En vísperas del Bicentenario

‘NOBLE IGUALDAD’ Y GRAN RATEADA

por el Licenciado Marcos Ghio   -   Centro Evoliano de América


Decíamos en nuestra anterior nota que la celebración de nuestro Bicentenario de la ‘independencia’ coincidía con el cada vez mayor impulso al pleno gobierno de la ‘noble igualdad’, lo cual acababa de concretarse mediante la aprobación en la Cámara de Diputados de la nueva ley de matrimonio gay. En la semana pasada la presidente Cristina, en uno de sus múltiples discursos proselitistas, acaba de confirmar nuestro aserto al manifestar que ‘todavía faltan muchas igualdades por realizar a fin de cumplir a pleno con los postulados de la Revolución de Mayo’.

Así pues, en coincidencia con tal ‘patriótica’ convocatoria, aconteció un fenómeno social sumamente llamativo por lo igualitario. A través de una de las redes sociales de Internet se efectuó una invitación masiva entre los adolescentes a fin de realizar una ‘gran rateada nacional’, faltando todos de común acuerdo a la escuela en un determinado día de este mes para realizar tareas de esparcimiento, ya que la institución educativa es al parecer sumamente aburrida para las nuevas generaciones.

Indudablemente que los jóvenes no quieran ir al colegio ello es algo que siempre ha ocurrido y no representa ninguna novedad, en todo caso lo significativo puede haber sido que tal hecho aconteciera utilizando la resonancia que proporciona el medio cibernético, sino que, de acuerdo al dicho de que el pez se pudre por la cabeza, lo extraño y novedoso han sido en cambio las conductas asumidas por las autoridades educativas de todo el país. En una reunión especialmente convocada por los diferentes ministros que componen el Consejo Federal de Educación se resolvió no tomar medidas disciplinarias para aquellos jóvenes que hubiesen participado o promoviesen tal ‘rateada’ -la que al parecer fue verdaderamente multitudinaria- sino hacer un llamado de ‘reflexión’, analizar las razones por las cuales la escuela no es actualmente el ‘medio adecuado de contención para los jóvenes’ y buscar todos los instrumentos posibles para agradarlos y entretenerlos a fin de que prefieran concurrir a la misma antes que a otra parte.

Demás está decir que en todo este verdadero concierto de imbecilidades producido por nuestros ministros está claramente presente el postulado de la ‘noble igualdad’. De acuerdo al mismo la escuela no debe ser una institución cualitativamente diferente de cualquier otra del medio social, sino una empresa más y de las tantas, en todo caso muy importante pero no distinta en cuanto a sus principios. No por nada se ha insistido hasta el cansancio en el postulado de que la escuela debe ser democrática, es decir igualitaria. Así pues la reunión de ministros de educación se pareció mucho a la que pudiese haber efectuado la asociación de dueños de restaurantes preocupados porque la clientela hubiese resuelto concurrir menos a sus espacios para en cambio hacerlo con los de comida al paso. En ciertos establecimientos gastronómicos tiempo atrás se encontraba un cartel en el que se decía que el cliente siempre tiene razón. Por lo cual de lo que se trataba era de encontrar los medios originales para volcar la elección hacia los propios, estableciendo a veces promociones especiales, descuentos, etc. Pasa hoy en día exactamente igual con la institución educativa. En tanto la sociedad es cada vez más igualitaria y rige en la misma el principio propio de las clases mayoritarias, la economía, todo lo que en ella se debate así como las categorías que allí se emplean responden a la misma; empezando en primer lugar por el que debe su cabeza rectora que es el maestro el que ha pasado a denominarse a sí mismo como ‘trabajador de la educación’, lo cual es un verdadero dislate pues la función educativa no es un trabajo sino una vocación *.

Y por supuesto, como es la economía lo que rige, es que hoy en día se habla de oferta y de demanda educativa. Y es en función del mercado que la oferta debe ser atractiva a fin de que los consumidores, en este caso los alumnos, adquieran el producto que se les ofrece y no otro. El docente se deberá esmerar más de lo común en hacer amenas y entretenidas sus clases pues estará compitiendo con otros medios que lo superan habitualmente en tal materia como la televisión, el chat o el Internet. Se olvida así lo esencial: que los alumnos no son iguales a los maestros en tanto que, en la medida que aun no son formados, no son todavía personas en acto, sino en potencia, es decir que son más individuos que personas. Y que para ser tales deben ser transformados por la educación, la que es más equivalente a una medicina que a un esparcimiento. Que por supuesto será preferible aquel maestro que, del mismo modo que el enfermero diestro capaz de dar la inyección sin dolor, pueda enseñar entreteniendo. Pero si hubiese que optar entre quien solamente entretiene y quien solamente enseña, siempre habrá que elegir a este último, del mismo modo que elegiremos siempre a un enfermero que nos hace doler antes que a ninguno, es decir lo opuesto exacto de lo que sucede actualmente. Hoy en día, con todos los medios tecnológicos al alcance de nuestra juventud, es imposible que la escuela pueda competir en materia de entretenimiento con otras instituciones. Todo lo contrario ante una sociedad volcada hacia lo frívolo, en lo que ha sido arrastrada nuestra adolescencia, debe destacarse por la severidad en sus decisiones. La escuela no debe ser un apéndice de la sociedad, sino una roca infranqueable, un sostén, un punto de apoyo firme en medio del caos que todo lo arrastra. Pero obviamente esto no sucederá nunca con nuestros ‘ministros de educación’ (lamentablemente hay que seguir llamándolos así a falta de otra palabra) ni con políticos que rinden culto a la ‘noble igualdad’.



* Parece mentira -y como un claro signo de la época sombría y terminal en que vivimos- que tengamos que estar explicando cosas que siempre fueron elementales. Que ser maestro (de magis = el que es más) se trató en cualquier momento normal de una vocación, como puede haberlo sido la de curar o la de hacer justicia y que en tal función la remuneración nunca debe ser concebida como lo esencial, sino como lo secundario, así como en un ser humano, a diferencia del vegetal, no hace a su esencia específica respirar o alimentarse.