LA SED

por Miguel A. Semán  -  Agencia Pelota de Trapo

I

Existen grandes disparidades entre los precios internacionales, pero hay una regla uniforme para todos los pueblos del mundo: A mayor pobreza más cara es el agua limpia. En el sudoeste chaqueño hay que elegir entre la comida o el agua. Mil litros cuestan $40. Una familia necesita por lo menos 5.000 litros en el mes. En ocho meses llovieron 100 milímetros y las napas se fugan hacia el centro de la tierra.

En Coronel Du Graty dos canillas municipales deben abastecer a 10.000 vecinos y hace poco más de treinta días se robaron los 20 mil litros que contenía el tanque de donde debían servirse todos.

Un año atrás el alcalde de Nairobi denunció en el Parlamento Europeo que en Kenia el agua es más cara que la Coca Cola y la mayoría de la población no tiene ni para comprarse una gaseosa. Kenia está al lado del segundo lago más grande del mundo, el Victoria, y del gran río Nilo.

II

El 80% de las enfermedades del planeta son causadas por beber agua no potable. 1.100 millones de personas carecen de ella y aún donde existe en cantidades suficientes, los pobres no pueden alcanzarla.

Aproximadamente 3.800 chicos mueren cada día por sed o por contaminación. De los 1,8 millones de niños que mueren al año por estas causas la mitad son africanos.

El Tribunal Latinoamericano del Agua denunció en Guatemala, el pasado 3 de septiembre, que 77 millones de personas en la región no tienen acceso al agua.

Los expertos afirman que el mayor problema no es la escasez sino la mala administración y distribución de los recursos hídricos. Los gobiernos de los países del mundo, desarrollados o no, han comenzado a vender la sed de sus pueblos. Con el pretexto de mejorar el suministro, delegan en las grandes corporaciones la explotación del recurso y la provisión de agua de red o envasada. Pero los servicios en vez de mejorar, empeoran y se encarecen, con el agravante de que por tratarse ahora de un bien con valor económico, las empresas se consideran con derecho a secar ciudades enteras, como intentaron hacerlo en Tucumán, Sudáfrica y Bolivia.

III

La sed como su hermana mayor, el hambre, tiene la paciencia del viento. Es un huracán silencioso que sopla ahí donde lo mandan o donde lo dejan soplar. Crecer y vivir sin agua potable convierte a los hombres en llagas ambulantes.

En Argentina, donde existen algunas de las reservas acuíferas más importantes del planeta, las imprevisiones, los olvidos, el desmonte y el mal manejo del suelo, hacen que en algunas provincias la vida sea irrespirable. En Santiago del Estero, Chaco y el norte de Santa Fe las escuelas y los pueblos enflaquecen y se secan y, al fin, desaparecen como si sólo hubiesen sido espejismos en el polvo.

Todos los que pueden escapan del infierno. Los subsaharianos suben a los botes y se lanzan al mar, ese desierto líquido que entra en ellos sólo para devorarlos antes de que lleguen a los campos de prisioneros que los esperan en Europa.

Nuestros compatriotas del norte suben a los camiones y a los trenes, ahí donde todavía pasa alguno, y vienen a asentarse en los alrededores de las grandes ciudades para disfrutar del paraíso: La mugre de los otros y una canilla de donde a veces se escapa algún suspiro.