UNA TEORÍA CHILENA SOBRE EL POBLAMIENTO DE AMÉRICA

por Jorge Vásquez Iturra

Primera Parte: Antecedentes y cuestionamiento del problema.

En octubre de 2002 nos sorprendió a muchos la noticia, que por cierto primero apareció en Washington antes que en Santiago, del resultado positivo del estudio de las muestras encontradas en el desierto de Atacama, las cuales avalaban la existencia de poblamiento humano en el actual desierto más árido del mundo hace unos 13.000 años atrás.

En aquel entonces la última gran glaciación que afectó al orbe, se encontraba en retirada y extensos valles con abundantes pastizales aparecieron tras la retirada de los hielos. Y Atacama no fue la excepción de aquello, pues grandes manadas de camélidos eran amanzados en estos fértiles valles del Norte Grande de Chile que estaban situados en la Pampa del Tamarugal y en el Desierto de Atacama, por hombres cuya presencia hoy en día es posible comprobar gracias a los resultados de las investigaciones de un grupo chileno-suizo que en 2002 dio la gran sorpresa.

Se puede verificar el asentamiento en esta zona de Chile desde 13.000 a 4.500 años antes del presente, lo que significa que durante por lo menos 8.500 años hombres y mujeres con nuestras mismas capacidades e idénticas condiciones de adaptabilidad vivieron en esta área, construyeron cultura, edificaron construcciones, sitios ceremoniales y muchas otras manifestaciones de su existencia que hoy aún esperan ser descubiertas.

Durante más de 80 siglos el desierto más árido del mundo (Atacama) y una de las pampas desérticas más afrestes del globo (Tamarugal) cedieron ante el ímpetu labrador del hombre. Según los arqueólogos chilenos y suizos, los restos fueron encontrados entre las latitudes 20 a 25 grados de Latitud Sur, es decir entre la Quebrada de Parca por el Norte y la de Taltal por el Sur.

En la actualidad en la zona en cuestión, es decir, lo que viene siendo el valle central del norte grande, existen alrededor de 50 pueblos o poblados, desconocidos la mayoría, que ocupan probablemente asentamientos de antaño servicio para los humanos.

Todo ello bien podría servir de “cultura general” para la mayoría de nosotros, pero lo realmente relevante reside en lo siguiente.

Las pruebas más antiguas de la presencia humana en América del Sur se encuentran en las junglas templadas del sur del sub-continente y datan de hace unos 14.600 años, pero la diferencia abismal entre estos restos encontrados en las pampas argentinas y los hallados en Chile, no parecen viable la posibilidad de una filiación entre ambas, dándole a los de nuestro país características bastante especiales, pues no serían la típica derivación de una cultura que se expandió, ni las consecuencias de una migración de un pueblo al norte de nuestro actual territorio, sino que son la clave para comenzar a pensar en la posibilidad de que estos seres humanos no pisaron nunca otra tierra en toda América que no fuera la chilena.

Fueron duramente atacadas las tesis que hablaron acerca de un poblamiento americano por Atlántico, dado el supuesto desconocimiento de los europeos de la existencia de América, hoy en día un hecho ampliamente desmentido por los numerosos estudios que hablan de expediciones Vikingas, Nórdicas, Griegas, Egipcias y hasta algunas que hablan del conocimiento en Mesopotamia de la redondez de la tierra y de la existencia de tierras entre el Atlántico y el Pacífico.

Pero si ellas sufrieron de la ironía y el desprecio, las que hablaban de un posible poblamiento gracias a migraciones asiáticas a América del Centro y Sur y de Oceánicas a América del Sur, vía marítima la primera y la segunda vía terrestre mediante el puente Australasia-Antártica, fueron solo víctima de burlescas risotadas en cátedras y sociedades científicas, las cuales hoy en día se callan ante el avance de las pruebas que golpean nuestro inconsciente despertándonos de nuestro letargado sueño y olvido de la sangre.

Si bien es cierto, Lautaro Núñez de Instituto de Investigaciones Arqueológicas y la Universidad Católica del Norte, e Isabel Cartajena, y del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile, en su ensayo de presentación determinó que la ocupación humana inicial coincidió con un cambio climático hacia ambientes más aptos para la supervivencia, la larga desaparición de restos desde hace 4.500 años atrás hasta hace apenas 1.000 muestra la convertibilidad de aquellos verdes prados en el desierto que hoy en día conocemos.

"La ocupación humana al fin de la era glacial y el Holoceno en el desierto de Atacama estuvo asociada con el cambio de clima", escribieron los investigadores en el estudio, en el que también participó Martin Grosjean de la Universidad de Berna (Suiza).

"La cobertura de pastizales era extensa y la diversidad de plantas vasculares muy alta, particularmente entre 11.800 y 10.500 años atrás", señaló el estudio.

"Las orillas de los lagos antiguos estaban unos 70 metros por encima de los niveles de los actuales lagos salados, y proporcionaban hábitat excelente para los grupos de cazadores", añadió el artículo.

El equipo de Núñez combinó el análisis arqueológico con un enfoque paleoecológico en su estudio de la interacción a largo plazo de los cazadores y recolectores y los cambios en el ambiente.

Lo interesante en todo esto es descifrar por qué la presencia humana en el norte chileno llegó unos 2.000 años después que las primeras poblaciones en las regiones húmedas y boscosas del centro y sur de Chile. Por qué primero se pobló el sur pese a su supuesta menor temperatura y hielos eternos que aún no retiraban, frente a los extensos valles fértiles del norte de Chile. Por qué el hombre comenzó a subir desde el Sur al Norte en Chile y no al revés lo cual sería lo lógico según las tesis norteamericanas que defienden Bering a ultranza.

Lo anterior, ya tiene respuesta...