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       Art.
      de J.L.Ontiveros, revista Siempre!, domingo 11-julio-2006 La
      hora de los pueblos Por:
      José Luis Ontiveros 
       Por
      una parte, el vuelco geoestratégico que fincaba su eje en la victoria de
      Ollanta Humala, se dará gradualmente más de forma inexorable, en la
      medida en que Perú por la guerra del Pacífico con Chile no puede
      subordinarse a una hegemonía brasileña-chilena y tendrá necesariamente
      que buscar apoyo tanto en Bolivia como en Venezuela, pese al error estratégico
      del conductor Hugo Chávez de haber hecho muy claro su respaldo al ideario
      nacionalista de Ollanta Humala, lo que usufructuó Alan García. Sin
      embargo, en Iberoamérica avanza sobre una izquierda domesticada y sistémica,
      una clara tendencia de rebasamiento del modelo demoliberal capitalista, ya
      agotado en el neoliberalismo, por un tipo de democracia directa y orgánica,
      sin contrapesos, que desformen la voluntad del pueblo cuyo espíritu
      profundo y ancestral Volskich, se revela en la excepcionalidad de un
      conductor cuyos atributos son una voluntad de poder indeclinable, ligada a
      las bases populares de acuerdo a Carl Schmitt. El
      descalabro de Humala es semejante a la carga épica del batallón de
      caballería de Agreda que retrata Drieu de la Rochelle en su novela el
      Hombre a Caballo, sólo es un paréntesis en el final triunfo de la
      voluntad. Ollanta Humala tiene el dominio del Congreso con 45
      representantes frente a los 35 del APRA y 17 de la derecha, por lo que
      podrá reventar el parlamentarismo desde dentro. Resulta
      necesario que Iberoamérica abreve en el anarcosindicalismo y el
      socialismo que son las fuentes originarias del fascismo revolucionario y,
      en particular, en la alianza que buscaron las tres E en Alemania: Ernst Jünger,
      Ernst Niekisch, Ernst von Salomon, en cuanto unir la revolución alemana
      con la rusa y enfrentar como pueblos bárbaros a la plutocracia occidental.
      En este sentido, como señala Ernesto Giménez Caballero, quien según su
      particular tesis el origen del fascismo reside en Lenin, en una lectura
      nacional y original de la revolución para hacer que surja de ella el
      mejor espíritu de cada pueblo, su potencial creativo y su personalidad
      histórica. De este modo, la naturaleza interna de una fe irreductible es
      que puede ser derrotada pero nunca vencida.  |