que se van relevando e
      intercambiando a lo largo del tiempo, sin que las verdaderas lacras o las
      verdaderas heridas de nuestra sociedad se curen o siquiera empiecen a
      curarse.
 
 ¿Se borocotizó la licenciada Graciela Ocaña, actual Ministra de Salud y
      Ambiente Humano de la Nación, que revistaba en las filas del ARI hasta
      que Néstor Kirchner en 2004 y luego su esposa, en 2007, le hicieron la
      propuesta de integrar su gabinete?
 
 Hasta allí, una digresión que tal vez nos permita entender actitudes y
      comportamientos.
 Secreto
      de Estado “La
      mortalidad infantil tuvo un importante crecimiento”, dijo a la prensa la
      ministra Ocaña hace unas pocas semanas. La titular de Salud se excusó de
      no dar mayores precisiones por carecer de estadísticas y datos
      fehacientes.
 Poco después, el Director Nacional de Enfermedades y Riesgos del
      ministerio de Ocaña, Hugo Fernández, declaró que el aumento de la
      mortalidad infantil estaría vinculado “con el duro invierno que se
      padeció en 2007 y con la epidemia de enfermedades respiratorias, entre
      ellas la bronquiolitis”.
 
 De modo que no sabemos si creció, ni cuánto creció, la mortalidad
      infantil en el país, pero el Ministerio de Salud dice que fue… a causa
      del frío.
 
 Los últimos datos oficiales, del año 2006, fueron esgrimidos por Ocaña
      y su equipo al difundirse el informe de Unicef sobre Estado Mundial de la
      Infancia. Según esos datos, ya desactualizados, moría en la Argentina, a
      causa de la desnutrición y las enfermedades de la pobreza, un promedio de
      25 niños -menores de un año- por día.
 
 Aunque 25 es una tasa horrorosa y que nos avergüenza ante el mundo, los
      datos extraoficiales indican que sigue en aumento.
 Preparados
      para seguir La
      ministra Ocaña y el director Fernández, cuando termine la presente gestión,
      seguramente hallarán la manera de reinsertarse en otra. Ellos pertenecen
      a la raza de los intercambiables. Saben cómo mentir a la población.
      Saben cómo engañar a la OMS y a Unicef. Están preparados.
 Los que no pueden reinsertarse en la vida, ni mentir ni engañar a nadie,
      son esos 25 (o 30, o tal vez 50) niños argentinos que a diario se lleva
      la muerte, sin dejar rastro.
 
 Así están las cosas en el país del récord de reservas, el país de las
      retenciones y el Tren Bala, el país de los funcionarios intercambiables.
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