LAS RAICES POLÍTICAS DEL ARTIGUISMO FRENTE AL LIBERALISMO Y AL SOCIALISMO 

por el  Cnel. José Carlos Araújo

Nación Uruguay  -  http://www.nacionuruguay.blogspot.com/

 

Este breve estudio responde a la solicitud que nos formulara la redacción de Nación, en cuanto a exponer si el programa artiguista y las ideas y creencias del General Artigas están o no vinculadas al liberalismo y al socialismo marxista.

Para responder a esta interrogante, aún en la economía de un artículo de prensa, es necesario proponer una interpretación de cuales son los rasgos culturales de su propia vida y de su tiempo recogidos en el sistema político. Esto permitirá la comparación con el pensamiento revolucionario progresista. Ponencia que no pretende ser el desiderátum, sino exponer una perspectiva que basada en documentos y en bibliografía historiográfica, pone a consideración del lector que la matriz filosófico-política que dio sustento al proyecto artiguista está esencialmente fundada en la cosmovisión hispano católica que desde el siglo XVI impregnó la propia cultura política indiana, y no en las ideas de la Ilustración que se afianzaron en el XVIII cuando la confianza suprema en la razón humana produjo al fin las corrientes liberal y comunista de la Revolución Francesa. No abordamos el tema con ingenuidad política, buscamos defender al artiguismo de la manipulación que las ideologías ajenas a sus creencias e ideas han hecho y hacen actualmente en su provecho partidario; la honestidad intelectual y la seriedad académica del trabajo los juzgará el lector.

En esta primera entrega comenzaremos a analizar el programa y la acción política de Artigas en contraluz con el liberalismo, dejando para otra el comunismo y algunos aspectos relacionados con su historia personal, coherentes con su vida política. “Recio carácter hispánico, de rasgos estoicos, fue, quizás como ninguno, el mejor conocedor del corazón de sus compaisanos (nunca usó la palabra gaucho) y de la realidad esencial de los pagos y comarcas del Plata. La verdad y la trascendencia de su programa nacional, creado a partir de la realidad concreta de su tiempo y de la reiteración obstinada durante su larga lucha, le confieren un rango superior entre los Libertadores de América. Pero a tal punto su personalidad de caudillo y su programa implican todavía una severa acusación para la de los estados platenses, que la historiografía liberal – superando la de su personalidad histórica – ha desfigurado su imagen real, para moldearla en un paradigma de héroe civilista, y ha esquematizado su vigoroso pensamiento en sentencias de ética jurídica, para consumo escolar."

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“Para el Caudillo, lo primero era la nación, la comunidad viviente de los pueblos del Plata, articulada federativamente, sin desmedro del fuero propio de cada uno; de ahí su primigenia defensa de “la soberanía particular de los pueblos”, dotados en el ámbito de su comarca, de un y firmemente ligados entre sí por el pacto de la confederación ofensiva y defensiva contra el adversario común del regentismo colonialista.”/1/ Este programa resultó inadmisible para el unitarismo de la oligarquía porteña y sus agentes: “aquella infame facción de logistas”/ 2/, tal como el Caudillo calificara a los lautarinos que actuaban en el gobierno y “en las sombras”. Logia funcional al poder imperial inglés-portugués, al que llegaron hasta ofrecerle la plena soberanía sobre esta patria. Si aquellos “lobos vestidos de piel de oveja” supuestamente representaban a las ideas masónicas de la época, piedra angular de la expansión liberal en el mundo, ciertamente que lejos estaba Artigas de su paradigma, ya que fueron sus peores enemigos."

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Ante el copamiento lautarino del gobierno porteño por el golpe de estado de octubre de 1812, que “inició una campaña de acoso y desprestigio contra el caudillo oriental”, son ejemplos que sirven para apreciar la situación respecto a este asunto, las conductas antinómicas de dos viejos camaradas de Artigas en los Blandengues: Felipe Santiago Cardozo /3/ y José Rondeau /4/. Ambos tuvieron contacto directo con aquella la realidad en Buenos Aires, Cardozo se mantendrá leal a los intereses orientales artiguistas, Rondeau a los intereses de la Logia. Así le escribía Cardozo a su camarada en diciembre de 1812 desde Buenos Aires: “Amigo, hablo a Ud. con la ingenuidad que debo hacerlo a un paisano redentor de la América; tal es Ud., aunque estos francmasones lo quieran ocultar. […]

Los pueblos saben quien es Ud.: saben lo que experimenta Ud. de estos pícaros francmasones. Conocen la ingratitud de ellos. El pueblo sensato de aquí todo es de Ud.” /5/ “La logia no perdonó la deserción de Cardozo”. En cambio a Rondeau, respecto a su actitud con Artigas, le cabe perfectamente la calificación de traidor, por haberlo hecho en el Congreso de Capilla Maciel en diciembre de 1813, por haber colaborado abiertamente con la invasión portuguesa de 1816 y por haber combatido furiosamente al federalismo como Director Supremo entre el 9 de junio de 1819 y su derrota el 1º de febrero en Cepeda. Pero lo más inmoral de su conducta era que mientras atacaba al Caudillo conspirando secretamente, a la vez lo trataba personalmente como “compadre, tocayo y amigo”. “La historiografía oriental lo ha tratado con benevolencia […] Un análisis desapasionado de su trayectoria ofrece, sin embargo, la imagen de un soldado mediocre, un hombre siempre apegado al poder y un político propenso a dobleces”./6/ Al morir legó su sable a su ahijado Bartolomé Mitre, constructor de la leyenda negra de Artigas, genocida y mentor de Sarmiento.

El motivo de esta referencia a la masonería es por su relación directa con el liberalismo, abiertamente declarada: “Donde hay liberales hay masones; donde hay masonería, hay liberalismo. Anverso y reverso de la misma moneda ideológica, aunque la concordancia no tiene porqué ser siempre automática ni ineluctable.” /7/ Si bien entonces no puede desconocerse la incidencia que sobre algunos americanos tuvieron las “nuevas ideas”, ese no es el caso del Prócer; aunque tampoco en sentido estricto todos los lautarinos eran “jacobinos”. “Generalmente esas personas, sobre todo las que desarrollaron sus puntos de vista en el siglo XVIII, eran de ideas influidas por doctrinas anticatólicas y antimonárquicas de reajuste universal, por lo cual se les llamó “ateístas” o “libertinos”, y todos con la excepción de Miranda /8/, encaraban sus soluciones con un sentido restringido a determinado territorio” /9/. Cabe recordar a Clemenceau: “Desde la Revolución estamos en estado de rebeldía contra la autoridad divina y humana, con la cual ajustamos de un solo golpe, una cuenta terrible el 21 de enero de 1793 [fecha de la decapitación de Luis XVI].”10

Sin embargo, en el Reino de Indias, en general se mantenía una firme adhesión a la monarquía, que la invasión napoleónica a España acentuó. “Esta adhesión a la monarquía rebosaba sobre la base de que América era independiente de España, constituyendo, sí, un Reino - el de Indias – agrupado pero no fusionado con el de España en una misma monarquía, como se había establecido desde Carlos V. (1519)”

Entonces, sobre qué fundamentos filosófico-políticos, en que teorías y prácticas estaba sustentado el programa artiguista “creado sobre la realidad concreta de su tiempo”.

Si se comprende cabalmente la teoría política vigente y “concreta” en aquella cultura hispánica, podrá entenderse que el Artigas que combatió en la Batalla de las Piedras por los derechos de Fernando VII, en 1811, no estaba tan lejos, ideológicamente, del decidido por la Independencia, la República (jamás usó la palabra democracia) y la Federación en el Congreso de Tres Cruces en 1813. No es una gran contradicción como aparenta. La teoría política del poder que sustentaba a la monarquía española, entendida como usufructuaria o contractual y no absoluta, era la concebida en el siglo XVI por los Padres Vitoria y Suárez y otros menos conocidos como Luis de Molina, que se ha sintetizado así: “Creado un rey, no por eso se ha de negar que subsisten dos potestades, una en el rey, otra cuasi habitual en la república, impedida en su ejercicio mientras dura aquella otra potestad, pero sólo en cuanto a las precisas facultades que la república, obrando independientemente, encomendó al monarca. Abolido el poder real puede la república usar íntegramente de su potestad. Ya en el siglo XVI los aragoneses –estirpe de los Artigas- tenían costumbre de decir que ellos no podían hablar mal de Dios, pero podían hablar mal del rey, pretendían “ser libres y gobernarse por sí mismos con la forma republicana, teniendo al rey como jefe, por lo cual este no sucede en el reino si no es elegido por aquéllos, y conservan éstos su libertad con tanto celo, que se esfuerzan por la mas mínima cosa en que el rey no disfrute de mayor autoridad sobre ellos”.

“Nuestro prócer, hombre de acción, no desarrolló en un documento único la plenitud de sus ideas, pero de algunas de las múltiples piezas que de él nos han quedado, puede deducirse cuales son los temas esenciales del pensamiento político por cuya aplicación al Río de la Plata y América, bregó de manera consecuente y tenaz. En una de las primeras en fecha de esas piezas documentales, se encuentra el pilar primordial de su ideología. Una de las bases dadas por Artigas a don Tomás García de Zúñiga en enero de 1813 para su misión a Buenos Aires, dice textualmente “La soberanía particular de los pueblos será precisamente declarada y ostentada, como objetivo único de nuestra revolución”. En el mensaje inaugural del Congreso de Tres Cruces repite el mismo concepto: “Yo opinaré que sin allanar las pretensiones pendientes (se refiere a las trasmitidas por García de Zúñiga), no debe ostentarse el reconocimiento y jura (de la Asamblea de Buenos Aires) que se exigen. Ellas son consiguientes del sistema que defendemos, y cuando el ejército las propuso no hizo más que decir “quiero ser libre”.11 Es notorio que, naturalmente, la soberanía concreta de los pueblos orientales residía en su ejército provincial y ella cesaba “por la presencia soberana” de sus representantes. “Porque ese derecho de los pueblos a su autonomía militar había sido la primera manifestación de la orientalidad naciente.”12 Su primer acto soberano fue el nombramiento del General en Jefe de los Orientales, el 10 de octubre de 1811. La expresión “pueblos” hace referencia a las ciudades o poblaciones con sus respectivas jurisdicciones territoriales, por lo cual todo territorio que se quisiera considerar estaba comprendido en “los pueblos”.

“Véase que la ley fundamental del Reino de Indias, o sea la Real Cédula de 1519 ya hace mención a los derechos de las “ciudades y poblaciones” de América, de donde resulta natural que cuando decae la soberanía de los reyes, ella se retrotraiga a “los pueblos”. Desaparecido el vínculo con la Monarquía, en forma provisoria según se pensó en la primera etapa de la revolución y de manera definitiva cuando se evolucionó hacia la guerra de la independencia, era natural como consecuencia –roto el pacto “solemne y explícito” de la constitución del Reino de Indias –la soberanía volviera a sus poseedores primitivos o sea a “los pueblos” que pasaban así a ser “pueblos libres”.

Es esta la esencia del pensamiento artiguista que se opone a la pretensión de los unitarios porteños. Así lo sostuvo el Padre Pérez Castellanos en 1808 y 1813: ahora el mismo derecho a establecer juntas que tenían los españoles y Buenos Aires, le asistía también a los demás pueblos. Pueblos libres reunidos en provincias autónomas, independientes, con ejércitos propios, y confederadas. Aquí ya está prefigurado el recto sentido artiguista de nuestra Declaratoria de la Independencia en 1825.

De: Cnel. José Carlos Araújo, Periódico Nación, Año I, Nº 10