| 
       Semblanza política de don Fernando Gutiérrez Barrios ARTICULO DE JOSÉ LUIS ONTIVEROS, publicado en México el 29/10/05 en el periódico El Dictamen. En
        el quinto aniversario de su muerte 1.-
        La Revolución Mexicana y su formación en el Heroico Colegio Militar La
        figura de don Fernando Gutiérrez Barrios (Veracruz, Ver-1926, Ciudad de
        México-2000), sintetiza en una parte significativa de su biografía, la
        manera en que la clase media, que apenas estaba en gestación, dada la
        brecha de clases que había creado, en particular, la última etapa
        tecnocrática del porfiriato, bajo la égida de la ideología
        positivista de los llamados científicos,
        así como la apertura al capital extranjero, principalmente inglés.  Dado
        que Porfirio Díaz, heroico guerrillero liberal, mérito históricamente
        incuestionable, quien luchara contra la intervención francesa y que
        luego se opondría a Benito Juárez, consideró que dada la asimetría
        de fuerzas entre Estados Unidos y México, habría que privilegiar los
        nexos con Europa, para impedir un mayor avasallamiento de la Nación
        mexicana, aún desgarrada por la cercenación de más de la mitad de la
        parte más rica de su territorio, durante la guerra de agresión que los
        norteamericanos realizaron en 1847 al invadir a nuestro país, y que
        explica la frase de Díaz: “¡pobre México tan lejos de Dios y tan
        cerca de Estados Unidos!”.        
        En
        este sentido, Díaz, estimó que Francia era el paradigma latino en
        cuanto la arquitectura y la lengua francesa la propia de la clase culta,
        y que, asimismo, se debería tratar con Estados Unidos, pero limitando
        su influencia, al dar entrada al capital inglés, mas el paso del tiempo
        hizo perder la perspectiva histórica de Díaz, quien se coloreaba el
        rostro con talco para parecer más blanco, lo que permitió la
        sobreexplotación de los labriegos por 
        el latifundio, las tiendas de raya, la situación insostenible de
        los obreros en las fábricas, todo lo cual junto con un sentimiento de
        irritación e indignación colectiva, produjo la Revolución Mexicana.        
        En
        un país convulso, deshecho por una interminable guerra civil, que duró
        aproximadamente una década,  Fernando
        Gutiérrez Barrios se encontró en una realidad hostil como muchas
        familias que lo habían perdido todo en esos tiempos de penalidades, y
        su orfandad personal, de la que se sobrepuso por su admirable
        reciedumbre y carácter, hizo que viera en la milicia, una forma
        decorosa y honorable de vida.        
        Mas
        Gutiérrez Barrios tenía no sólo la necesidad de incorporarse al
        Heroico Colegio Militar, que acogió generosamente en sus aulas a una
        parte significativa de esa juventud desarraigada, que había sufrido en
        carne propia el despertar furioso del México
        bronco sobre el cual esta generación de la posrevolución,
        tuvo el coraje de levantar las instituciones fundamentales del Estado,
        ya que unido a la necesidad y a la precariedad económica, -situación
        que era común en muy distintas familias-, alcanzaba por sus dotes y
        personalidad  una profunda
        vocación hacia la milicia, la de un genuino soldado, que recreaba en su
        soledad reflexiva, pese a su jovialidad y don de conversación, los símbolos
        patrios. Ahondó
        su conocimiento, en el histórico recinto, de la defensa de la soberanía,
        el ejercicio de la disciplina, la exigencia diaria de la vida del
        cadete, el toque de la diana en la madrugada, la pulcritud del uniforme
        y el llevarlo con orgullo viril, las comidas compartidas con un horario
        estricto, la práctica de las armas, el dominio del ánimo, la templanza
        interior, el sentido profundo de la camaradería, las pruebas continuas
        de un deber imperioso, que nace en el interior del corazón, el toque de
        retrete para indicar el término de la jornada, las visitas familiares,
        los estudios de historia, de balística militar, de formaciones y
        estrategia, la dignidad cotidiana que marca el sentido del honor, la
        entrega incondicional, el cultivo de la obediencia, todos estos valores
        que marcaron su vida, se expresan en la divisa: “creer, obedecer y
        combatir”. Lo que hizo hasta el último día de su existencia en esta
        vida transitoria.         
        Cabe señalar el mérito indudable de esa generación que vió su
        realidad deshecha en escombros y que erigió sobre las ruinas el México
        moderno, misión en que participó con entrega ejemplar y patriotismo 
        Fernando Gutiérrez Barrios, en uno de los terrenos más
        delicados como lo es la seguridad nacional entre otras tareas, con un
        sentido de servicio y compromiso hacia la
        razón de Estado, que ha dejado de existir, en la medida, en
        que el Estado se ha fracturado en sus cimientos y, por otra parte, al
        proceso de globalización que amenaza con la disolución del concepto
        tradicional que define el Estado-Nación. 2.-
        El deber del Estado, la Seguridad Nacional, su evolución política, la
        Revolución Cubana, la gubernatura del estado de Veracruz-Llave, el
        hombre leyenda, la Secretaría de Gobernación y el Senado de la República La
        visión de la política en don Fernando Gutiérrez Barrios, es antípoda
        de valerse de ésta para el placer indomado, la riqueza malhabida, el
        sinsentido de la vanagloria, el ensoberbecimiento olímpico de quien no
        trata con los “mortales”, el séquito de los validos, el cortejo fúnebre
        de los yes
        man, la carencia de humildad y la certidumbre de lo efímero
        de las glorias del mundo, la cortesanía y adulación de los cabezas de
        huevo, el servilismo como método arribista.  Gutiérrez
        Barrios, asumió el poder como una vía ascética y con la disciplina de
        un soldado, al punto que puede decirse, que sus más entrañables
        experiencias fueron los días de su formación como cadete hasta el
        grado de capitán en el Heroico Colegio Militar y el haber sido
        gobernador de su natal Veracruz, lo que fue un motivo de orgullo
        imborrable y enaltecimiento de sus raíces porteñas.        
        Resulta
        muy probable que ya no exista este tipo de político, el que Maquiavelo
        -describe en El Príncipe-
        como la mezcla del zorro y el león, quien sabe emplear la astucia, la
        paciencia, la tenacidad y el repliegue cuando es necesario, y al mismo
        tiempo, mantiene con ferocidad caballeresca sus convicciones, actúa con
        decisión férrea, defiende hasta las últimas consecuencias sus
        principios y sabe atacar en el momento justo.        
        Ello
        le valió el “don” con que fue conocido en el mundo político. Aquí
        conviene tener en cuenta que el “don” obedece a cuatro factores: los
        bienes naturales y sobrenaturales que tenemos respecto al Poder de lo
        Alto, al Unico, de quien los recibimos; la gracia o habilidad especial
        para hacer una cosa; el conjunto de valores, prendas y cualidades para
        atraer las voluntades de quienes trata, y la capacidad o aptitud
        personal que tiene una persona para ejercer el mando, por su prestigio,
        su firmeza o cualquier otra cualidad.        
        De
        esta manera, Gutiérrez Barrios, representa en el sentido aristotélico
        al animal-político,
        y en la concepción de Nietzsche, al hombre con voluntad
        de poder, poder que ejerció para vencerse a sí mismo y
        dominar su naturaleza, practicando el señorío sobre sus pasiones,
        sometiéndolas al poder purificador de la decisión soberana y de la
        excepcionalidad de las situaciones límite.        
        Por
        ello, más allá de la política, lograba compenetrarse con el alma del
        otro, -con la alteridad-, mirando sobre las máscaras -el rostro genuino,
        que muchas veces ocultamos-, desentrañando el misterio del ánima,
        observando las capacidades y limitaciones, la entrega y la cobardía, la
        dignidad y la ignominia, el talento y las deficiencias, la generosidad y
        la mezquindad, la veracidad y la mentira, la imaginación y la poquedad,
        la grandeza y la pequeñez, adentrándose con ojos de águila sobre el
        horizonte del espíritu.  A
        manera de los centuriones romanos y de los jóvenes generales de Napoleón
        sabía tocar el alma, elevar la moral, levantarte sobre la postración,
        ver el derrumbe que se avecinaba y advertirlo, hablar con las palabras
        justas que sólo conoce el corazón, en la inteligencia única que
        percibe, que aquilata, que anima y que valora. Este tipo de hombre -y no
        sólo de político- está en extinción, hoy, generalmente sobre los
        principios y el  mérito
        impera la mediocridad y la demagogia, la superficialidad deslizable de
        quien sólo se mira al espejo narcisista de quien lo alaba y no atiende
        el silencio que surge del talento y del sacrificio. La
        vida de don Fernando Gutiérrez Barrios fue la de un estadista, la de un
        hombre dedicado al servicio de la cosa pública, de la República, y del
        interés general. El Presidente Miguel Alemán le encomendó con un
        grupo de élite del Heroico Colegio Militar la formación de un órgano
        de inteligencia civil en 1947, año en que se fundó la Dirección
        Federal de Seguridad, en ella, Gutiérrez Barrios fue reconocido por su
        capacidad de análisis, la necesaria frialdad en las decisiones difíciles,
        el tesón, la perseverancia, el constante perfeccionamiento que exige
        tal responsabilidad.  Siendo
        “agente especial” de la DFS, tuvo contacto con los revolucionarios
        cubanos exiliados en México, que luchaban contra la dictadura de
        Fulgencio Batista, aquél sargento corrupto y sanguinario al servicio
        del poder imperialista. Discernió, en plena bipolaridad de la guerra
        fría que Fidel y Raúl Castro como el Che Guevara tenían
        profundas inquietudes sociales. Respetó su libertad para organizar la
        expedición que dio principio a la Revolución Cubana, al salir del
        puerto de Tuxpan, Veracruz, el yate el Granma,
        que inició con el desembarco de los revolucionarios la gesta que
        permitió la liberación de Cuba, teniendo muy presente que el arco de
        seguridad del Golfo de México tenía en Cuba un nuevo aliado de
        importancia estratégica fundamental, para evitar la subordinación a
        una esfera de influencia colonialista.  El
        Comandante Fidel Castro siempre hizo patente su amistad y admiración
        por don Fernando Gutiérrez Barrios, al punto que ha afirmado que sin él,
        nunca se hubiera producido un movimiento social de alcances
        continentales como lo fueran en otro contexto: el justicialismo
        argentino, el apriismo peruano, el sandinismo en Nicaragua. Así se
        convirtió en un factor decisivo en la historia latinoamericana,
        promoviendo incansablemente el asilo para los perseguidos políticos, -y
        siguió su formación autodidacta-, que lo mismo comprendía la historia
        que la literatura, los clásicos políticos que las novelas de los
        escritores mexicanos. Pasó,
        posteriormente, a ocupar la subsecretaría de Seguridad Nacional,
        teniendo que tomar determinaciones en momentos axiales de la historia
        contemporánea del país, cuyo efecto de desestabilización, sólo puede
        entenderse en la bipolaridad del enfrentamiento de Estados Unidos con la
        ex Unión de Repúblicas Soviéticas, siendo leal en todo momento a los
        diversos Presidentes que le tocó servir, al sistema político mexicano,
        pero ante todo, al interés superior de México, actitud que mantuvo
        permanentemente en su existencia y en el servicio público. Tuvo
        la responsabilidad de ser Director General de Caminos y Puentes
        Federales de Ingreso, paréntesis administrativo, que lo condujo a la
        gubernatura de Veracruz, con un trabajo político de dedicación
        extrema, de cuidado y admiración por el noble pueblo veracruzano,
        timbre de gloria y satisfacción, que públicamente reconoció como la
        experiencia más valiosa de su larga carrera política. De
        esta responsabilidad fue llamado por el ex presidente Salinas para
        ocupar la Secretaria de Gobernación, durante los cuatro años en que se
        desempeñó con pulcritud, eficacia, discreción e institucionalidad el
        país gozó de paz social, abriendo las puertas al pluralismo político
        y aceptando la nueva lógica democrática, ya que solía adelantarse a
        los acontecimientos con un fino olfato político y eficiente
        operatividad, siempre en el marco de una estrategia nacionalista.  En
        sus oficinas particulares, en Tíber 18, 
        desfilaron nutridos grupos de políticos en funciones de alta
        responsabilidad, buscando su consejo y orientación. Continuó
        profundizando en el análisis político con que servía a las más altas
        autoridades, entregando su experiencia y su compromiso ideológico con
        la Revolución Mexicana. Cumplió institucionalmente como árbitro en el
        proceso interno de elección del candidato del PRI a la candidatura
        presidencial, en 1999 y el 2000, donde tuvo que hacer a un lado sus
        simpatías personales, dada su admiración por el padre de Roberto
        Madrazo Pintado, a quien siempre estimó, Carlos Alberto Madrazo
        Becerra, y su reconocimiento a las dotes políticas de Roberto Madrazo.  Realizó
        una intensa campaña política para alcanzar la senaduría de la República
        en su entrañable Veracruz, donde cumplió con sus promesas de campaña,
        recorriendo con ánimo indestructible y convicción apasionada los
        puntos más apartados de la geografía veracruzana como sus centros
        urbanos, logrando ser el senador más votado en el país con un millón
        de sufragios. Un viernes, como era su costumbre, se retiró a su casa, sin muestras de fatiga, el sábado 28 experimentó malestar y fue internado. El domingo 29 fue operado del corazón. Y el lunes 30 de octubre del 2000 falleció este hombre único e irrepetible, su corazón que latió vibrante por México se había detenido. Murió como vivió en un momento decisivo, la muerte lo llevó más allá del Sol y su memoria se engrandece, puesto que era ya una leyenda viva.  |