"OLIGARCAS" Y "POLITICOS"

Por Alberto Asseff *

 

                   Las comillas del título apuntan a que los actores principales del reciente conflicto ni son oligarcas ni son políticos. Apenas algunos pocos se les parecen. 

                   Los presuntos "oligarcas" son 70 mil pequeños y medianos productores que trabajan el surco, ciertamente con el auxilio de la tecnología, extrayendo bienes de la madre tierra. Es una labor bendita, como todos los trabajos.

                   Que hay "pools" que invierten para arrendar hectáreas, en algunos casos superficies extensas, no existen dudas. Que hay grandes propietarios también. Que esas modalidades financiero-productivas deberían tener un tratamiento tributario distinto, tampoco. Empero, demonizar la propiedad, la inversión y las finanzas no parece un modo coherente y menos propicio si es que se propende a crear riqueza y distribuirla con equidad. ¿Se puede expandir la producción sin inversiones? ¿Acaso se regresa a la creencia que el capital sale de la Casa de la Moneda, imprimiendo billetes? ¿O que se obtiene confiscando la renta de los chacareros o de otro sector?. Una cosa son los impuestos y otra es "castigar" a quienes tienen inteligencia y ponen esfuerzo para ganar dinero legítimo. Se oyó demasiado en estos días eso de "castigar" a la renta. Stalin era más mesurado en esta materia. No se habría embarcado en una guerra de alícuotas.

                   Los aparentes "políticos" que actúan en el primer escenario nacional o provinciales son escasamente tales. Un político es quien se ocupa, por mandato y arte innatos, de la cosa pública. Llámesele interés general o bien común. El político es un químico sin guardapolvo. Es quien tiene el don de combinar los componentes y obtener el ansiado bien general. No diaboliza ni endiosa. Con realismo, no cínico, equilibra y así orienta al colectivo nacional. Posee ideales, pero no es ideólogo. Está dotado de juicio, no de prejuicios. Responsable, nunca echa culpas al otro. Está en quicio, jamás se desquicia. Se cuida de no caer en eso de todo o nada. Sabe que el gris es el color principal y dominante en la conducción del Estado.

                   Si de algo carecen estos "políticos" es de sensatez. Es incompatible equilibrar si media adolescencia de sentido común. La desmesura siempre, ineluctablente, produce inestabilidad de todo orden. Un político no tiene licencia para obnubilarse. Menos para vivir obnubilado,  no ya por la pasión, sino por el rencor. Odio y política deben existir divorciados a perpetuidad. No hay indulgencia en esta cuestión. Su coexistencia es siempre bélica, nunca pacifica.

                   Político es un portador de sentimientos y utopías, pero siempre con el cable a tierra de la razón. No es un autómata racionalista a ultranza, pero tampoco un incendiado por el arrebato. No puede ser ni puro frenesí ni espécimen de escritorio, sólo familiarizado con libros y legajos.

                   La presidenta tiene la ocasión que le brindó el vicepresidente. Donde se puede leer un diferendo, una segunda observación permite entrever una inmejorable oportunidad para enmendar  la orientación de la marcha. Eso sí, exiliando el infantilismo de revolucionario de bar, como,  por caso, boicotear a la afamada Exposición Rural o pretender desarticular a la Mesa de Enlace de las cuatro entidades rurales. En un país que tiende a atomizar recurrentemente sus organizaciones político-sociales, es enhorabuena que algunos intenten la convergencia.

                   La presidenta puede estrecharse en su círculo y proseguir con sus vehemencias pasadas de moda, mezcladas con expresiones demagógico-populistas que ya no conmueven a nadie o promover una apertura -que comienza en su propia mente- que, por ejemplo, permita modelar el proyecto nacional en una armazón de capitalismo con justicia y movilidad social, federalismo, economía integrada, ancho mercado interno y  mundial sin horizonte a la vista de tan magno. Y con derechos humanos, aquí y ahora, para que no se toleren ni la desnutrición ni la pobreza ni los Riachuelos ni nada que lesione a la dignidad , incluyendo al clientelismo electoral. Sacarnos de la miseria moral también. Porque estar hundidos y degradados en materia de valores es la antítesis del respeto a los derechos humanos en serio. Todos los días se tortura a los espíritus sanos de millones de argentinos.

                   En verdad, los protagonistas ni son oligarcas ni son políticos. La confrontación es entre un país que puja por ser normal y con futuro y un puñado de compatriotas, más burocratizados que pensantes, empecinados en dirigirnos disputando todos los días con los parámetros de treinta años atrás. O más. Libran "batallas" con olvido de que están para gestionar y que la única guerra plausible que deberían ganar es contra el atraso, incluyendo el mental.

                   Si siguen con ira se avizoran sombras. Si se liberan de ese tenebroso mal, existe una renovada esperanza que, paradójicamente, surge de una inesperada, pero benéfica derrota política.

 

*Presidente de UNIR

Unión para la Integración y el Resurgimiento

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