LOS PARTIDOS POLÍTICOS, INSTRUMENTOS DE LA BURGUESÍA

por Federico R. Carles

 

El origen real de los partidos. Su presencia histórica.

A partir de la subversión que se produce en Francia en 1789 con la llamada Revolución Francesa, el estado tradicional es ocupado por la plutocracia burguesa. En argentina esto sucede en 1852 con al caída de Juan Manuel de Rosas. Esto a determinado en lo político, la pluralidad de partidos, y en lo económico, la escisión de la comunidad en clases antagónicas. La herramienta de esa ocupación ha sido la democracia. Oscura, contradictoria e inaplicable ideología, precisamente por ello posibilitara la ascensión histórica de la burguesía,- al quebrar el soporte teórico del estado monárquico – y la consolidación y acrecentamiento de su poderío. La soberanía del pueblo destinada astutamente a reemplazar la soberanía del rey implicara la soberanía del sector social más fuerte. Esta soberanía pasara de esta manera a manos de los dueños de los medios de producción, la libertad política solo será resorte de estos, la igualdad , que se alcanzaría al suprimirse las viejas jerarquías orgánicas, plasmara en una irritante desigualdad económica, en la opulencia de la nueva clase y en la miseria de las masas, la opinión publica será la opinión de la clase dominante impuesta y propagada a toda la comunidad, las elecciones, una forma hábil de legitimar y reforzar la usurpación del Estado y el subyugamiento de la sociedad, ya que la masa elegirá fatalmente a los agentes de sus explotadores.

He ahí la esencia de la democracia, cuya extensión y auge coincide con el auge y la extensión del capitalismo. No es la utopía del gobierno del pueblo por sus representantes. Es el gobierno de la burguesía, por medio de sus representantes: los partidos políticos. Por ellos, los amos del capital tratan de hacer aparecer sus intereses de clase como intereses de la Comunidad. El partidismo nació para suplantar a las estructuras corporativas que constituían una barrera infranqueable para el crecimiento del capitalismo, y para encubrir ese propósito, se recurrió al sofisma de hacer del partido político el instrumento prodigioso que interpreta la voluntad del “pueblo soberano” –Un sistema basado en la división de la Nación, solo puede tener como objetivo el avasallamiento de esa Nación. Es por el partidismo –instaurado violentamente contra la sociedad –que se ha establecido la hegemonía clasista. El Estado ocupado por la burguesía a través de los partidos, vaciado de su sustancia, abandona su papel de poder ejecutivo de la intención histórica de la Comunidad, para convertirse en el gerente de negocios de una clase de delincuentes.

LA SOBERANIA DEL DINERO

El que paga al gaitero manda lo que va a tocar, y esta es con frecuencia la historia de las finanzas del partido en una democracia. La financiación de las campañas ofrece un problema complejo en la democracia. Un núcleo relativamente pequeño de personas proporciona la mayor parte del dinero que mueve la maquinaria del partido. Este depende de los regalos de unos pocos para financiar las campañas de aquellos que están obligados a gobernar para el bienestar de los más. (V.O KEY) Las elecciones son financiadas en gran parte en los estados capitalistas por el empresariado. De esta manera, este posee una influencia global cierta sobre los aparatos de los partidos (Duverger). “EL PODER DE INFORMACION SE HALLA EN MANOS DEL PODER ECONOMICO la prensa esta cada vez mas controlada por los grupos capitalistas. “En cuanto al dinero, los partidos han acudido siempre al potentado, la fuente de más fácil acceso (EE Schatschneider) la financiación de los partidos es un capitulo oscuro arriesgado y negativo en cualquier país civilizado .(F LEONI )Estos juicios proceden de una fuente nada sospechosa desde el punto de vista democrático y son incontestables. El régimen partidista y electivo no puede escapar a la servidumbre del dinero. El mecanismo para alcanzar el poder es el sufragio, que emite la opinión publica “formada por los medios de difusión que se obtienen por el dinero, que posee la burguesía. No puede dejar de ser ella entonces, la que sostenga y financie a los partidos. La democracia es siempre plutocracia y no por degeneración sino por naturaleza. Ante el hecho inocultable de la sujeción del estado democrático a la potencias del dinero, se trata de salvar las apariencias sosteniendo que no hay tal sujeción sino “grupos de presión” que por otra parte no están compuestos únicamente por capitalistas sino también por organizaciones de la mas variada especie.

Aceptando como valido este esquema, comparar la presión que puedan ejercer los sindicatos (generalmente reformistas y comprometidos con la burguesía), las asociaciones religiosas, los excombatientes o los jubilados, por eje, con la acción de la alta finanzas, es demasiado torpe. Además, si uno de los resortes fundamentales de esos grupos es el soborno de funcionarios y parlamentarios del estado demo partidista, puede este declararse inmune a la influencia del dinero ¿??? Es cierto que las empresas y aun sectores de la plutocracia -cuya heterogeneidad implica rivalidades internas– recuren habitualmente a las técnicas de corrupción, comportándose en este aspecto como fuerzas de presión, pero la burguesía en tanto clase no necesita presionar. La democracia es su leal servidora. Por ella todos los mecanismos del estado se hallan sometidos a sus dictados. Más aun. Todas las actividades sociales en una democracia están a su servicio exclusivo. Como agudamente señalaba Maulnier, este es un hecho que no tiene precedentes en la historia, puesto que en los casos en que minorías oligárquicas se adueñaron del poder político, aunque se beneficiaron con ello, nunca desviaron al mismo de su papel comunitario. La corrupción en los partidos no es un fenómeno localizado y pasajero sino que tiene dimensión mundial y carácter permanente. No hay modo de esquivar la dependencia capitalista. La financiación de los partidos por sus afiliados y sus electores no podrá de manera alguna cubrir los elevadísimos costos de funcionamiento. La financiación estatal implicaría engorrosa formas de control sobre balances y sospechas sobre posibles beneficiados de privilegios sobre las minorías, implicaría además intromisiones en los asuntos internos de los partidos. Esta financiación no cambiaria la naturaleza esencialmente anticomunitaria de los partidos ni tampoco suprimiría la financiación capitalista. Por otra parte los dirigentes de la partidocracia no renunciaran jamás a tan apetecible sistema. El requerimiento de la financiación del estado efectuado esporádicamente por algún partido, no pasa de una postura demagógica. El hecho de que no exista ni haya existido verdaderamente en ningún país del mundo lo prueba acabadamente.