LA LIBERTAD DE EVOLA

 

por Marcos Ghio 

 

Centro de Estudios Evolianos   -   http://www.geocities.com/Athens/Troy/1856/

 

 

La reciente alocución del Licenciado Leandro Pinkler, en ocasión de presentarse la obra de Julius Evola, La superación del Romanticismo, nos permite hacer una serie de aseveraciones ampliatorias al respecto.

 

Ha dicho con razón Pinkler que difícilmente un autor como Evola logre, en especial en un tiempo caduco y crepuscular como el que estamos viviendo, llegar a ser una figura de renombre y de referencia en los centros académicos del sistema.

 

Permítaseme al respecto agregar ciertas ideas refiriéndome en forma especial a un hecho recientemente acontecido en Italia, país del que nuestro autor es originario.

 

Hace pocos meses se volvió a editar allí un texto juvenil del mismo, La Fenomenología del Individuo Absoluto. Dicha obra, de unas trescientas páginas de extensión, es la segunda parte de un texto de mayor envergadura, La Teoría del Individuo Absoluto, que fuera la fallida tesis doctoral de Julius Evola cuando estudiara filosofía, cuya carrera nunca concluyó. La misma, a pesar de haber contado con el buen concepto de una autoridad de renombre en ese entonces, como Benedetto Croce, nunca pudo prosperar por haber padecido el boicot expreso del medio universitario de la época que cuestionara en Evola ciertos intereses no estrictamente "académicos" y "científicos", tales como la magia y las filosofías orientales. En ese entonces primaba, a través de Giovanni Gentile, la filosofía de Hegel para la cual, en tanto "el sol nace en Oriente y se pone en Occidente", dicha forma de pensamiento era algo ya "históricamente superado" y perteneciente apenas a una fase infantil, fantasiosa y previa del saber filosófico absoluto que en el Occidente había alcanzado su gran plenitud, habiendo sido una prueba de ello, en tanto "lo racional es real", los grandiosos éxitos políticos, militares y tecnológicos que el mismo había alcanzado respecto del Oriente.

 

Pero como los tiempos cambian, aun hegelianamente, en el día de hoy ha podido reeditarse dicha obra que Evola escribiera hace más de ochenta años cuando apenas contaba con 25 de edad y lo que ha resultado más notable es que, rompiendo un poco con el boicot de silencio al que se lo condenara en vida, la misma haya estado prologada por un conocido profesor universitario de Italia quien la precediera con el título elogioso de "Evola, el filósofo de la libertad". Era de esperarse que tal verdadera afrenta al saber convencionalmente admitido por el régimen, que lo tiene a nuestro autor como un pensador peligroso e inconveniente al que hay que recluir en un guetto o en un gulag a fin de que no contamine el estado saludable de nuestro medio intelectual, no pudo ser admitida sin una consecuente respuesta rectificatoria, la que no tardó en llegar por parte de una de las principales guardias pretorianas del mismo cual es el matutino milanés,  Corriere della Sera, para el cual resulta una verdadera hipérbole querer vincular a un autor, que apoyara aberraciones tan grandes como el fascismo y el racismo, con el concepto de libertad que ha sido una de las grandes conquistas de los últimos tiempos. Es decir, para expresarlo en forma simplificada, las épocas y las modas cambian, pero las actitudes son siempre las mismas; a través de sus diferentes condenas y persecuciones el mundo moderno sigue existiendo, sea durante la época de la filosofía "fascista", como ahora en que impera la "antifascista".

 

Nosotros que no hemos leído ese prólogo sin embargo consideramos que ha sido sumamente acertado en considerar a la libertad como el eje central de la filosofía evoliana; lo que trataremos de reseñar aquí en breves conceptos. En la época en que en las universidades italianas regía el pensamiento idealista hegeliano sustentado principalmente por el filósofo oficial del régimen fascista de ese entonces, Giovanni Gentile, se consideraba que el yo, el sujeto, se hallaba determinado por aquel sistema para el cual lo real, manifestado a través de lo que triunfaba históricamente, era lo racional ante lo cual él debía subordinarse en una actitud fatalista y pasiva que mediatizaba así la libertad esencial del sujeto. Dicha postura determinista no solamente se manifestaba en una aceptación obtusa del régimen político vigente, en tanto era el que había triunfado y por lo tanto representaba la manifestación de la razón, sino en el rechazo hacia las formas de pensamiento no occidentales en la medida que el Occidente, a través de su ciencia y su tecnología había demostrado ser exitoso y victorioso respecto del Oriente místico y metafísico al que con suma rapidez y en forma fulminante las grandes potencias occidentales habían liquidado y colonizado. Sin embargo el Occidente, de acuerdo a Evola, solamente había obtenido un dominio exterior y secundario; el principal de todos, la potencia interior, aquello que era lo más propio del yo, seguía siendo algo en lo cual el Oriente aun mantenía una primacía y no porque ello hubiera sido algo propio de tal civilización, sino porque era aquella en la cual los principios tradicionales habían podido sobrevivir en mayor medida socialmente. Por ello a la técnica moderna le opuso la tradicional consistente en la magia, la que se encontraba aun presente en ciertas concepciones orientales y al idealismo hegeliano, por el que el sujeto se subordina a la "historia" convirtiéndose en una simple "mediación" de la misma, le opuso el idealismo mágico por el que el yo se asume como una potencia infinita que crea la misma "realidad" ante la cual en cambio los hegelianos solicitaban y exigían nuestra subordinación. El yo como potencia infinita supera todos los límites finitos que lo circundan, aun los propios de la temporalidad y de la historia por los cuales el hombre está condenado a existir en contra de la propia voluntad, habiendo sido lanzado a una existencia determinada sin haber sido nunca consultado y estando así "condenado a vivir". De acuerdo a lo sustentado por Evola en cambio el yo siente a esta vida como una elección efectuada antes de la propia existencia, como una prueba y una medida que él mismo se ha impuesto en función de una meta superior cual es la de forjarse un alma inmortal.

 

La libertad implica por lo tanto jerarquía y selección; el sujeto lejos se encuentra de cualquier tipo de masificación moderna a la que conducen los diferentes determinismos por la que, así como todos somos parte de un proceso que nos determina y elige, del mismo modo somos iguales políticamente en tanto valemos un voto cada uno, o lo somos también "metafísicamente" en tanto nacemos con un alma inmortal. Ser libre es en cambio la no aceptación de ningún límite ni determinismo. Somos nosotros los que nos hacemos inmortales, pues de lo contrario perecemos como todo lo que cambia. Y de la misma manera, como no existe un límite entre mi elección y mi existencia, tampoco lo hay entre lo interno y lo externo. Hacerse inmortal significa vencerse a sí mismo, hacer primar al espíritu sobre el alma, parir en uno mismo la dimensión superior, franquear toda barrera aun la que contrapone lo interior con lo exterior para hacer triunfar en los dos casos lo superior sobre lo inferior. La guerra santa interior se exterioriza en lo que es externo a uno mismo en la medida que el yo alcanza a objetivarse. La acción por espiritualizarse y espiritualizar el mundo se convierten en una misma cosa. Por ello el Evola esotérico y mágico que tanto repudiaran los medios convencionales del sistema académico vigente, tanto de no aceptarle una tesis doctoral, también será el Evola político que redactara su famoso Imperialismo Pagano en donde combate a la democracia en todas las esferas, pero principalmente en la originaria de carácter espiritual, en contra del cristianismo güelfo y convencional que, de la misma manera que el hegelianismo solicitaba la subordinación del sujeto al Estado, en tanto razón objetivada históricamente; en su caso específico tal subordinación era pretendida respecto de la Iglesia en tanto institución encargada excluyentemente de la salvación de las almas. Las incisivas y combativas páginas de la revista La Torre en la cual convoca a la superación del fascismo por el suprafascismo le significarán un nuevo anatema por parte del sistema, casi tan duro como el de su rechazo por la tesis doctoral,  el que le producirá su clausura por haber elegido una vez más la libertad.

 

Hasta que llegamos al momento más crítico de su existencia, cuando se produce el comienzo del final del movimiento fascista. Si Evola hubiera actuado de acuerdo al idealismo hegeliano para el cual el yo debe reconciliarse con la historia, entonces en 1943, cuando ya la "historia" estaba demostrando a todos que los vientos cambiaban vertiginosamente de rumbo y el fascismo estaba dejando de ser el movimiento exitoso para en cambio estar a punto de pasar al sector de los vencidos, con seguridad que habría asumido la actitud de tantos fascistas, muchos de los cuales se contaban entre los universitarios que rechazaban su tesis por anacrónica y ahistórica. Todos ellos con la rapidez de un galgo prontamente se cambiaron de bando actuando así en concordancia con la filosofía que tanto declamaban, subordinando, como verdaderas banderolas, sus acciones de acuerdo al rumbo que estaban siguiendo los acontecimientos. Así fue como una gran cantidad de fascistas terminaron haciéndose democráticos en apenas un abrir y cerrar de ojos (sin embargo es bueno destacar que Giovanni Gentile, traicionando al menos por una vez su hegelianismo, no lo hizo), Evola en cambio que podía haber sumado a su favor el hecho de haber sido clausurado por el régimen y esto le podría haber sumado algún mérito o "curriculum", sin embargo resolvió en el momento en que el fascismo estaba a punto de caer apoyarlo en forma decidida. Esto significaba justamente ser libres, es decir, actuar de acuerdo a los principios y no por lo que la historia o la conveniencia del momento, o los intereses minúsculos de las partes, lo determinaran. Se trataba de hacer lo que debía ser hecho, con independencia de éxitos y fracasos: la acción por la misma acción y no en función del resultado, esto es lo que el moderno desconoce y que nunca podrá entender acostumbrado como está a ver exclusivamente datos sensibles y no principios inteligibles.

 

Ser libres y autosuficientes y por lo tanto no esclavos felices como la mayoría de nuestros contemporáneos sedientos como están de fama, de aplausos y de confirmaciones para poder edificar y sostener su débil y enclenque yo, he aquí donde está el eje del problema. Es de esperar por lo tanto que, mientras que nuestros tiempos continúen siendo de esta manera, logremos evitar que Evola decore el panteón de los buenos y científicamente "serios" personajes del sistema decadente y que Pinkler siga teniendo razón.