A PROPÓSITO DE UN HOMENAJE A SAMPAY

por Alberto Buela (*)



El año pasado se cumplieron cien años del nacimiento de eximio jurista argentino Arturo Enrique Sampay quien se hiciera famoso por ser el miembro informante y principal inspirador de la Constitución de 1949, también conocida como la Constitución de Perón.

Nosotros como estudiosos de su obra hemos participado de varios homenajes: en la Cámara de Diputados, en el Colegio de Abogados, en la presentación de una nueva edición de sus obras y ayer nomás, a fines del mes de marzo de 2012, en la UCA de Buenos Aires.

Hacía años que no iba por esa Universidad en la que dicté clases cuando todavía estaba en Bartolomé Mitre casi Callao y era decano de filosofía el eminente pensador esloveno Emilio Komar.

Luego que se fue Komar vino un curita Todesca o Toraca y me dijo que iban a retirar la cátedra de filosofía antigua y me tenía que ir: “Padre, mentir es un pecado, lo que Ud. quiere es que me vaya yo”. Y así renunciamos en silencio sin reclamar ninguna indemnización para no perjudicar a la humilde Universidad que nos había cobijado.

Ahora en el lujoso y nuevo barrio de Puerto Madero nos deslumbraron sus instalaciones y las comodidades para el estudio y la enseñanza.

Nos llamó la atención la disposición silenciosa del alumnado a escuchar y estarse quieto y concentrado.

Pero sobre todo nos conmovió, luego de tres largas horas de prestar la oreja, la tortuosa incapacidad de los expositores en el tema de exposición.

Con la excepción del jurista Luis María Bandieri, que está a años luz del resto de los profesores abogados, los tres expositores restantes resultaron de una chatura intelectual, de una inopia filosófica, de una carencia de enjundia que el tedio y el aburrimiento supino se eseñorearon sobre toda la larga jornada.

Así García Lema habló de él y de sus obras completas y todo lo que Sampay le debía a él y todo en lo que él no estaba de acuerdo con Sampay. Y habló 50 minutos. Pero, qué hizo García Lema por la cultura argentina, cuáles son sus aportes sustantivos? Nada, cero. Es un sorondo que merece el cero más rotundo y más redondo.

Luego vino Segovia, un mendocino del Conicet, donde gracias a la generosidad de los Kirchner gana nueve mil pesos por mes para no producir nada. Estos son los subsidiados de “cuello duro” de los planes “Argentina descansa”.

Qué afirmó este mamarracho intelectual. Qué Sampay era marxista y que toda la obra hasta 1952 (donde Sampay produce sus mejores y más significativos trabajos: La crisis del estado de derecho liberal-burgués (1942); La filosofía del Iluminismo en la Constitución argentina de 1853 (1944), El informe de la comisión revisora de la Constitución (1949), Introducción a la teoría del Estado (1951), Carl Schmitt y la crisis de la ciencia jurídica (1952)) es algo que nada tiene que ver con el último Sampay que es el verdaderamente valioso.

Conclusión inatingente de un pseudo intelectual. Más o menos como si dijéramos que el más significativo Aristóteles es el de los escritos biológicos de la vejez y dejáramos de lado la metafísica y la ética.

Los filósofos, los pensadores, los científicos y en general los hombres dedicados a la investigación tiene su floruit o su acmé (No Segovia, acné tiene los adolescentes, decimos acmé que en griego significa plenitud o culminación) que viene a ser el punto culminante de su carrera o producción, y los años 50 y 51 son los de Sampay. Luego comienza un largo proceso de exilio, Paraguay, Bolvia, Uruguay para retornar en el 58, pero ya no es el mismo ni produce con la misma enjundia intelectual anterior.

Vino finalmente el profesor abogado Medrano quien nos aburrió a todos con una exposición muerta desde el comienzo. Incluso comentó como una originalidad de la “larga jornada de homenaje” el tema del derecho a huelga en la Constitución del 49, cuando ya nosotros lo habíamos hecho media hora antes. Signo del embotamiento intelectual de un profesor mayor que dejó de pensar hace mucho tiempo.

A todo esto el estoico alumnado de la UCA sentado sin chistar ni decir nada, que con cara de poker disimulaba su aburrimiento en pos de que terminara de perorar Medrano su interminable monserga y rajarse ha hacer algo más útil.

Me quedó una sensación de tristeza profunda por la decadencia intelectual que observé en la Universidad Católica de Buenos Aires. Decadencia que manda al traste el esfuerzo extraordinario de dos buenos pensadores como lo fueron Monseñor Derisi y Tomás Casáres. Hombres que buscaron para la cultura argentina el enraizamiento en lo más propio y más genuino que tenemos: esta realidad que somos y que nos rodea.

Realidad entendida en el sentido más profundo: como lo que es más lo que puede ser.

Buscaron la instauración de un pensamiento y de una investigación realista, autónoma, independiente de los centro de producción de sentido que nos mandan recetas del extranjero.

Triste porque vi la cara del profesor Orlando Gallo, director del centro de derecho constitucional, quien reclamó por dos veces recuperar el realismo intelectual y se percató que no estábamos nosotros en este homenaje a la altura del homenajeado.


(*)  Alberto Buela
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