SHARON, EL ASESINO

Lo que piensa el pueblo y lo que piensan sus dirigentes.

Entre los refugiados palestinos no hay pena por la suerte de Sharon. Los dirigentes políticos, en cambio, están preocupados por el futuro.

BEIRUT Y RAMALLAH 

La suerte de Ariel Sharon no preocupa a quienes habitan los campos de refugiados palestinos. Es que muchos de ellos fueron testigos, en Sabra y Shatila, de las masacres durante la invasión israelí, en 1982, dirigida por el líder judío hoy internado en Israel cuando, en aquellos años, era ministro de Defensa de su país. Otros palestinos, más jóvenes y apoyados por el movimiento Al Fatah, fundado por el extinto ex presidente Yasser Arafat, distribuyeron dulces en la Franja de Gaza en abierta señal de alegría.
Los menos, identificados con la dirigencia, manifiestan en cambio su preocupación y una angustiante incertidumbre por el futuro.

"¡Al fin me lo quité de encima!", exclama Abu Jamal, un palestino que sobrevivió en Sabra y Shatila a los ataques de milicias libanesas cristianas aliadas a Israel en esa época. Más de 3.000 palestinos fueron masacrados entonces, incluyendo mujeres y niños. En 1983, Sharon fue encontrado "personalmente responsable" por una corte israelí por las masacres, por lo que renunció a su puesto de ministro de Defensa. "Perdí a toda mi familia por Sharon, que dirigió las masacres", dice Mohamed Srour, mientras sigue sentado frente al televisor las últimas noticias sobre la salud del primer ministro. Un puñado de niños se encuentra frente al televisor cantando: "Muerte a Sharon, el asesino de niños."

La mayoría de las personas en este campo de refugiados no perdonan al primer ministro israelí aunque se encuentre más cerca de la muerte que de la vida. "No puedo sentir pena por él", afirma Srour. En otros campos de refugiados palestinos, en el sur de Líbano, el ánimo es similar: mientras coches equipados con altavoces recorren las calles pasando canciones nacionalistas palestinas, las mujeres saludan desde los balcones mientras escuchan las últimas noticias sobre la salud del líder judío.

Los militantes del campo de Rashidiyeh, al este de la ciudad portuaria sureña de Tiro, desplegaron un cartel en el que se lee: "No hay nación para los palestinos más que Palestina".

"Vi a Sharon durante la invasión israelí a Líbano supervisando a los bulldozers para que destruyeran la casa de mi familia en el campo de Rashidiyeh", comenta uno de los habitantes del campo, Ahmed Fayad. "Creo que Cercano Oriente estará mejor sin él", agrega. Sin embargo, Sultan Abu al Ainanyn, jefe de Fatah en Líbano, expresa temores de que la muerte del premier israelí lleve a más "extremismo y hostilidad por parte de la sociedad israelí hacia los palestinos".

Pero esos sentimientos extremos, propios de la calle, tuvieron su contraste en las muestras de confusión, sorpresa y preocupación entre los
principales líderes políticos. Todos apreciaron la figura de Sharon como la del "único líder israelí que puede ordenar la retirada de territorios conquistados".

A su regreso de una gira por los países árabes, Abu Mazen, el presidente de la Autoridad Palestina expresó preocupación por las consecuencias políticas que la muerte de Sharon pudiera acarrear para los intentos de revivir el proceso de paz. A su turno, el viceprimer ministro palestino, Nabil Shaath, coincidió con Mazen y estimó que la situación no cambiará en Israel hasta las elecciones del 28 de marzo. Sin embargo, mostró su temor porque no veía otro líder judío con el predicamento de Sharon.

Como se puede observar, queda demostrado de qué manera las dirigencias palestinas y árabes en general van a contramano de la historia y a contramano del deseo del valiente y sufrido pueblo palestino.

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