La hora de los imprudentes

Durante más de 20 años se cagaron de risa en nuestras caras. Hicieron lo que quisieron, con la Argentina y con los argentinos. Veo con amargura lo que quedo de mi Nación Argentina. Una triste y decadente republiqueta de los Martínez de Hoz y sus Chicago Boys; de los Alfonsin y su “con la democracia se come, se cura y se educa”; de los Menem y su “Síganme que no los voy a defraudar”; de los  De la Rua y su pañuelito de seda en el cuello al mejor estilo oligarca de los años 30 sentado en la Sociedad Rural; de los Duhalde y sus manzaneras y ahora, de los Kirchner, el nuevo vendedor de espejitos de colores...

Nuestra querida Patria, como toda Latinoamérica, no logra por el momento sacarse de encima las cadenas que la atan a la Dependencia y la mantienen en estado de Colonia. Parecería ser que el Destino le tiene negado liberarse y llevar este mensaje a sus países hermanos de la Patria Grande. Los yanquis quieren robarnos lo que nos pertenece e impedir por cualquier medio la Revolución Nacional. Pero esa rapiña no sería posible si no contaran con la complicidad de cipayos nativos que responden a sus intereses. Sea en democracia con Alfonsin, Menem, De la Rua, Duhalde o Kirchner o sea en dictadura con Videla, Massera o Viola. Lo mismo da. El imperialismo que arremete, ya sea con la succión de riquezas, manteniendo a los países en un eterno subdesarrollo, abultando con intereses arbitrarios sus deudas externas contraídas por gobernantes miserables o entrometiéndose en los asuntos internos. Planes perfectamente orquestados por los centros del poder Sinárquico Mundial que exportan  la tan mentada globalización. ¡Abramos los ojos ! “Mazorca, mazorca, yanquis a la horca....”

El Nacionalismo repudia ese imperialismo hegemónico. Proponemos, como solución, un camino que representa la verdadera síntesis del Nacionalismo y el Socialismo.  No el nacionalismo chauvinista ni el socialismo “a la cubana”. Un nacionalismo abierto y solidario con sus hermanos latinoamericanos y un socialismo nacional con Justicia Social.  Un camino que nos lleve a nuestra Segunda Independencia y luego fortalecerla con un Estado del Trabajo y de la Libertad. Donde el Estado sea inconmovible y su mensaje sirva de guía ejemplar de la Revolución Nacional para toda Latinoamérica, formando un bloque geopolítico libre del imperialismo yanqui. La liberación es posible. Con lucha y esfuerzo. Porque ha de llegar al final, LA HORA DE LOS PUEBLOS.

La Argentina es un país arruinado, humillado y confundido que, gracias a la total incapacidad y cipayismo de sus dirigentes, navega a la deriva, de crisis en crisis. Donde cientos de miles de argentinos,  tuvieron que partir al Exilio Económico en busca de mejores horizontes que Argentina no ofrecía. Desde Tsunami queremos mostrar el tremendo descalabro en que viven los Argentinos. Y no lo hacemos por criticomania gratuita.

Frente a esta más que triste realidad, caben solo dos actitudes. La de doblegarse y aceptarla o la de proponer soluciones y pelear por ellas. Elijo la segunda. Porque pienso que todavía hay argentinos dispuestos a pensar y a trabajar en beneficio del país. Todo lo que necesitamos es una generación de políticos capaces. ¿Será que existen?. Que desechen definitivamente la funesta idea de que cualquier incapaz puede acceder a la política. Con políticos comprometidos más con el País que con la imagen y el bolsillo, se le puede dar a la Nación el Mando Político del que actualmente carece. Con una jerarquía política, seleccionada por mérito, vocación de servicio y capacidad. Es decir mediante políticos con Honor, podemos lograr la desaparición de los enfrentamientos suicidas que bañaron de sangre a nuestra sociedad. Políticos con Honor pueden eliminar la lucha de clases. No estamos hablando de superarla, sino, concretamente de eliminarla. Porque políticos con Honor pueden ir al Pueblo y explicarle a cada sector, no SU importancia, sino la del OTRO. El día en que los empresarios comprendan la importancia de todo el Pueblo Trabajador; el día en que todo obrero comprenda la importancia de los auténticos hombres de empresa; el día en que los militares comprendan la importancia de los civiles y los civiles la de los militares; el día en que un político con Honor y, por consiguiente, con Credibilidad, consiga hacer que un general con agallas, un empresario con iniciativa, un obrero con ganas de hacer cosas y un intelectual con imaginación, se den la mano para Trabajar en lo que a la Argentina le conviene; ese día enterraremos la lucha de clases porque tendremos una Comunidad Organizada.

Firmemente encolumnados detrás de verdaderos jefes políticos, podemos sacudirnos el yugo del imperialismo. No hay cosa en el mundo que la Argentina no pueda producir. Una industria bioquímica nacional puede perfectamente producir los medicamentos que necesitamos. Una industria pesada nacional está perfectamente en condiciones de producir nuestros insumos básicos. Tenemos petróleo para montar una sólida petroquímica. Tenemos una producción agropecuaria con la que se puede montar una enorme industria alimentaría que arroje fuertes saldos exportables a precios competitivos. A lo largo y ancho de nuestro país tenemos todos los climas, todos los suelos y todas las fuentes de energía que necesitamos. Una comunidad argentina solidamente organizada no tiene por qué temerle a la pobreza.

Tampoco tiene por qué temerle a ningún Poder en el mundo, por más Potencia que sea. Una Argentina que disponga de un Estado restaurado y de una sociedad productiva no puede ser avasallada así como así. Una Argentina en esas condiciones no es Afganistán o Irak. No somos una islita o una republica bananera nacida de la balcanización. Somos una Nación de 40 millones de habitantes que ocupa el corazón geopolítico de Sudamérica. Solamente la traición de nuestros dirigentes y un continuo lavado de cerebro a cargo de un aparato cultural que solamente nos ofrece bosta, han podido convencer a muchos argentinos de nuestra supuesta debilidad o impotencia. Débiles e impotentes habrán sido nuestros gobernantes y nuestros ideólogos. El pueblo, no. El Pueblo ni entregó el país a Rockefeller, ni entrego el Beagle, ni entregó todas las empresas del estado (a precio de banana), ni aceptó directivas de Nueva York, ni se rindió en Malvinas. El Pueblo ni está conforme con esta democracia claudicante y enferma, ni cree tampoco en que, para superarla, haya que matar o secuestrar a medio país. El Pueblo lo único que quiere es ser gobernado decentemente y en beneficio propio. No de unos cuantos atorrantes que hacen negocios políticos con la plutocracia norteamericana, con la socialdemocracia europea o con el comunismo chino. Un gobierno soberano es posible. La soberanía política y la libertad económica son objetivos posibles. No son objetivos fáciles. Pero son perfectamente posibles si los encara un gobierno capaz.  Porque la crisis argentina no es ni económica ni social. Es una crisis política. Los desastres que sufrimos son consecuencia del fracaso y de la incapacidad culposa de quienes nos han gobernado. Milicos y civiles. Oficialismo y oposición cómplice. Todos inútiles.  Nuestro problema es político y, por lo tanto, la solución de fondo debe ser política en primer lugar.  Sin políticos con Honor a los cuales el Pueblo quiera y pueda responder con Lealtad, todas las rimbombantes medidas y todos los cacareados planes económicos o sociales no pasaran jamás de ser emparches o espejismos. La única propuesta fundamentalmente valida es, pues, esta: Levantemos una Fuerza Política con la gente que realmente quiere a la Argentina y está dispuesta a jugarse por ella. Organicemos coherentemente la Voluntad de esos hombres y mujeres y llevemos esa Voluntad al Poder. Y, después, con ese Poder, esa Voluntad y con nuestra mejor capacidad, construyamos una Argentina de la que podamos sentirnos orgullosos.

La propaganda del sistema no puede ocultar la realidad. No podrá convertir estos 20 años de calvario en 20 años de felicidad. No podrá evitar que veamos la amarga realidad en que nos encontramos y que nos permite afirmar que la democracia liberal no es un régimen de libertad sino de esclavitud.  Este sistema se impuso en Caseros por las armas del imperialismo extranjero. Un sistema que a través de la ficción de la soberanía popular gobierna el capitalismo financiero. Este capitalismo financiero es dinero que da dinero. No es necesario ser inteligente ni trabajador. Solo tener plata y carecer de moral.

Tenemos la Verdad, pero el enemigo tiene el Poder. Entonces tenemos que luchar para que nuestra verdad, que es la Verdad del Pueblo Argentino, se haga Poder para abatir a nuestros opresores. Para eso solo hay un camino: la lucha sin tregua.  Para la lucha se necesita Voluntad y nosotros la tenemos. Tenemos la Voluntad de Poder, la voluntad de sacrificio y la voluntad de Victoria. ¿Quién dijo que murió la Patria de Rosas? ¿Quién dijo que ya no hay mas patriotas ni montoneras? Solo falta aguzar el oído para sentir el galope y los gritos de guerra. Pronto veremos nuevamente las tacuaras en alto. Los nacionalistas somos los únicos que levantamos la bandera de la abolición de la tiranía del interés del dinero. Conseguiremos ese objetivo cueste lo que cueste. Reivindicando las “Siete Virtudes del Militante Nacionalista” que son: Fe, Disciplina, Lealtad, Solidaridad, Discreción, Paciencia y Alegría. Queremos abrir las fabricas y cerrar los bancos. Queremos que el Trabajo sea la medida de todas las cosas. Así como el comunismo se cayo como una manzana podrida, el liberalismo burgués se desmorona. No solamente en la Argentina, sino en todo el mundo. Y cuando el liberalismo caiga, temblará el mundo. Cuando el comunismo cayó hace 15 años, hizo ruido, pero no tanto, ya que el comunismo no dominaba la economía y las finanzas mundiales. Fue una caída espectacular pero solo conmovió la estructura política de los países del Este europeo. Cuando el Capitalismo caiga –en todo el mundo- decenas de miles de fabricas, empresas y negocios cerraran automáticamente expulsando a millones y millones de trabajadores a la calle. Con las consecuencias inmediatas previsibles: desempleo, hambre, miseria. Y las posteriores: criminalidad, alcoholismo, prostitución, etc.

Por eso el Esclarecimiento es la primera etapa de la Liberación. Nuestros medios son ridículamente escasos, pero si proseguimos sin desmayos en nuestra tarea de esclarecimiento y cada vez mas personas advierten de qué manera burda y estúpida se les engaña, se conquistaran nuevos combatientes por la libertad argentina y esta empresa aparentemente sin esperanza se convertirá en un éxito rotundo. En consecuencia, si el esclarecimiento es la primera etapa de la liberación, todos nosotros debemos ser los difusores incansables de la Verdad. En el seno de nuestra familia, entre nuestros amigos personales, ante los simples conocidos, en la oficina o en la fabrica, en la escuela o en la universidad. El Esclarecimiento deber propagarse como un incendio. Pero la Verdad debe ser dicha integralmente, ya que la Verdad a medias es Mentira. 

Fuera pues, los cautelosos propagandistas. Ha llegado la hora de los imprudentes.

                                                                               Walter Romero