LA FUNCIÓN DE LAS VANGUARDIAS EN LOS MOVIMIENTOS NACIONALES

por Petras, Santiago de Chile



A raíz del análisis que se hace en el seno del PNR – PARTIDO NACIONAL REPUBLICANO de España, se ha iniciado un debate que trasciende las fronteras de los países y de las corrientes de pensamiento, pero que tiene una especial significación en “el campo nacional del mundo romano-americano”.

La perspectiva nacional de lo político lleva décadas de constante bombardeo contrario por parte de quienes dominan los medios masivos de comunicación mundiales y de represión por parte de los stablishment políticos, educacionales y policiales.

Esta situación, que predomina desde la desgraciada Derrota de 1945, se ha tornado más compleja con la caída del Muro de Berlín y el desplome de “los socialismos reales” y con el avance de la global-invasión y la implementación sistemática del modelo neoliberal en gran parte del planeta.

Este cuadro general se hace más complejo todavía por las consecuencias de disolución de las identidades que trae consigo: disolución tanto de las identidades colectivas y de las tradiciones culturales particulares en las que se sustentan los pueblos como de las identidades individuales que requieren para su estabilidad emocional de un claro sentido de pertenencia que las proteja de la despersonalización y de la anulación en medio de una masa anónima.

Un grave efecto de la globalización es el cuestionamiento del estado nacional (y del estado en sí) y la exacerbación de las tendencias centrífugas que subyacían en él.

Así es como en Europa, las viejas nacionalidades –reales o ficticias- que sobrevivían revestidas de regiones o de minorías étnicas pretenden convertirse (y en muchos casos lo logran) en nuevos estados desintegrando a los estados nacionales que han existido durante los últimos siglos.

¿Cabe hablar –y en qué sentido- de nacionalismo entre los que defienden la existencia de los viejos estados nacionales o entre quienes promueven la emergencia de nuevos estados étnicos?

Así es como en América (sobre todo en Nuestra América), los pueblos indígenas –ya sea por tendencias propias o por azuzamiento externo- están experimentando la tentación de reivindicar sus tierras y sus tradiciones para reorganizarse políticamente en desmedro de los estados nacionales republicanos que han existido los últimos 200 años.

Al respecto, se puede hacer la misma pregunta anterior:

¿Cabe hablar –y en qué sentido- de nacionalismo entre los que defienden la existencia de los viejos estados nacionales o entre quienes promueven la emergencia de nuevos estados étnicos?

De cara al futuro –de cara a qué hacer frente a todo esto y hacia delante- corresponde preguntarse como movilizar a los pueblos para que aseguren su misma existencia distinta e identificable en el (des)concierto global de las naciones.

¿Puede alguien imaginarse que esto se logrará espontáneamente?

Seguramente la activación de esa movilización no se logrará al modo de los viejos partidos de cada país, incluso probablemente ni siquiera con algún formato de partido, pero –atendiendo a como se hace historia en los hechos- es esperable que siempre sea alguna minoría la que mueva a la mayoría, “aquí y en la quebrada del ají”.

¿Será válido tomar el ejemplo de Los Guardianes de la Revolución que en Irán movilizan a la Revolución Islámica sin desgajarse de ella ni de su pueblo?

¿O el ejemplo de las SS en el III Reich? O de la Compañía de Jesús en el caso de la Iglesia Católica de la Contrarreforma?

Camaradas y amigos: tienen la palabra. Ellos no podrán impedir que nos expresemos y que nos escuchemos los unos a los otros en nuestro “campo nacional del mundo romano-americano”.