MUJICA, ¿ORIENTAL O URUGUAYO?

por el Dr. Alberto Asseff    -   Partido Nacionalista Constitucional -  UNIR

 

El candidato presidencial José Mujica creo que sabe la delgada diferencia entre frescura de boca y boquifresco. Tendría que tenerla siempre presente en este lapso preelectoral.

Cierto es que quedan cada vez menos orientales entre la dirigencia, pero persisten miles en el pueblo de la otra Banda. También es verdad que en este lado del Plata tampoco abundan los nacionales entre los que mandan o inciden en el poder. Los pocos de allá tienen su correlato con los escasos de acá. Y no es bueno que así sea.

Empero, algo nos decía que Pepe Mujica era propenso a la añeja orientalidad, la de Artigas y sus herederos. Memoro a los contemporáneos Alberto Demicheli, a Roberto Ares Pons, a Pibel Devoto, a la recordada revista MARCHA y a decenas de compatriotas orientales, como Recaredo Lebrato Suárez o el mismo  Washington Reyes Abadie. O a mi querido amigo Carlos Castro, un hombre sano de pies a cabeza, enamorado de la Patria Grande, a la que jamás renunciará. Y no olvido al asesinado Héctor Gutiérrez Ruiz, presidente de la Cámara de Diputados oriental en 1973, mi amigo. En algún momento escribiré sobre el pensamiento de este blanco federal acerca de la reintegración rioplatense.

Esa arraigada unidad de destino que anidaba - aún tiene vitalidad - en muchísimos determinó, por caso, que el diario EL PAIS publicara a página entera, un artículo con mi firma en el que se postulaba la construcción de un puerto biestatal - no binacional, porque somos una sola Nación, con dos Estados - en La Coronilla para que se erija en el gran pórtico de toda la Argentina norteña, Paraguay, Bolivia y también del oeste brasileño, limítrofe con Misiones, Paraguay y Bolivia.

No hay intromisión entre rioplatenses. En rigor, no puede hablarse de que nos inmiscuimos si opinamos obre un asunto de algún latinoamericano. Entre los americanos del sur nuestras cosas son interestatales, de la Confederación inconclusa, y no internacionales. Por eso Mujica puede y debe dar su postura sobre la Argentina y desde acá podemos hacer lo propio.

Pero Mujica - aunque leal a sí mismo en tanto expresa lo que piensa, 'tal cual es', como se autopublicita - mezcló en sus declaraciones acerca de la Argentina verdades, falacias, prejuicios y una mentira, todo por el mismo precio. Y en un contexto declarativo que tiene olor a recelo para con nosotros. Sus dichos no respiran sincera hermandad. Algo no está bien en el 'bocho' del candidato. Por lo menos en la concepción de cómo deben estructurarse los vínculos indisolubles de las dos Bandas.

Antes que nada, es notorio que la Argentina es parte del Uruguay. Vean que no digo al revés - Uruguay es parte de la Argentina. Somos inescindibles. Somos indivisibles, aun divididos. Por eso, además de los mil problemas locales que debe tratar, abordar y proponer un candidato, la cuestión argentina se halla presente en la campaña. Y no por la pastera. Más allá de Botnia, que es otra anécdota en nuestras relaciones, que vienen desde la matriz y seguirán hasta el infinito de los tiempos.

Veamos las VERDADES:

"No son (los argentinos) como Canadá por su clase política". Irrefutable. Tanto como que nuestra América no es como EE.UU. por el mismo motivo, desde México hasta el cabo de Hornos.

"En el conflicto con el campo  el gobierno actuó como un burro. Perdieron 8 mil millones de dólares". Indiscutible. Aunque dilapidamos más que esa cifra.

"Debieron vender soja, cereales, carne, leche en medio del aumento del precio internacional y después pelearse". Tan práctico como real.

"Cuando los justicialistas son oposición hacen la vida imposible al gobierno". Irrebatiblemente veraz.

"Kirchner es patotero". Es indudable, desgraciadamente.

"La Argentina no llegó al nivel de democracia representativa y la institucionalidad no vale un carajo". Es la realidad, más allá de la fachada formal.

"Es un país (la Argentina) que se despedaza al pedo". Lamentable pintura de nuestro escenario, inclusive haciendo una retrospección. Semejante a toda la América meridional.

FALACIAS:

"Los tipos (nosotros) son conscientes de que se matan al pedo". La mayoría de quienes pujan interminablemente carece de la conciencia que adjudica Mujica. Creen que luchan por algo que vale la pena. Es así, nefandamente.

"Desgraciadamente, para nosotros la Argentina es un país determinante por la incidencia del turismo en el Uruguay". Es una verdad a medias, lo cual la emparenta con la mentira. La Argentina es mucho más gravitante en la otra Banda que por el turismo de los "porteños". Mujica minimiza inexcusablemente las cosas. Es en esta frase donde se puede descubrir que es más uruguayo que oriental. Un artiguista no habría incurrido en este reduccionismo insólito y superficial.

"El Uruguay es parecido a la Argentina, pero más decente". Lo consigno como una falacia porque, descartando que la corrupción es menor que la que padecemos en estas costas, lo cierto es que Uruguay es cómplice de los delincuentes de 'guante blanco'. Lo prueban las miles de S.A. que se constituyen sólo para defraudar al fisco argentino, el secreto bancario, la negativa a colaborar contra la evasión tributaria y muchas otras desfiguraciones de esa presunta decencia. En rigor, una parte de la estabilidad macroeconómica uruguaya se sustenta en esos capitales negros provenientes de la Argentina. No voy a entrar en otros lodazales como el de la sospechosa exportación de libros a Venezuela (¿para la campaña proselitista...?).

"Los radicales son tipos muy buenos, pero unos nabos". Es una generalización inaceptable. Se parece a una compensación por lo que les endilgó a los peronistas. Si vamos al origen, los radicales son nacionales por donde se los mire, al punto que su divisa es roja por el federalismo y blanca por Oribe. Dicho esto para recordárselo a Mujica y a todos.

"El aparato justicialista es un sistema territorial con señores feudales, que son el poder dentro del poder argentino". Es una idea parcializada para interpretar a un fenómeno político-social mucho más complejo como lo es el peronismo. No es sólo 'territorial'. Persiste mucho sentimiento, que como tal es inextricable. También media eso que Perón dijo en el sentido de que "no es que nosotros (los peronistas) hayamos sido los mejores, sino que los que vinieron después fueron peores".

"Los ruralistas son unos burros". Es la otra parte de la burrada que estigmatiza Mujica. El aserto es falaz porque si bien los hombres de campo no manejaron del todo bien el diferendo, la verdad es que Kirchner y todos los de 'paladar negro' que lo siguen, forzaron y profundizaron las diferencias hasta la irracionalidad. Además, en la pugna, los ruralistas se indignan porque el gobierno pretende estrujarles sus bolsillos para engrosar el parasitismo burocrático. Es decir, sacarles a quienes producen para dárselo a quienes vegetan. Esta justificación amerita ser analizada sin ligerezas como las de Mujica. Y, también, los productores se oponen a un intervencionismo estatal en una actividad que dio mil probanzas de que si existe libertad es sinónimo de pujanza y prosperidad. En Montevideo, en otro contexto, los productores también protestan por el gasto público y los altos tributos.

MENTIRA:

"La Argentina tiene reacciones de histérico, de loco, de paranoico". Es un agravio a la inmensa mayoría de los 40 millones de argentinos. Es una afrenta a nuestra historia. Y un desprecio por centenas de logros, desde los Premios Nóbel, la energía atómica hasta la tecnología agropecuaria y las mil manifestaciones de nuestra riqueza cultural. Sin omitir a los obreros calificados y a millones de buenas gentes.

La Argentina se desequilibra tanto como otros pueblos. Las guerras - mundiales o locales - son la prueba de superlativas locuras colectivas. Por ende el sayo se le podría poner al planeta entero. Sin ir más lejos, las burbujas financieras o inmobiliarias y los desmanes cometidos, que conmovieron a todo el mundo, son muestras de desquicios que acaecen en el mismísimo primer mundo.

Cuando Mujica enfatiza esta 'locura' argentina denuncia su uruguayidad, sin resquicio para la orientalidad que daba la impresión que portaba. Es una mentira prejuiciosa, es decir de la peor especie de mendacidades.

Cuando su biógrafo o reporteador Alfredo García aclaró a posteriori que "Mujica tiene mucho aprecio por la Argentina" exhibió que hay un tufo de mezquindad. Entre los rioplatenses deberíamos tener mucho más que un formal 'aprecio'. ¿No le parece?.

Tengo la sensación fea de que Mujica ha agitado electoralmente esa vieja rivalidad antiportuaria - más que antiporteña -, para obtener votos. Y usó guarangadas que degradan el nivel social. Son un pésimo ejemplo. Peligrosamente, porque a uruguayos - aunque no sean orientales - y a argentinos - inclusive a los porteñistas - el destino les depara - nos depara - una sola ineluctable cosa: la unidad bajo el nombre que se le quiera asignar, como por ejemplo integración. Ya lo decía Methol que "no hay solución puramente uruguaya para el Uruguay" ("El Uruguay como problema", 'Colección Despertar de América Latina', Montevideo, 1967, p.9).

Por momentos tengo la sensación de cierta tendencia cisplatina en este protagonista que no por simpático deja de suscitar aprensión.

De repente pareciera que Montevideo quisiera revalidar su antiguo rol de caballo troyano en el área. La cuña o tapón que le diera origen, para ser veraces. Otrora a favor de los anglofranceses o de los portugueses. Hogaño de Washington. Mañana de Pekín. Siempre aspirando a otra vecindad. No obstante que saben que no pueden mudarse a la boca del San Lorenzo. ¿Se imaginan al Uruguay como 'paisito', como dice Mujica, entre EE.UU. y Canadá. ¡Qué felices estarían los uruguayistas! ¡Hasta hablarían inglés! Y no tendrían que soportar a la TV porteña y a Tinelli.¿O me equivoco redondamente?.

Algo me merodea en mi cabeza: ¿el deslumbramiento de Mujica con Lula incluye la compra brasileña de armas por 12 mil millones de dólares? ¿Abarca al submarino atómico? No interpreto bien a este tipo de socialismo que venera sin chistar el armamentismo de Brasil y de Venezuela. Es un socialismo contradictorio, como un gaucho con mocasines. 

Por supuesto, estoy adscripto a la idea de una defensa sudamericana bien dotada y mejor equipada. Pero eso nada tiene de vínculos con desatar una desopilante carrera armamentista entre nosotros que en 2008 devoró 47 mil millones de dólares, de los cuales 23 mil millones los gastó Brasil.

Mi idea sencilla es que hay que tratar de ser fieles a la historia y al destino. Por ahora, así de segregados todos tenemos un pronóstico reservado hacia adelante.