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             Y
            SI LOS MONTONEROS HUBIESEN GANADO... 
            por
            Walter Romero
            
             
              
            
              
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                   Tengo
                  un vecino, Oscar, justo en el piso de arriba de donde vivo. Él
                  al igual que  yo es
                  un exiliado. Exiliado económico, claro. Somos muy amigos. Los
                  dos somos fanáticos de Boca. Pero en política estamos en
                  desacuerdo con varias cosas. 
                  Siempre discuto con mi amigo Oscar -montonero hasta la
                  médula- sobre el mismo tema. Nunca nos ponemos de acuerdo.
                  Oscar es fanático, casi hasta el límite con la locura, de
                  Evita y de Perón. Él me afirma que si ellos, los montoneros,
                  hubiesen ganado la guerra, los ideales de La Capitana y del
                  General prevalecerían. Yo afirmo que si ellos, "los
                  montos", hubiesen ganado la guerra y llegado al poder en
                  el 76, la Argentina se hubiese convertido en un nuevo satélite
                  soviético. Él me afirma y recontra afirma hasta el
                  cansancio: "Walter, nosotros no eramos marxistas y no
                  queríamos un gobierno con esa ideología. Luchabamos por un
                  nacionalismo popular y revolucionario. Y que esa ideología
                  iba a prevalecer por sobre la ideología de los otros grupos
                  guerrilleros". Le respondo -tambien hasta el
                  cansancio- que eso no tenía ninguna importancia ya que ellos
                  al igual que Fidel Castro en el 59 y decenas de otras
                  guerrillas en el mundo, iban aliarse, sí o sí,  con los
                  soviéticos. Las circunstancias y el ambiente de la década de
                  los años 70 los iba a obligar.  Cualquiera que en
                  aquellas épocas hubiese empuñado las armas tenia dos
                  caminos: o estabas con los paramilitares al servicio de la CIA
                  y de Washington o estabas en la guerrilla al servicio de Moscú.
                  Que tanto él como muchos miles y miles de bien intencionados
                  compañeros iban a ser "utilizados" como carne de cañon
                  por la cúpula montonera. Él sigue negando –casi 40 años
                  después de aquellos acontecimientos- dicha posibilidad. Como
                  sé que en realidad, a pesar de haber militado en Montoneros,
                  él es sincero y  tiene
                  un pensamiento Nacional y Revolucionario (al igual que miles
                  de ex-militantes montoneros) me tomé 30 minutos para
                  intentar, finalmente, convencerlo. Y le conté un cuento. De
                  ficción política. Le dije: “Oscar, sentate en el sofá,
                  encendé un pucho, cerrá los ojos, escucha este cuento y usa
                  la imaginación. Te voy a demostrar cómo, si ustedes, los
                  montos, hubiesen ganado la guerra, el trapo rojo iba a ondear
                  en lugar de la azul y blanca. Escuchá….escuchá…”  
                  
                   
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            Año 1976. Mes de marzo. Día 24. Madrugada. Los militares deponen
            al gobierno de Isabel y toman el poder. Todos los grupos
            subversivos, hasta ese momento fuera de la ley, se legitiman
            internacionalmente. Unión Soviética, China, Europa del Este, Cuba,
            decenas de países de África y Asia, partidos y organizaciones de
            izquierda de todo el mundo, grupos de Derechos Humanos y
            Pro-Democracia repudian el golpe militar y le dan a los grupos, que
            eran considerados terroristas, el status de "movimientos
            libertadores". 
            
             
                
            Montoneros, grupo mayoritario de entre esos “libertadores”,
            encabeza la gran cruzada. Después del cruento golpe de Estado,
            miles y miles de argentinos se suman a los diferentes frentes
            guerrilleros. Montoneros, ERP, FAR, FAL y decenas de otras
            agrupaciones crecen a paso de gigantes. Los grupos guerrilleros de
            países vecinos “abastecen” a sus hermanos argentinos. Dinero y
            armas. El gobierno golpista responde a sangre y fuego. La represión
            se siente pesadamente en los sindicatos y universidades que son
            cerradas. Un mes después son reabiertas pero ahora con un
            interventor militar. 
            
             
                
            Junio de 1976. El ERP en un vuelco espectacular domina los montes
            tucumanos y avanza hacia las ciudades norteñas. Montoneros, para
            ese entonces domina todo Buenos Aires y avanza hacia Córdoba donde
            espera, replegado, el General Menéndez. 
            
             
                
            Setiembre de 1976. En un intento desesperado el gobierno militar va
            a EEUU a explicar la situación y a pedir ayuda. Kissinger promete
            ayuda y elabora el “Plan Cóndor” junto con varias dictaduras
            sudamericanas. A todo esto el ERP declara el nordeste argentino como
            “zona liberada” y pide reconocimiento internacional. Todo Europa
            del Este, encabezado por la URSS responde afirmativamente el mismo día.
            Dos días después recibe el reconocimiento de más 45 países.
            Obviamente, todos países con regímenes marxistas. 
            
             
                
            Octubre de 1976. Reunión urgente en la ciudad de Puerto Strossner,
            Paraguay entre los cancilleres de los gobiernos militares de
            Uruguay, Brasil, Argentina, Chile y del país anfitrión y
            –OBVIAMENTE- los embajadores yanquis en esos países. Se ponía en
            marcha el Plan Cóndor. Todos estos gobiernos junto con los Estados
            Unidos ayudarían a Argentina a librarse de la guerrilla a cualquier
            costo. Pero ya era tarde. 
            
             
                
            Noviembre de 1976. Montoneros entra en la ciudad de Córdoba y acaba
            con cualquier resistencia. Los jefes militares son fusilados en las
            plazas después de pasar por “juicios populares” encabezados por
            “la jueza” Hebe de Bonafini. La pinza se cerraba. ERP por el
            norte y Montoneros por el sur tenían en mente acabar
            definitivamente con el gobierno militar que se atrincheraba en su último
            reducto: Rosario. El embajador americano en Argentina huía para
            Montevideo y desde allí le pedía al presidente americano que envíe
            a los infantes de marina a la Argentina en un último intento para
            evitar la derrota. El embajador soviético en la Argentina repudia
            ante la ONU cualquier intervención armada de EEUU en suelo
            argentino. El gobierno americano duda. A todo esto llegan a Buenos
            Aires, 3.000 cubanos armados hasta los dientes en, según palabras
            de Fidel Castro, “misión humanitaria”. 
            
             
                
            Diciembre de 1976. El ERP le gana de mano a Montoneros y comenzó su
            ataque a Rosario sin esperar a sus “primos” guerrilleros. Pero
            el ataque fracasa. El general que se había atrincherado en la
            ciudad de Rosario no solamente rechaza el avance de las huestes de
            Santucho, sino que envía un contraataque fulmíneo que arroja a las
            fuerzas erpianas hasta el norte de Santa Fe. Pero antes del desastre
            total, el Pepe Firmenich con 15.000 cuadros montoneros y los 3.000
            cubanos “humanitarios” avanza por el sur y cambia la historia.
            En una de las más encarnizadas batallas desde el comienzo de la
            lucha armada, la guerrilla montonera destroza el último vestigio de
            resistencia militar y salva al ERP de ser casi aniquilado. El
            triunvirato militar que gobernó Argentina por casi un año huye
            para Uruguay pero es interceptado por un grupo del ERP y fusilado en
            Corrientes. La guerra terminó. Desde la ciudad de Santa Fe se hace
            pública una foto que recorre el mundo: el Pepe Firmenich abrazándose
            con Santucho.  
            
            
             
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            A mediados de diciembre los jefes guerrilleros se reúnen para
            formar el nuevo gobierno. Se designa al binomio Firmenich-Santucho,
            presidente y vice. El día 18 de diciembre es escogido para asumir
            las nuevas autoridades. Obviamente se prepararía una fiesta en el
            Congreso Nacional. 
            
             
                
            18 de diciembre de 1976. Tres de la tarde. Domingo espectacular. En
            las inmediaciones del Congreso nacional, casi 200.000 personas con
            pancartas y banderas de todos los colores (aunque predominaba el
            rojo, obviamente) se acercaban a saludar al nuevo gobierno de
            Liberación Nacional. Casi todos con radios en las orejas. ¿Para qué?
            No hacía falta. En las afueras del Congreso más de 50 megáfonos
            transmitirían los discursos que habían preparado el gobierno y los
            invitados de varios países. Entonces para qué eran las radios? 
            Es que en algunos momentos más comenzaría la disputa de la final
            del Campeonato Nacional de fútbol. Boca-River.
            River-Boca. Boca
            ya se había llevado el Metropolitano de ese año, dando la vuelta
            olímpica en el mismísimo gallinero en el mes de julio. River debía
            vengar la afrenta. Por eso las radios. No nos olvidemos que en
            Argentina, el fútbol está por encima de todo. De la vieja, de los
            hijos y obviamente de la política. Que el Pepe y el Mario nos
            disculpen por un par de horas. 
            
             
                
            Dentro del Congreso se hacían presentes representantes de todas las
            agrupaciones guerrilleras del mundo entero y de decenas de líderes
            de países con gobiernos de izquierda. Algunos de ellos discursarían
            antes que las futuras autoridades nacionales. Representantes del
            FMLN de El Salvador y del Movimiento Armado de Mozambique
            conversaban amablemente mientras fumaban habanos. Habanos cubanos,
            claro. El presidente de China competía con su similar de Vietnam
            para ver quien tenía la sonrisa más falsa. El representante del
            Frente Patriótico Manuel Rodriguez de Chile, sin pedirle permiso a
            nadie, agarraba el micrófono y confirmaba que ellos eran los
            responsables del atentado, la noche del sábado, contra la comitiva
            de Pinochet. El dictador había salido ileso pero el Almirante que
            lo acompañaba en otro coche, pasaba a mejor vida. La ovación en el
            Congreso fue épica aunque lamentaban que el Chacal se hubiese
            salvado. Otra vez será. 
            
             
                
            El presidente Kadafi mostraba su impecable atuendo al representante
            del Grupo Armado para la Liberación de Jamaica: un negro alto y
            flaco con cabello rastafari que fumaba un porrito. Tenia un olor a
            chivo tan penetrante que Kadafi casi se desmaya. El representante
            del MIR boliviano, le comentaba a su par de las FARC colombianas
            sobre las bondades de la hoja de coca. 
            
             
                
            El representante de Corea del Norte quería agarrar el micrófono
            para repudiar a los delegados de China y Vietnam que habían acabado
            con el stock de té que había en la cocina del Congreso Nacional.
            Un erpiano colgando una kaleshnikov, le sacó el micrófono y para
            tranquilizarlo le dijo: “No te calentés, ponja. Te invito a
            tomar el té acá enfrente”. El coreano le explicaba que él
            no era “ponja”, que era coreano, mientras entraba a la Confitería
            El Molino. El representante de las Brigadas Rojas italianas le
            preguntaba al representante del Frente Guevarista de Liberación de
            Surinam si le conseguía alguna camiseta con la imagen del Che. Ya
            eran las cuatro de la tarde y terminaba el primer tiempo del súper
            clásico. Cero a cero. 
            
             
                
            A esta altura, el humo de los habanos cubanos no dejaba ver un
            carajo  dentro del
            recinto. Hasta que Obregón Cano agarrando el micrófono le pidió a
            los presentes que hasta que terminase el acto dejasen de fumar. Le
            respondieron con una silbatina impresionante. El representante del
            Frente para la Liberación del Congo le preguntaba al líder soviético,
            Leonid Brezniev, si le vendía cinco mil ametralladoras. Eso sí. A
            pagar en dos años. El ruso, cuando vio que iba a ser “gratarola”,
            fue tajante: “Niet” 
            
             
                
            El camarada Abimael Guzmán de la agrupación Sendero Luminoso del
            Perú, distribuía ejemplares del libro rojo de Mao. En los tribunas
            del Congreso, un grupo de compañeros peronistas gritaban: “....Montoneros,
            Montoneros, los soldados de Perón". 
            Un representante del Movimiento Armado Revolucionario de
            Namibia, que los observaba, decía mientras los señalaba con el
            dedo: “Montañeros, Montañeros”. El representante de
            Tupamaros le aclaraba con voz calma: “No botija, no son Montañeros.
            Son Montoneros. Mon-to-ne-ros”. El negro que sonreía y
            mostraba sus enormes y perfectos dientes blancos y que no entendía
            ni jota del castellano, asentía con la cabeza y repetía: “Montañeros,
            Montañeros”. El yoruga, sin perder la paciencia le decía al
            namibio: “Tá negro, tá. Son Montañeros”. 
            
             
                
            Los representantes del violento Partido Fracción Roja del Japón le
            explicaban a quien quisiera oír (y que entendiese japonés) sobre
            las bondades del harakiri. En fin, todo era una fiesta dentro y
            fuera del Congreso Nacional. No hace falta aclarar que todos los
            representantes de los grupos guerrilleros estaban armados hasta los
            dientes a pesar del clima cordial. Miles de banderas rojas con el
            martillo y la hoz copaban el recinto del Congreso. Apenas se veía
            un flaco con una pequeña bandera argentina. 
            
             
                
            Ya llegaba la hora de la “coronación”. Santucho le coloca la
            banda presidencial al Pepe Firmenich y lo rubrica con un gran
            abrazo. En las tribunas cientos de erpianos se abrazaban
            efusivamente con sus “primos” montoneros. Ahora, era el tiempo
            de los discursos. Le pidieron a Fidel que sea breve. Castro que había
            preparado un discurso de 175 paginas, obedeció. El líder cubano
            advirtió que el nuevo eje La Habana-Buenos Aires-Moscú haría
            temblar al imperialismo yanqui. Ovación total. Firmenich puso cara
            de no haber entendido lo que se había dicho. Después habló
            Santucho. Recordó al valiente Che Guevara. Nueva ovación. Ahora le
            tocaba el turno al flamante presidente electo. Y el Pepe fue bien
            claro. Habló de Evita. Ovación de los cuatro costados. Recordó la
            epopeya de la batalla por Rosario. Otra ovación. Santucho
            emocionado le dio un abrazo. Otra ovación. Y el Pepe terminó su
            discurso con varias frases sueltas. “Compañeros de todo el
            mundo: llegó La Hora de los Pueblos”, afirmaba. Ovación.
            Continuaba con: “Es la hora de la Revolución Nacional”.
            Otra ovación. Y seguía: “Patria o Muerte”. Ovación
            impresionante. Y terminó con un “Ni yanquis....(ovación)....ni
            marxistas: Peronistas”. Silencio total. 
            
             
                
            Todos en el recinto se miraban unos a los otros. Sin entender nada.
            “Ni marxistas” dijo el forro ese??? Uno de los representantes
            del Partido Fracción Roja del Japón se hacia el harakiri. El
            representante del MIR boliviano, en lugar de mascar la hoja de coca
            y luego escupirla, se la tragó. Khadafi, que es musulman, se puso
            tan nervioso que se hizo la señal de la cruz. De repente, dos mil
            armas de todos los calibres apuntaron para el ojo derecho de
            Firmenich que, recién ahí, se dio cuenta que su última frase no
            fue muy afortunada que digamos. Santucho haciéndose el boludo dio
            cinco pasos para la izquierda, intentando tomar distancia prudencial
            del Pepe. El flaco que tenía la banderita argentina en la tribuna,
            la dobló despacito….despacito…. y se la guardó debajo de la
            camisa sin que nadie se diera cuenta. 
            
             
                
            El Pepe no tuvo tiempo de pedir un confesor. Apunten! Fuego! El
            estruendo fue tan grande, que las miles de palomas que tomaban agua
            en la fuente que se encuentra en las afueras del Congreso Nacional,
            se pegaron tal cagazo que se  fueron
            para Plaza de Mayo. 
            
             
                
            Afuera del Congreso, otro estruendo. Boca, con gol de tiro libro del
            “Chapa” Suñe, se la ponía en un ángulo al Pato Fillol y le
            ganaba a River uno a cero en la cancha de Racing coronandose bicampeón
            argentino de 1976.
            
             
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