Jürgen Graf

EL HOLOCAUSTO BAJO LA LUPA

Testimonios oculares versus leyes de la Naturaleza

15x21 cms, ilustrado, P.V.P.: 19 €

 

“Y cuando todos los demás aceptaban la mentira impuesta

por el partido -cuando todos los informes decían lo mismo-

entonces la mentira se introdujo en la historia y se hizo verdad”

(George Orwell, 1984)

El autor suizo Jürgen Graf presenta en este libro una recopilación de los argumentos que los autores “Revisionistas” acaban de presentar en la Conferencia Internacional en Teherán sobre el denominado “Holocausto”. El autor llena un vacío, puesto que muchos de los libros revisionistas se ocupan de aspectos muy concretos o especializados del tema, faltando una exposición sintetizada y una visión global de la cuestión.

Los revisionistas NO NIEGAN la existencia de los campos de concentración y tampoco que

1) A partir de 1933, los judíos fueron sometidos a un régimen de “apartheid” en Alemania y privados de muchos de sus derechos de manera creciente con el transcurrir del tiempo;

2) Que en buena parte fueron conducidos al exilio voluntario o forzoso;

3) Que aquéllos que en 1941 e incluso más tarde se encontraban todavía en territorio bajo dominio alemán, fueron internados en su mayoría en campos de trabajo, acorralados en guetos, deportados a Polonia y Rusia, perdiendo casi todos sus bienes;

4) Y que durante la campaña del Frente del Este, una minoría de entre las tropas alemanas, las llamadas «Einsatzgruppen» (grupos móviles), fusilaron a muchos judíos y no judíos (determinar cantidades exactas resulta hoy imposible, pero la cifra debe rondar decenas de miles) al considerarlos enemigos potenciales que colaboraban con los partisanos.

Estas persecuciones son hechos históricos probados. En cambio, no serían hechos históricos, sino elucubraciones propagandísticas las siguientes afirmaciones, que los autores revisionistas sí CUESTIONAN:

a) Que existiera un plan para el exterminio físico de todos los judíos.

b) Que en los campos de concentración existieran “cámaras de gas” para el aniquilamiento de seres humanos.

c) Que durante los años de gobierno de Hitler encontraran la muerte de 5 a 6 millones de judíos convertidos en “pastillas de jabón”.

El fin de los Revisionistas no es disimular actos violentos realmente acontecidos, sino llegar a la verdad histórica. Por lo tanto se definen por la “verdad histórica” y contra la “verdad política”.

 

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EL HOLOCAUSTO Y LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA

 

El holocausto marcó moral y políticamente la época de posguerra hasta nuestros días: se incluye su aprendizaje forzoso en todos los textos escolares como si de un hecho inamovible se tratara; influye decisivamente en la política occidental en Oriente Medio; millones de personas peregrinan hacia los lugares conmemorativos (Auschwitz, Dachau, etc.) como si se tratara de santuarios o parques temáticos, para manifestar su consternación, etc.

Pero en una sociedad plural, los historiadores no están al servicio de la política. La libre investigación está garantizada al igual que la libertad de expresión. Nuevas conclusiones históricas nos obligan periódicamente a replantearnos nuestra visión de la historia. Es totalmente lícito, pues, analizar errores históricos con métodos científicos. Consecuentemente, nuestra visión de épocas anteriores está expuesta a modificaciones.

Sin embargo, la ideología dominante pretende que haya un solo periodo histórico para el cual, en la sociedad democrática occidental, queda invalidado el principio de la libre investigación. Quien pone en duda las afirmaciones habituales sobre ese periodo, arriesga exponerse a sanciones legales y al desprecio de la sociedad, así como a la pérdida de su existencia profesional. En lugar del razonamiento crítico y la libre investigación, lo que vale para ese periodo es el dogma ordenado por el Estado, siendo castigada la aplicación de métodos científicos.

Los que creen en la democracia deberían poder presenciar un debate entre los que Jürgen Graf llama «exterminacionistas» (es decir, aquellos que defienden un presunto exterminio masivo de judíos durante la II Guerra Mundial) y los «revisionistas» (es decir, aquellos que tienen serias dudas sobre muchos puntos de la tesis anterior). Al no poder plantear dichas dudas, la supresión de todo tipo de cuestionamiento acerca del llamado “holocausto”, sea por leyes «ad hoc», sea por la fuerza física, son de por si fuertes argumentos en favor de los revisionistas.

Por eso, una vez tras otra surgen voces que expresan dudas acerca de la presentación oficial de la historia y cuestionan la fiabilidad de las fuentes utilizadas.

En resumidas cuentas, ¿es aún posible tener dudas? ¿Serian acaso una afrenta al sentido común de la gente? Sobre la base de las «innumerables pruebas», debería resultar fácil refutar los argumentos de los que dudan. ¿Por qué se teme como el diablo el agua bendita un debate público sobre el llamado “holocausto” con los revisionistas?

Ciertos Estados promulgaron leyes especiales para restringir la libre expresión tan sólo con respecto a este “holocausto”. ¿Debería el bozal reemplazar la falta de argumentos? ¿Quién podría estar interesado en convertir en tabú el llamado “holocausto” --como un hecho histórico único e inigualable-- y sustraerlo a una crítica investigación histórica?

La auténtica investigación histórica obliga a un continuo análisis («revisión») del concepto de la historia. Se había acusado al Ministro Goering del incendio del Reichstag (Parlamento alemán), pero a partir de los diarios de Goebbels sabemos hoy que el Reichstag fue incendiado por el militante comunista holandés llamado Van der Lubbe, a solas y por propia iniciativa. Los nazis habían sido inculpados hasta fecha reciente del asesinato en masa de 4.000 oficiales polacos en Katyn (1940), pero hoy está comprobado que fue Stalin quien dio la orden de ejecución masiva a manos de agentes soviéticos.

No hay tema en la historia que no pueda discutirse abiertamente, desde la Virginidad de María hasta la existencia del Profeta Mahoma, que los norteamericanos hayan aterrizado en la luna o que Pearl Harbour fuera una provocación, ¡excepto el holocausto!

¿Qué hubiera ocurrido si se hubiese prohibido, bajo severa pena, toda investigación y discusión pública referente a todas las personas y acontecimientos históricos anteriormente mencionados? ¿Cuán serios pueden ser los tratados de historia si «trabajos historiográficos» negligentes o tendenciosos de la primera hora son adoptados en forma irreflexiva por generaciones de historiadores posteriores, copiándo y citándo simplemente lo ya publicado? ¿Qué puede esperarse de historiadores que por «razones de pedagogía social» pretenden escatimar al público nuevos conocimientos, porque la versión conocida hasta la fecha, que no responde a la verdad, sustenta mejor la tambaleante estructura del edificio ideológico del Sistema? ¿Modelamiento de la historia para mantener una determinada visión política del mundo?

En el intento de legislar contra la investigación histórica sobre este tema forzado por el Parlamento frente a todo criterio jurídico, ¡se pretende penalizar toda crítica referente a la supuesta veracidad del llamado “holocausto” con multa o prisión!

¿Se quiere censurar nuestros pensamientos y perseguir a disidentes por su «opinión equivocada»? ¿Queremos establecer una inquisición para la caza de herejes, imitando a los fundamentalistas islámicos que han fijado una recompensa por la cabeza de Salman Rushdie?

Jürgen Graf  (Basilea, 1951)

Profesor de idiomas, expulsado del servicio escolar tras la publicación de su libro Das Narrenschiff (El barco de los locos), en el que denuncia la inmigración masiva planificada, además de intelectual suizo con múltiples talentos es un genio de los idiomas: habla quince idiomas con fluidez, entre ellos algunos tan exóticos como chino, tailandés, danés o ruso, así como dialectos malayos y filipinos y comprende otros muchos. Es también uno de los autores de mayor éxito del Revisionismo. Su libro más popular "El Holocausto bajo la lupa" ha sido traducido al ruso, búlgaro, italiano, rumano, danés, ingles, francés, español y sueco. Viajó a Rusia, donde investigó en los archivos rusos durante meses. El Gobierno suizo, bajo presión, acusó, juzgó y condenó a Graf en Septiembre de 1998 a 15 meses de cárcel bajo la nueva ley “bozal” anti-revisionista. Su editor de origen alemán de 80 años y en silla de ruedas, Gerhard Forster, fue igualmente arrastrado ante los tribunales y condenado a un año de prisión. Cuatro semanas después de que la sentencia fuera pronunciada, Mr. Forster murió Siguiendo una larga odisea a través de muchos países orientales, incluyendo Rusia y Turquía, Jürgen Graf ha encontrado un lugar a salvo en Teherán y finalmente en Rusia. Jürgen Graf, fue sentenciado a 15 meses de encarcelamiento en su país natal, conocido como la "democrática" Suiza, por publicar irrefutables hechos acerca de las mentiras de la industria del Holocausto.

Es bien sabido que Jürgen Graf permanecía incólume y decidido a ir a prisión a fin de sentar un ejemplo para otros en la persecución de la libertad. Sin embargo, recientemente se vió inquietado por los alarmantes informes provenientes de miembros del Sistema, acerca de que, repentinamente, un considerable numero de disidentes intelectuales encarcelados, oponentes decididos al terror de la industria del Holocausto, enfermaron y han muerto misteriosamente (tres, sólo en Austria). Estos eventos le forzaron a reconsiderar su posición y hacerle cambiar sus planes.

Jürgen Graf ha visitado y examinado el sólo más "lugares de holocausto" en Europa oriental que todos los autoproclamados expertos en el holocausto juntos. Ha estudiado y examinado más documentos en los archivos rusos y polacos que todos los profesionales de la Industria del Holocausto en 50 años. Su dominio de 18 idiomas ha jugado un importante papel en esta compleja investigación.

Sus principales libros han sido publicados en Rusia en cantidades inconcebibles para editoriales occidentales. A principios de 2000, su fama alcanzó el punto culminante, cuando el equipo de la Embajada rusa en Berna (Suiza), pidió a Jürgen Graf que visitara al Embajador en su oficina. Jürgen Graf supuso que la razón para esta invitación era para informarle que su visado para Rusia había sido rechazado debido a las presiones del gobierno suizo. Para su sorpresa este no era el caso. El Embajador ruso le pidió cortésmente un autógrafo para su libro más conocido (El Holocausto bajo la lupa) que tenía en el cajón de su escritorio.

Durante sus viajes (para escapar del sistema carcelario suizo) fue contactado por las autoridades iraníes e invitado a instalarse, trabajar e investigar libremente como un invitado bienvenido, apoyado por los círculos científicos iraníes.

Como es sabido, la asociación de científicos y universitarios iraníes organizó una Conferencia Revisionista Internacional en Teherán a finales de 2006.